La misión original del Banco Mundial (BM), creado en 1944, fue ayudar en la reconstrucción de Europa y, subsidiariamente, favorecer el crecimiento de los países del sur, de los cuales buena parte eran aún colonias. Hoy Podría decirse que las políticas que se han promovido están lejos de haber reducido, y menos aún, erradicado la pobreza, que tiende a reproducirse…
Eric Touissant
La Jornada
La misión original del Banco Mundial (BM), creado en 1944, fue ayudar en la reconstrucción de Europa y, subsidiariamente, favorecer el crecimiento de los países del sur, de los cuales buena parte eran aún colonias. A esta misión se la denominó «desarrollo» y se fue ampliando con el tiempo.
En los 20 primeros años de existencia, más de 90 por ciento de los proyectos que financió el BM consistían en la mejora de la infraestructura de comunicaciones y la generación de electricidad. El dinero prestado a los países en desarrollo tuvo como destino la compra a las naciones industrializadas de bienes y tecnología necesarios para proyectos de mejora de la capacidad de exportación. Los relativos a: educación, salud o acceso a agua potable representaron menos de 5 por ciento de los préstamos.
El Banco Mundial es un instrumento de la política exterior de Estados Unidos (EU) y sus aliados. Los gobiernos que se opusieron a sus intereses estratégicos vieron rechazados sus pedidos de préstamos. Así sucedió con la Guatemala de Arbenz (1954), el Egipto de Nasser (1955-56), la Indonesia de Sukarno (1962-65), el Brasil de Kubitchek y de su sucesor Goulart (1960-65), el Chile de Allende (1970-73) o la Nicaragua sandinista (1979-90).
El combate a la pobreza se convirtió en tema central a partir de la presidencia de Robert McNamara (1968-1981), ex secretario de Defensa estadunidense, para aminorar la radicalización de las luchas en el tercer mundo.
Desde la perspectiva de los países más industrializados y de las empresas trasnacionales, el balance de las acciones del BM es positivo. Junto con el FMI (institución gemela surgida de los acuerdos de Breton Woods), el Banco amplió su área geográfica de acción. Participó activamente en la gestión de la crisis de la deuda externa, promovió las políticas de apertura de las economías en desarrollo a los flujos de comercio e inversiones y a la privatización de empresas públicas.
Podría decirse que las políticas que se han promovido están lejos de haber reducido, y menos aún, erradicado la pobreza, que tiende a reproducirse.
Ideólogo neoconservador
Paul Wolfowitz es uno de los principales ideólogos del movimiento neoconservador que ha ido ganando influencia política en EU. Tiene amplia experiencia en política internacional, dirigió el sector de Asia del Departamento de Estado con Reagan (1982-86), fue embajador en Indonesia (1986-1989), dirigió la estrategia del secretario de Defensa, Dick Cheney, en la administración de George Bush en la primera Guerra del Golfo, para fungir tras los dos mandatos de Clinton, como subsecretario de Defensa, compartiendo con Donald Rumsfeld la dirección de las guerras contra Afganistán e Irak.
Es uno de los teóricos de la estrategia de la guerra preventiva aplicada en Afganistán e Irak desde octubre de 2001. De acuerdo con previsiones del Departamento de Defensa la guerra debería haber costado 30 mil millones de dólares, pero se han gastado casi 200 mil millones. Hay datos que avalan cómo se ha utilizado la ocupación y la «reconstrucción» de Irak para promover los negocios de las empresas estadounidenses.
¿Por qué en el Banco Mundial?
El presidente Bush ha mostrado con la postulación de Wolfowitz al BM la voluntad y capacidad de acrecentar el predominio de EU sobre las instituciones multilaterales. Se habría podido alargar a un tercer periodo la presidencia de Wolfensohn en el BM. El mismo había declarado que tenía la impresión de que Washington estaba satisfecho de su gestión. Wolfensohn fue designado por una administración demócrata en 1995, pero ahora Bush indica que quiere colocar «the right man in the right place». Quiere un estratega de la política exterior, un producto puro del aparato del Estado, en excelente relación con el ala neoconservadora y el mundo de los negocios.
En cierta manera, la designación Wolfowitz semeja la de McNamara en 1968. Este fue secretario de Defensa, y había sido retirado por las complicaciones de la guerra de Vietnam. No queda claro por ahora si Wolfowitz es retirado por el fracaso de la guerra de Irak o como señal de lo que George W. Bush considera gran éxito. Pero Wolfowitz, como McNamara, tiene experiencia en la dirección de una gran administración: el Pentágono. Ha sido consejero de la política exterior del presidente de EU.
Probablemente, Wolfowitz, sin causar discontinuidad con Wolfensohn, mantendrá los programas de lucha contra la pobreza. Incluso puede promover anulaciones de deudas multilaterales de los gobiernos mejor comportados, especialmente de países del Africa subsahriana. Ello será de interés para EU por el papel de esa región como fuente de petróleo y materias primas estratégicas. Como McNamara, Wolfowitz usará el mecanismo de la zanahoria y el garrote.
La designación de Wolfowitz debe relacionarse con la voluntad de George W. Bush de nombrar a John Bolton como embajador ante Naciones Unidas. Bolton es bien conocido por su aversión a ese organismo. Como presidente del American Enterprise Institute (1997-2001), intentó hacer despedir a Mohamed El Baradei de la institución de la ONU encargada del seguimiento del programa de desarme de Irak justo antes de la guerra de 2003. Bolton consiguió que EU no ratificara la Corte Penal Internacional y que se retirase de la conferencia sobre el racismo que tuvo lugar en Durban en agosto de 2001. Bolton declaró al Congreso de EU: «Ahora más que nunca a la ONU le hace falta el liderazgo de EU».
La llegada de Wolfowitz no significa una transformación decisiva del BM. No habrá un cambio en los apoyos que hoy se favorecen. Como reconoce Wolfensohn, practicó una política fundamentalmente conforme a los intereses de EU, e incluso ha comprometido préstamos del Banco en Irak.
Queda en el aire si con Wolfowitz continuará la política de diálogo con las ONG y la sociedad civil practicada por Wolfensohn. Su abandono no cambiará gran cosa, ya que al final el Banco no toma en cuenta las opiniones que recoge. Wolfowitz ciertamente delegará esta función de relaciones públicas.
Es previsible que con la nueva presidencia del BM aumenten las presiones sobre gobiernos de países en desarrollo para la privatización de empresas en sectores estratégicos y para los términos de la gestión del endeudamiento externo.
En una declaración del 31 de marzo, el día de su elección, Wolfowitz afirmó que la «visión conservadora» constituye un consenso en materia de desarrollo. Se trata dijo de combinar asistencia, la apertura comercial y un buen clima para las inversiones. Esta visión resume bastante bien la política preconizada hoy por el conjunto de los organismos financieros internacionales.