Dos caras de China en Nicaragua

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La creciente presencia económica, y consecuentemente geopolítica de China en América Latina, tiene un matiz de perplejidad en el caso del proyectado canal interoceánico por Nicaragua que según su promotor, un desconocido hombre de negocios chino que recientemente juró lealtad al Partido Comunista de su país, sería la obra de ingeniería más grande de la historia de la humanidad.

Si bien el misterioso Wang Jing lo niega, y aunque China no tiene relaciones diplomáticas con Nicaragua, pocos dudan de que el gobierno Chino esté por detrás de un proyecto de semejante envergadura financiera y política.

Pero en cualquier caso, ésta no sería la primera vez que el estado Chino interviene en Nicaragua: algo que muy pocos saben, y no se recuerda, es que durante el primer gobierno de Ortega en los años 80 el país asiático envió armas a la Contra para apoyarla en su guerra contra el gobierno revolucionario del Frente Sandinista (FSLN).

A finales de esa década surgieron reportes al respecto, lo cual fue negado por el gobierno chino. Sin embargo, gracias a documentos estadounidenses divulgados por el National Security Archive — una ONG dedicada a la desclasificación de documentos relacionados a la política exterior de ese país — sabemos lo que verdaderamente pasó.

La administración de Ronald Reagan, empeñada en la destrucción del gobierno sandinista, armó y financió a la Contra desde inicios de los 80. Sin embargo, los demócratas en el Congreso, opuestos a la política intervencionista y más en sintonía con la posición europea y latinoamericana sobre el conflicto centroamericano, en 1982 aprobaron la enmienda Boland que prohibía el envío de ayuda militar y financiera a la Contra con el propósito de derrocar al FSLN. La Casa Blanca de Reagan, con las manos amarradas, se acercó en secreto a diferentes gobiernos aliados — entre otros Israel, Arabia Saudita, Corea del Sur — ofreciendo compensaciones diplomáticas a cambio de que enviaran armas y dinero a la Contra.

Es en ese contexto que durante el verano de 1984, agentes de la CIA basados en China reportaron sobre la existencia de ofertas del gobierno de ese país para apoyar a la Contra. Un memo secreto del National Security Council revela que el Teniente Coronel Oliver North — el principal oficial a cargo del apoyo ilegal a la Contra — almorzó con un oficial de la embajada China en el restaurante del exclusivo Cosmos Club de Washington, el miércoles 28 de noviembre de ese año.

North le dijo al oficial chino que Adolfo Calero — el más connotado jefe político de la Contra — estaba dispuesto a reconocer al gobierno de República Popular China si su lucha triunfaba. Según el resumen del juicio criminal que posteriormente se siguió a North por sus actividades ilegales, el General John Vessey, entonces Jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses, le dio seguimiento a las negociaciones, y el gobierno Chino acordó mandar misiles antiaéreos SAM-7 a la Contra. El general jubilado Richard Secord consumó la transacción y arregló el transporte de los misiles a través de Guatemala.

Meses después, en 1985, Calero fue citado en un artículo del periodista Jack Anderson, alegando que la Contra había recibido armas del gobierno chino, cosa que aparentemente pasó desapercibida, o no fue tomada suficientemente en serio en su momento. Según Calero se había negociado el envío de armas en el mismo momento en que el Canciller sandinista Miguel D’Escoto viajó a Beijing y fue recibido para gestionar el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos gobiernos.

Ese mismo año, la Contra derribó al primer helicóptero del Ejército Popular Sandinista. Como dijo North en su testimonio ante el Congreso, los helicópteros sandinistas estaban destrozando a las fuerzas de la Contra, y por tanto la entrega de misiles tierra-aire fue crucial para que la Contra eliminara la superioridad aérea del gobierno. Con el tiempo, este cambio en la correlación de fuerzas fue decisivo para los acuerdos de paz que condujeron a elecciones en 1990, que Ortega perdió frente a Violeta Chamorro.

A la luz de estas revelaciones, luce algo irónica la reciente relación entre Ortega y China, país que apoyó a la intervención norteamericana en Nicaragua. Más irónico aún que la concesión canalera al empresario chino sea ampliamente cuestionada desde el ángulo de la soberanía nacional nicaragüense, cuya reivindicación fue el leitmotiv de la lucha del General Sandino, hace casi un siglo.

¿Por qué intervino China comunista en contra de un gobierno revolucionario y de inspiración marxista? Tal como fue el caso en otros países, entre otros Afganistán, al socavar al gobierno sandinista China tenía un doble propósito: herir los intereses de su principal rival político, la Unión Soviética, y congraciarse con el principal amigo de su liberalización y subsiguiente revitalización económica, los Estados Unidos.

Es decir, en 1984 Nicaragua no fue más que un peón en el ajedrez geopolítico de China. Mientras enviaban armas a la Contra, establecieron relaciones diplomáticas con el FSLN. En el mencionado reportaje, Adolfo Calero, como para acentuar lo paradójico de lo sucedido, fue citado diciendo: “Los asuntos de negocio y las relaciones diplomáticas son dos cosas diferentes”. En Nicaragua muchos se preguntan si será lo mismo con el canal interoceánico.

Autor: Mateo Jarquín