Ecologismo imperialista

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A principios de los años 70, surgió el movimiento ecologista que planteaba la eliminación de las grandes industrias contaminantes de los países enriquecidos. Todo parecía obedecer al nacimiento de un nuevo ideal social que florecía entre el humo y la lluvia ácida.

Hoy sabemos que aquel ecologismo fue inducido, junto con la crisis política del petróleo, por las fuerzas del capital trasnacional para transformar el modelo económico occidental de la gran industria pesada en donde la clase obrera sindicalizada tenía una gran fuerza.

La fundación Rockefeller a la cabeza, entre otras, financió la configuración ideológica y política de este movimiento ecologista, hoy perfectamente integrado en las estructuras políticas de la ONU o de la UE, así como en el seno de las grandes empresas capitalistas multinacionales. Fue una obra maestra de ingeniería sociopolítica para terminar de desnaturalizar al movimiento obrero industrial y poner las bases de una futura globalización que ha supuesto más contaminación, más hambre y más explotación en los países empobrecidos.

También se nos decía, que se estaba produciendo una explosión demográfica planetaria; Trascurridos 30 años no sólo no hay explosión demográfica, sino todo contrario, hay un «invierno demográfico» creciente. Existen suficientes alimentos para mucha más población que la actual. Aquel maltusianismo sirvió, para ocultar los auténticos mecanismos de expolio a los países del Sur y para asesinar por hambre o aborto a millones de empobrecidos.

Actualmente, toda la parafernalia del cambio climático transparenta de nuevo una estrategia para controlar la población mundial, especialmente a los empobrecidos que suponen el 85% de la humanidad. No se trata de un sano ecologismo que respete la solidaridad con las generaciones futuras; se trata de mantener el actual status quo imperialista en el que una minoría de la humanidad vive en la opulencia a costa del hambre y la miseria del resto del planeta. Así, el concepto de desarrollo sostenible es un vocablo perverso y mentiroso que camufla el que los países empobrecidos deben seguir infradesarrollados con mayores cotas de explotación y esclavitud.

Un auténtico ecologismo debe hacerse desde y para la solidaridad y no a base de imponer un nuevo maltusianismo con tintes verdes al servicio del neocapitalismo actual. Un auténtico ecologismo exige una transformación revolucionaria de la economía y de la política donde la dignidad absoluta de la persona humana sea el valor central.