Se nos está metiendo por los ojos una retorcida sensibilidad medioambiental que aturde con el calentamiento global o la biodiversidad, a la par que se nos inmuniza para poder vivir sabiendo que hay millones de niños esclavizados por el capitalismo salvaje.Estamos asistiendo a una época caracterizada por la manipulación y el dominio de la conciencia afectando a todos los ámbitos de la convivencia social. Sin embargo uno de los aspectos más siniestros de esta estrategia de dominación es privar a los niños y a los jóvenes de una autentica sensibilidad para la justicia, para la solidaridad, para la fraternidad. Se nos está metiendo por los ojos una retorcida sensibilidad medioambiental que aturde con el calentamiento global o la biodiversidad, a la par que se nos inmuniza para poder vivir sabiendo que hay millones de niños esclavizados por el capitalismo salvaje, o que se asesinan diariamente 100.000 personas por hambre, o que podemos elegir entre tener un hijo medicamento o asesinarlo en el vientre ya sea por una malformación o por interés económico.
La estrategia no puede ser más perversa ya que se verá socialmente con muy buenos ojos una lancha contra un ballenero pero se perseguirá a aquellos que defienden la dignidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Se condenará a quien maltrate a un animal pero se cerrarán los cuatro sentidos cuando miles de inmigrantes, que huyen del hambre, son asesinados en el mar o colgados en las vallas fronterizas. La estrategia ecológica del actual imperialismo no sólo no defiende verdaderamente la naturaleza, patrimonio de toda la humanidad, sino que degrada al hombre por debajo de animales y plantas con el fin de perpetuar la explotación y la miseria de la mayoría de la humanidad y la alineación moral de una minoría.
Una conciencia ecológica solidaria debe defender en primer lugar la vida humana y ello en armonía con una naturaleza sobre todo amenazada por un materialismo consumista depredador.