Economías colaborativas: capitalismo salvaje encubierto

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Soy de quienes se alegran de la última sentencia contra la empresa Uber, por varios motivos. También de que estas cuestiones se saquen a la palestra una y otra vez, sean temas de diálogo, de comentario y de análisis. Mi tesis fundamental es que detrás de estas nuevas formas de negocio y economía hay mucho más capitalismo que en las formas establecidas y reguladas hasta el momento por los estados.

La imagen que se ha proyectado de las economías colaborativas dista mucho de una realidad que va siendo desvelada progresivamente. Lo que era intercambio y contacto entre ciudadanos, mediado por la tecnología, o el acceso a formas de consumo cada vez más directas y comparadas, muestra ahora el poder de la intermediación y las condiciones en las que estas plataformas actúan y cómo impactan en el conjunto del mercado estructurado.

  1. Son negocios difusos, poco claros y poco comparables con lo que está regulado hasta el momento. Su nicho está en esta ambigüedad y en la dificultada para clasificarlos. De modo que se acogen a un tipo de legislación más ventajosa para su negocio para, en realidad, cumplir un papel social diferente. Sin el ejercicio de control al que están sometidas otro tipo de empresas, éstas obtienen unos beneficios mucho mayores de lo esperado por el mero intercambio.
  2. Establecen, de hecho, una competencia basada en ofrecer productos más baratos o llegar a los consumidores más rápidamente. Sin embargo, el precio a pagar real por este acceso más ilimitado y continuo al mercado de consumo, es que el propio consumidor con su acción se está desligando de sus compromisos sociales con el resto. Lo que busca es ahorrar, y obtiene “lo mismo” a un precio mejor para él, sin atender a las consecuencias de un consumo irresponsable que, en definitiva, margina y merma otros negocios regulados en los que los trabajadores han ido consiguiendo progresivamente unas condiciones más beneficiosas con los años.
  3. Estas empresas establecen criterios con trabajadores y con productores, sea el tipo que sea, con condiciones que, de algún modo, les convierten en “reguladores” de un producto ajeno. Para poder exhibirse en sus plataformas, por ejemplo, están obligados a cumplir una serie de condiciones en las que pueden llegar incluso a tener pérdidas. Es el precio a pagar por una visibilidad que contrarreste una invisibilización que les destruiría por completo.
  4. Destrucción clara de la competencia en el mercado, con el objetivo de hacerse con la totalidad del mismo, con vistas a ser los únicos mediadores. De ahí que la absorción en estas macroempresas de un flujo continuo y masivo de consumidores, sea su gran arma de poder, imparable por la extensión del comercio online.
  5. La globalización está siendo dominada casi en exclusiva por la economía de estas empresas multinacionales. En el análisis de la globalización hace falta una segunda ola de reflexiones y ensayos en los que se describan alternativas reales a las que priman casi en exclusiva y en primer plano la económica, con su impacto uniformador en las costumbres y culturas. ¿Bajos a dejar para la historia el problema de reparación de un camino mal empezado, que somete cada vez más a los ciudadanos y sus sistemas de gobierno y convivencia?

Mucho me temo que estamos dando un paso incontrolado, que bajo el paraguas y el bonito nombre de economías colaborativas se está escondiendo una forma de capitalismo mucho más duro incluso que el conocido hasta ahora, y de dimensiones globales, por tanto muy superior a los estados concretos y a sus regulaciones.

José Fernando Juan

Fuente EntreParéntesis.org