El aborto, explotación y exterminio de los débiles

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La dictadura vietnamita impone a los ciudadanos un control demográfico asesino. Nuestro sistema económico y político también. Es hipócrita rasgarse las vestiduras con el aborto y no luchar para acabar con sus causas.

Ha llegado a Familiae la noticia de que en la dictadura comunista de Vietnam, jóvenes católicos vietnamitas, universitarios en su mayoría, vigilan los centros de abortos. Por la mañana invitan a las madres desesperadas a ir a una casa de acogida donde tendrán apoyo en el parto y el puerperio[1]. Al oscurecer, otro equipo recoge los fetos tirados a la basura, unos doscientos cuerpecitos cada noche. Les hacen una sencilla ceremonia de despedida y oración.


En algunas ciudades, los grupos pro-vida cuentan con cementerios para niños abortados: diminutas lápidas hasta donde alcanza la vista. A veces se ven mujeres que rezan y lloran entre ellas[2]. Son las víctimas de un sistema asesino y explotador. Víctimas los niños: en esta dictadura comunista los funcionarios tienen prohibido tener más de 2 hijos, y a causa de la mayor valoración de los varones, el infanticidio y aborto femeninos han provocado que por cada 100 niñas haya 112 niños. Y víctimas las madres: en Vietnam la situación de la mujer trabajadora es dramática. La renta per capita del país en 2008 fue de 973 dólares[3], por detrás de Zambia, Senegal, Pakistán…


El sueldo medio en Vietnam es hasta un 30 por ciento menor que en partes de China, por eso se instalaron allí miles de fábricas en los últimos cinco años. Fábricas donde nuestras empresas, europeas o norteamericanas, producen en régimen vergonzoso de explotación y esclavitud. En abril del año pasado supimos de 21.000 trabajadores de una fábrica vietnamita que produce calzado NIKE, que se pusieron en huelga para exigir un aumento en su salario. Cobraban 59 dólares al mes[4]. ¿Quién no ha tenido en sus manos juguetes de marcas europeas «made in Vietnam»? Juguetes que nos ha costado unos pocos euros, pero que han dado la vuelta al mundo… Llevan las huellas y la sangre de los explotados.


Cada aborto es una pérdida para la sociedad, y deja víctimas detrás. La madre es víctima también, no sólo porque padece las consecuencias físicas, psicológicas y espirituales del aborto. Lo es porque la exprime la explotación y el paro, o la inmigración forzosa, o la soledad y la ausencia de la familia, el relativismo y el sinsentido… y una vez al límite, sin futuro y sin norte, se le ofrece (¡como un derecho!) que sea ella, «libremente», la que decida acabar con la vida de su hijo, pisoteando de paso su propia dignidad.


La dictadura vietnamita impone a los ciudadanos un control demográfico asesino. Nuestro sistema económico y político también. Es hipócrita rasgarse las vestiduras con el aborto y no luchar para acabar con sus causas.


[1] Una de estas casas católicas de acogida de Saigón ha atendido 200 madres en tres años.


[2] La Razón, 20 de Enero de 2009


[3] Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook Database, abril de 2008


[4] EFE, 8 de Abril de 2008