Bajo el titulo de “Dos casos de desprecio de la vida humana”, el Whashington Post publicó en 1973 una comparación entre la esclavitud en 1857 y el aborto en 1973
El paralelismo de ambas situaciones es asombroso, como puede apreciarse claramente en esta transcripción parcial en la que las afirmaciones de los esclavistas van precedidas de una “E” y las de los defensores del aborto de una “A”:
E: Aun cuando posea un corazón y un cerebro y biológicamente se le considere humano, el esclavo no es “una persona” ante la ley. La decisión del Tribumal Supremo de los Estados Unidos lo afirma claramente.
A: Aun cuando posea un corazón y un cerebro, y biológicamente le considere humano, el niño no nacido no es “una persona” ante la ley. El Tribumal Supremo de los Estados Unidos lo ha afirmado claramente
E: Un hombre de raza negra sólo obtiene su personalidad jurídica al ser libertado; antes no debemos preocuparnos por él pues no tiene derechos ante la ley.
A: Un niño sólo adquiere personalidad jurídica al nacer, antes no debemos preocuparnos de él, pues no tiene derechos ante la ley.
E: Si usted considera que la esclavitud es mala, nadie le obliga a tener un esclavo, pero no imponga su moralidad a los demás.
A: Si usted considera que el aborto es malo, nadie le obliga a hacerlo, pero no imponga su moralidad a los demás.
E: Un hombre tiene el derecho a hacer lo que quiera con su propiedad.
A: Una mujer tiene el derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo.
La abolición de la esclavitud fue un hito para la humanidad, hoy nadie la defiende pero existen más de 400 millones de niños esclavos en el mundo, pero sí la consentimos, somos cómplices. Llegará el día en que sean abolidas las leyes del aborto, pero no será posible sin antes acabar con la cultura de muerte que permite el asesinato diario de 40.000 niños de hambre.
Julián Gómez del Castillo, militante obrero cristiano, y responsable de edicciones Voz de los sin Voz, manifiesta:
Un día la izquierda española defendía la vida y, por tanto, estaba contra el aborto. Pensaba que era posible la revolución social que transformara esta sociedad, glorificadora del egoísmo, y la convirtiera en solidaria. Pero las organizaciones sindicales y políticas que la configuraban dejaron de ser militantes y se burocratizaron. De socialistas que pagaban por serlo se pasaron al bando de los que cobraban por hacer juego con el sistema capitalista. Como en algo hay que diferenciarse de estos, decidieron hacerlo en dos cosas:
Retomaron su viejo sectarismo antirreligioso y abandonaron la defensa de la vida.