Muchos políticos, comentaristas y presuntos expertos han hecho del miedo a la inmigración uno de sus mensajes principales. La realidad, sin embargo, es que la inmigración es una de las pocas realidades que tiene efectos estrictamente positivos, demostrado con datos en los EEUU por parte de la National Academy of Sciences en un informe de 2016
Evidente generación de riqueza
La National Academy of Sciences de Estados Unidos publicó un estupendo informe de más de 500 páginas bajo la dirección de Francine Blau y Christopher Mackie. Sus conclusiones son claras y directas: los gobiernos tienen a su alcance una medida de política económica de coste presupuestario cero que aumenta el crecimiento económico, reduce precios para consumidores y aumenta los salarios de la mayoría de trabajadores del país. Cualquier gobierno en cualquier país desarrollado del mundo puede aplicarla inmediatamente, sin tener que preocuparse de efectos secundarios, estructura económica del país o su situación fiscal. De implementarla, la economía crecerá más rápido, creará más empleo y hará que todo vaya mejor.
El informe ofrece un amplio repaso a la enorme literatura empírica sobre los efectos económicos de la inmigración, una cantidad ingente de nueva investigación sobre la materia y toneladas de datos sobre Estados Unidos. Nada queda fuera del análisis; el capítulo sobre impactos fiscales tiene en cuenta el coste diferencial de los inmigrantes para la administración local, estatal y federal, no sólo para esta generación, sino para sus hijos.
Gracias al admirable aprecio del gobierno federal americano por recoger datos y permitir su uso en estudios empíricos, los autores han podido evaluar el impacto de la inmigración por región a lo largo del tiempo y por nivel de renta.
Su conclusión es que el único grupo que ve sus salarios descender ligeramente son los inmigrantes de segunda generación, ya que deben competir con los recién llegados; los nativos ven sus ingresos aumentar, y estos suben más como más estudios tengan los nuevos trabajadores.
Cualquier economía moderna puede producir más cosas si tiene más gente disponible para hacerlo. El aumento de la población activa produce, inevitablemente, aumentos del PIB; hay más gente a mano para trabajar. Segundo, un inmigrante además de aumentar la oferta de mano de obra también aumenta la demanda, de empleo debido a su actividad económica. Es un bucle virtuoso para la economía.
Sabemos también que los inmigrantes tienden a crear empresas más a menudo que los nativos. Uno de los secretos del éxito de Silicon Valley es la enorme cantidad de compañías lanzadas por gente nacida fuera de Estados Unidos, que encuentra en California un vivero único para sus proyectos. El estudio de la National Academy of Sciences se centra en Estados Unidos, así que no se plantea otros efectos positivos que serían aún más relevantes en España. El aumento de la población activa, por ejemplo, en nuestro caso sería una excepcional ayuda para corregir el atroz déficit demográfico y reforzar el sistema de pensiones.
En EEUU, donde conviven y trabajan diferentes nacionalidades, las empresas más exitosas son aquellas que ha tenido el factor cultural como parte de su estrategia y que han incorporado las influencias, prácticas y valores de otras culturas. Las que han permitido a un amplio espectro de personas participar activamente, contribuir y aprovechar su potencial. No solo las multinacionales, cada vez mas pymes tienen cadenas de suministro mundiales o accionistas extranjeros.
La inmigración en EEUU ha experimentado obstáculos conocidos y relegación social de las comunidades, pero muchos han conseguido emprender con éxito y dinamismo en beneficio de la economía de su país de adopción. En EEUU, los empresarios inmigrantes crearon el 28,5% de las nuevas empresas en 2014, frente al 25,9% del 2013 y apenas 13,3% en 1996. Además el 25% de las empresas de ingeniería y tecnología fundadas entre 2006 y 2012 tenían al menos un fundador nacido en el extranjero, y en Silicon Valley la cuota se eleva al 43,9%.
Supuesta criminalidad y otras mentiras
Para empezar, hay multitud de estudios que demuestran que la tasa de criminalidad para inmigrantes de primera generación es mucho menor que para nativos, y que es básicamente idéntica a los autóctonos a partir de segunda generación.
La inmigración no ha tenido ningún impacto en la tasa de criminalidad de Estados Unidos. Si sólo miramos los delitos de terrorismo, los datos son aún más claros. El Cato Institute ha estimado que la probabilidad de morir en un atentado terrorista cometido por un inmigrante durante las últimas décadas es de una entre 3,6 millones; la cifra es aún menor si sólo miramos a refugiados. Simplemente, la inmigración no tiene costes de seguridad apreciables.
Estados Unidos lleva 200 años admitiendo, conviviendo y asimilando generaciones de inmigrantes de forma increíblemente efectiva; en épocas pasadas (finales del siglo XIX y principios del XX) importando mano de obra a unos volúmenes que nos parecerían inauditos hoy. El temor a que “esta vez es diferente” o que esta vez no será posible hacerlo es poco creíble.
Entre los admitidos está la madre de Trump que llegó a EEUU con 50 dólares en el bolsillo. Paradojas de la vida.
Autor: Juan Rodríguez