Ecología integral

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Un ciudadano norteamericano o un europeo consume de media entre 100 y 200 veces más recursos que un africano. Si comparamos el desnivel de consumo con un etíope la relación es de 400 a 1. La huella ecológica para sostener a un norteamericano ronda las 10 hectáreas, más o menos 10 campos de futbol, 100 veces más que un afgano. ¿Quién sobra? ¿Quien contamina? ¿Quién degrada más el medio ambiente? ¿El rico o el empobrecido?

El consumo de los 500 millones europeos equivaldría, siendo conservadores, al consumo de 50.000 millones de empobrecidos africanos, de esos que mueren ahogados en las fronteras de Europa. Por otro lado, desde el año 2000 la tierra produce cereales suficientes para alimentar a más del doble de la población actual, sin embargo cada día mueren 100.000 personas por hambre, de las que 50.000 son niños.

¿Qué demuestran estos datos tan elementales que podemos encontrar en cualquier estudio de Naciones Unidas o de cualquier ONG? Pues una evidencia: que lo que está destrozando el planeta no es una supuesta superpoblación de empobrecidos, sino el consumo desproporcionado de una minoría enriquecida de la población que se beneficia del expolio planificado que ejerce el actual sistema neocapitalista sobre la mayoría de la población. Hoy el 10% de la población mundial concentra el 90% de la riqueza.

Durante años, décadas, hemos tenido que oír las voces -amplificadas por el poder del capitalismo- que el problema ecológico estaba producido por el exceso de población. Hoy ya sabemos que todo era una estrategia mendaz para promover masivamente la eliminación de la presión que ejercen los empobrecidos de la Tierra por el simple hecho de existir. El aborto, las esterilizaciones masivas, estaban amparadas en una gran mentira. Muchas ONGs y movimientos ecologistas estaban y siguen siendo financiados por empresas, fundaciones y organismos trasnacionales imperialistas para convencernos de este cometido. Ha sido este movimiento pseudoecologista, antihumano, uno de los «caballos de Troya» con los que el neocapitalismo ha impuesto su estrategia a la opinión pública. Todavía está reciente como muchas industrias altamente contaminantes se trasladaban de los países enriquecidos a los empobrecidos. Con ello se conseguían varios objetivos: contaminar a los desgraciados para mejorar la calidad de vida de los enriquecidos sin coste ninguno; eliminar industrias muy poco rentables donde el factor trabajo tenía una gran fuerza y llevarlas a países donde la mano de obra era mucho más barata y estaba débilmente organizada; generar un paro disciplinador en los países tradicionalmente industriales, donde todavía el movimiento obrero organizado tenía fuerza corporativa, promoviendo una auténtica dictadura del capital sobre el trabajo.

Por tanto, la causa primera y fundamental del deterioro ambiental es el sistema neocapitalista imperante que desde su materialismo y su utilitarismo practica la explotación de los recursos naturales y la explotación de la mayoría de la población del planeta. Las formas de vida consumistas de las poblaciones enriquecidas es el precio con el que el capitalismo ha comprado a una minoría para legitimar la insolidaridad con la mayoría empobrecida. Cada kilogramo de coltán que se utiliza para la industria electrónica cuesta la vida de dos niños esclavos. Por contaminación directa mueren millones de personas al año, la mayoría empobrecidos que beben aguas residuales, respiran aire lleno de porquería o comen alimentos que no daríamos a los perros.

Es necesario promover una auténtica conciencia ecológica integral que defienda a la naturaleza, pero especial y fundamentalmente al ser humano. Una conciencia ecológica basada en unas formas de vida austeras y solidarias tanto con los empobrecidos como con las generaciones futuras. Un ecologismo auténtico que ponga al ser humano en el centro de la creación como custodio digno de esta.

Editorial de la revista Autogestión