Bajo especie de bien «de lucha contra el islamismo y la piratería», el control del continente tiene especial valor estratégico frente a China y Europa.
África se encomienda al cielo. Estados Unidos ha construido desde 2007 cerca de una docena de bases aéreas en el continente africano en su eterna cruzada por servir de vigía moral a la región, según publicaba recientemente el diario «The Washington Post». El caso, sin embargo, no pilla por sorpresa. Sobre todo, ante el creciente peso alcanzado por los «drones» –aviones de combate no tripulados– en el cielo de países como Somalia.
Pese a que la utilización de estos elementos bélicos en el espacio aéreo somalí no fue confirmada hasta octubre de 2009, con el derribo de uno de ellos en la localidad de Kismayo, como denuncia Mary Ellen O’Connell -miembro de la American Society of International Law-, su uso se remonta a 2006. Pero es ahora cuando parece haberse acrecentado: en junio pasado, el Pentágono comenzó a volar otros cuatro «drones», valorados en 45 millones de dólares, desde una base en las Seychelles, y a finales de 2011, edificaba un centro secreto en Etiopía para frenar la amenaza islamista que se cierne sobre la vecina Somalia.
No obstante, como asegura el analista Jonathan Stevenson, el verdadero banco de pruebas de esta comandancia ha sido el reciente conflicto en Libia. Solo en el primer día -19 de marzo- de la operación lanzada por el Africom (quien coordinó a once buques de guerra estadounidenses y decenas de aviones) se dispararon cerca de 110 misiles de crucero Tomahawk. El ataque despertó, eso sí, no pocas antipatías en la región. A pesar de que los tres países africanos miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU – Nigeria, Sudáfrica y Uganda- dieron luz verde a la intervención, la Unión Africana se opuso de manera inequívoca.
Como parte de su programa de lucha contra el terrorismo, desde comienzos de 2009, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) dispone en la capital del país, Mogadiscio, de una prisión secreta enterrada en el sótano de la Agencia Nacional de Seguridad de Somalia (NSA). Su existencia fue revelada, hace menos de un año, gracias a un inmejorable reportaje realizado por Jeremy Scahill, que denuncia cómo ciudadanos residentes en la vecina Kenia han sido trasladados a este centro de interrogación. Un Guantánamo, versión africana, que «encumbra» al Nobel de la Paz Barack Obama.