Editorial: Cobalto rojo en el corazón de las tinieblas

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El corazón de la República Democrática del Congo (RDC) sigue en las tinieblas, parafraseando el título de la novela del polaco Joseph Conrad, obra que nos describe las barbaridades del colonialismo belga del marfil y del caucho. Ha pasado un siglo de aquella situación y la barbarie se ha acrecentado durante todos estos años. Del caucho y el marfil hemos pasado al cobalto y a otros minerales, no menos valiosos. Un colonialismo más salvaje ha brotado.

Editorial de la revista Autogestión 154

Una foto, en medio de estas tinieblas que se ciernen sobre el país, se podría hacer con tres datos aterradores. Desde 1998 han muerto más de 300.000 congoleños víctimas directas de la violencia y cerca de 4 millones a consecuencia indirecta de la misma, sea por hambre o por enfermedades favorecidas por la guerra. Treinta y dos millones de congoleños, un 35,3 % de su población, están hambrientos y un 76,6% no sabe si podrá comer mañana. Cada año mueren 336.000 niños congoleños antes de los 5 años.

La RDC es un ejemplo paradigmático, que se repite en otras zonas del mundo, de un país que se ha empobrecido, porque ¡es muy rico! O dicho de otra manera, porque ha habido robo. A comienzos de 2024 se publicó un libro (trabajo de investigación) llamado “Cobalto rojo”, que recoge los estremecedores testimonios de la sufriente población. El libro aterriza en las consecuencias del robo del Norte al Sur. 

De la RDC se extrae actualmente el 75 por ciento del suministro mundial de cobalto. Hoy al menos 40.000 niños son esclavizados en las minas del país. Mientras esto ocurre, China, EEUU y la Unión Europea tratan de garantizar el suministro de estos minerales para industrias como la del vehículo eléctrico o para otras relacionadas con los “minerales de sangre”. Las prisas por quedarse con algo de la tarta de los minerales estratégicos ha llevado a la Unión Europea a firmar un acuerdo sobre la “sostenibilidad y la trazabilidad” con Ruanda, país que no los produce, sino que los obtiene ilegalmente de su vecino, la República Democrática del Congo.

Una tierra llena de minerales de la “revolución verde” necesita ser sometida económica, política y socialmente al servicio de una economía canalla. No es casualidad que hace unos años se publicaran los datos del espionaje mundial (público y privado) los cuales señalaban a la RDC como el más espiado de África.

El camino hacia la economía verde está jalonado por muertos y esclavos pero el mundo enriquecido mira hacia otro lado. No vale todo para el beneficio de unos pocos. La geopolítica del poder y del tener a toda costa ha llevado a países y a multinacionales a saquear sin piedad a países como la República Democrática del Congo. No importa la situación de las poblaciones, la degradación de sus democracias y de los sistemas sanitarios, la inexistencia de suministros básicos para la población e, incluso, la guerra permanente. Lo único que importa es garantizar contratos y mercados de futuro. El rojo tiñe las baterías de móviles y vehículos eléctricos.

La revista Autogestión y las ediciones Voz de los Sin Voz seguirá denunciando esta situación de expolio y esclavitud desde sus causas. Y también nos sumamos a las palabras del Papa Francisco que afirmaba en enero de 2023 en su viaje a la República Democrática del Congo y a Sudán:  «África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear».