El problema para el acceso a una vivienda es un problema mundial. Aun siendo cierto que en España estamos viviendo una extrema dificultad para que las familias puedan conseguir un lugar en el que desarrollar un hogar -respondiendo así a las obligaciones que tienen los padres como tales-, no es un problema único de este país.
La cuantificación que hace la ONU, en 2023, es que 2.800 millones de personas viven con algún tipo de insuficiencia de vivienda: eso representa un tercio de la población de la Tierra. Siendo 2.500 millones de ellos habitantes del sur empobrecido. La valoración de Naciones Unidas es que necesitan ser construidas 96.000 viviendas cada día. Hay que tener en cuenta, además, que se trata no sólo de disponer de un lugar donde cobijarse, si no de vivir en un entorno que reúna las condiciones para el desarrollo integral de los miembros de las familias, y de sus comunidades.
EDITORIAL DE LA REVISTA AUTOGESTIÓN
Para tener un ejemplo de los problemas de acceso a la vivienda tomemos el caso de España, que está viviendo un importante deterioro de la capacidad de respuesta a la situación. En lo que va de siglo ha crecido un 35% el esfuerzo que tienen que hacer las familias para la adquisición de su vivienda. Desde 2010 es mayor, siendo desde 2021 mucho mayor, el ritmo de creación de hogares que de construcción de viviendas. Esto supone haber acumulado en los últimos cinco años un déficit de 600.000 viviendas. Junto a la escasez de construcción de viviendas (siendo casi inexistente la construcción de vivienda pública), está el mayor incremento del precio de ésta que de los salarios: desde 2015 ha crecido un 14% más la vivienda que los salarios.
En cuanto al régimen de tenencia de la vivienda (alquiler/propiedad), España (24/76) está cerca de la media de la UE (30/70). El rango va del 5/95 de Rumanía al 50/50 de Alemania. En España lo que se paga mensualmente por el alquiler está por encima de lo que se paga por la cuota de la hipoteca desde comienzos de 2015. La propiedad de las viviendas está muy distribuida entre la población, si bien en el caso del alquiler hay mayor concentración, pues las de alquiler que son propiedad de megatenedores privados (los que tiene más de 50 viviendas) llega al 9,2% de los 1,8 millones en régimen de alquiler. Por su lado las administraciones públicas sólo disponen del 6,1%. Una consecuencia de esto es que el alquiler está cerrando la llave a la posibilidad de generar ahorro en España.
Si bien es cierto que existen viviendas desocupadas, u ocupadas sólo en alguna época del año, este problema no se puede tratar cómo si nos refiriéramos a otros objetos de escasez que se puedan desplazar, puesto que la vivienda está ubicada en un lugar determinado y no en otro en el que acaso sea más necesaria. Sólo el 18% de las desocupadas están en las llamadas “zonas tensionadas”. Aparece aquí otra de las causas de esta escasez: la afluencia de población a determinadas áreas, y el abandono de otras, que hace que la demanda de vivienda sea mucho mayor en algunas zonas del país.
Junto a esto, se está produciendo una concentración de riqueza en las capas más altas de la sociedad, de forma que el 10% más rico de los jóvenes concentra más riqueza que el 10% de los más ricos de la generación de sus padres
Generacionalmente, aparece un empobrecimiento de los más jóvenes, en comparación con los mayores: los que cumplieron 18 años al comienzo de este siglo (“boomers”) son apreciablemente más pobres que sus padres. Junto a esto, se está produciendo una concentración de riqueza en las capas más altas de la sociedad, de forma que el 10% más rico de los jóvenes concentra más riqueza que el 10% de los más ricos de la generación de sus padres. Lo que significa que se acentúan las consecuencias del funcionamiento de la economía capitalista.
Una familia necesita disponer de los medios necesarios para desarrollar la vida de sus miembros, por lo que lo razonable es que también disponga de la propiedad de la vivienda en la que se desarrolla la vida de su hogar, si bien no se nos escapa que es necesaria la existencia de un parque de viviendas en alquiler. Actualmente la propiedad de la vivienda es el elemento que aporta la mayor parte de la riqueza de las familias, y por tanto un recurso para facilitar a la prole su “despegue” en momentos tan difíciles como estos.
El problema del acceso de la vivienda requiere de la puesta en marcha de actuaciones desde diversos actores y niveles.
Es un problema de falta de disposición de viviendas: tanto de agentes privados como públicos (las administraciones públicas deben volver a incidir en ese aspecto, que han ido dejando de lado). También debe actuarse sobre la regulación del suelo disponible, la simplificación de los trámites administrativos, la creación de marcos legales que garanticen las reglas durante plazos adecuados a la producción de viviendas, y el ajuste de ayudas fiscales. Hay que responder con nueva construcción y también con rehabilitación, adaptar el tamaño de las viviendas a las dimensiones de las familias jóvenes, y que las entidades bancarias adecúen su actuación a la problemática existente. La situación del mercado de trabajo y los salarios son así mismo parte causante del problema.
No debemos olvidar que el pueblo, el que sufre estas situaciones, tiene también una palabra que decir y una acción que desarrollar, de no asumirlo, el resto de agentes seguirá actuando de espaldas a él.


