El Banco Mundial es perverso

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Aunque el objetivo declarado del Banco es aliviar la pobreza y aumentar el empleo estimulando un rápido crecimiento económico, sus programas en realidad benefician a las multinacionales al abrirles el acceso a los mercados de los países empobrecidos.

por Ángela Elósegui y Rosario Torres, economistas.

Cada año, el Banco Mundial canaliza a través de préstamos y donaciones entre 18 y 20 mil millones de dólares hacia los países en desarrollo con el objetivo declarado de “disminuir la pobreza y fomentar el crecimiento económico”, sin embargo, la realidad es que la mayor parte va directamente a las grandes compañías en forma de préstamos, asistencia técnica y reducción de riesgos de inversión.

A pesar de sus muchos escándalos, el Banco es una institución poderosa, que sus accionistas más ricos -los gobiernos del G-7- usan para asegurar a sus empresas transnacionales lucrativos negocios en los países en desarrollo. Para ello, el Banco Mundial, que tiene más de 60 años de existencia, está integrado en la actualidad por las cinco instituciones siguientes:

El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) y la Asociación Internacional de Fomento (AIF).

Se encargan de dar las prescripciones políticas que acompañan el financiamiento del Banco a los proyectos y programas de «desarrollo», y que consisten en paquetes de reforma económica que buscan instalar gobiernos que establezcan economías capitalistas favorables a las multinacionales. Estas reformas, conocidas primero como Programas de Ajuste Estructural y luego redefinidas como «estrategias de reducción de la pobreza», están diseñadas para abrir los mercados y economías de los países receptores de los préstamos a la inversión extranjera a través de la liberalización del comercio y las inversiones, la privatización de los servicios públicos y la desregulación financiera. Las reformas también exigen la eliminación de los subsidios cruzados para los pobres y las protecciones para los trabajadores y los productores y empresas nacionales, y el drástico recorte de los programas sociales (salud, educación, agua potable y saneamiento….).

Aunque el objetivo declarado del Banco es aliviar la pobreza y aumentar el empleo estimulando un rápido crecimiento económico, sus programas en realidad benefician a las multinacionales al abrirles el acceso a los mercados de los países empobrecidos en sectores cruciales como la agricultura, los servicios y la industria. Con su insistencia en que los países prestatarios rebajen sus reglamentaciones en materia laboral y ambiental y establezcan sistemas impositivos y regímenes de propiedad favorables a las multinacionales, el Banco les asegura un pasaje gratis.

La Corporación Financiera Internacional (CFI). Es la mayor fuente multilateral de financiamiento para las empresas privadas en los países en desarrollo. Para ello ha desarrollado una amplia variedad de herramientas y servicios especializados en asesorar respecto a las políticas de privatizaciones en los países en desarrollo. La mayor parte del apoyo está destinado a grandes multinacionales que obtienen acceso a enormes contratos gubernamentales para proyectos de infraestructura y de servicios relativamente libres de riesgo. Todo ello en perjuicio de las pequeñas empresas locales, ya que las salvaguardas sociales y ambientales son invalidadas cada vez más a menudo, en aras de las exigencias de lucro de las multinacionales.

– El Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI). Mitiga los riesgos políticos de la inversión privada en los países de alto riesgo. Protege la inversión privada contra las pérdidas que pudieran resultar del incumplimiento de contratos, o en casos de guerra y revueltas civiles, golpes de Estado, sabotajes y terrorismo. Los beneficiarios del OMGI son generalmente empresas transnacionales que operan en sectores del agua, la energía, el petróleo y el gas, las telecomunicaciones, los automotores, el agro-negocio y el turismo de lujo.

– El Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI).  Es un tribunal privado, casi secreto para resolver las controversias entre Estados e inversionistas privados, protegiendo los derechos de éstos en sectores cruciales como el agua, la electricidad, las telecomunicaciones, el petróleo, el gas natural y la minería.

La simbiosis entre el Banco y las empresas se ve claramente en las industrias de la biotecnología y de los agroquímicos. Las políticas agrícolas del Banco las han redactado empresas como Monsanto, Aventis, Novartis y Dow. Incluso aunque el Banco haya ampliado su discurso sobre la sostenibilidad ambiental en la década de 1990, sus proyectos siguen promoviendo un mayor acceso de los productores agrícolas a los agroquímicos y a las semillas transgénicas. En ese período, el Banco también emprendió asociaciones empresariales con las empresas principales de plaguicidas y de biotecnología, a través de un programa de intercambio de personal en el que participaron 189 empresas, gobiernos, universidades y agencias internacionales. Un analista de mercadeo de Aventis (ahora Bayer CropScience) pasó casi cuatro años en el BIRF elaborando la posición de ese organismo sobre biotecnología agrícola y estrategias de promoción financiera a través de la CFI. El máximo responsable de relaciones públicas de Novartis (ahora Syngenta) pasó un año trabajando en estrategias de extensión para la unidad de desarrollo rural del Banco. Los funcionarios del Banco colocados en Novartis y Rhone Poulenc Agro (ahora parte de Bayer) a fines de la década de los 1990, le brindaron a esas empresas asistencia en materia de biotecnología y sobre asociaciones para el desarrollo rural. El Banco adaptó sus estrategias agrícolas para adecuarse a las necesidades de las compañías líderes en biotecnología y agroquímicos, las cuales, por su parte, ganaron acceso a la elaboración de políticas públicas en los países en desarrollo gracias al auspicio del Banco[1].

El Banco está orgulloso de sus actuaciones: «Actuamos como un elemento de disuasión potente contra las acciones de los gobiernos que pudieran afectar negativamente las inversiones. E incluso si surgen controversias, nuestra influencia en los gobiernos receptores frecuentemente nos permite solucionar las diferencias dejando conformes a todas las partes»[2].

Desde hace varias décadas el Banco usa el desarrollo y la reducción de la pobreza como justificación para fomentar los intereses de las grandes multinacionales. Ha utilizado su posición como acreedor preferencial y coordinador de la asistencia en los países empobrecidos para que aquéllas puedan lucrarse de las crisis y las necesidades estructurales  de éstos. Todo ello se traduce en más millones de victimas.

Por lo tanto, habrá que empezar a plantear que, para erradicar el empobrecimiento del 80% de la humanidad, será necesario que desaparezca el Banco Mundial.

 


[1] The World Bank and the «Next Green Revolution»: Devastating IMF/World Bank sponsored environmental projects in the name of progress. Brian Tokar. Green Tide. Z Revista en línea, abril 2004, Volúmen 17, Número 4.

[2] https://www.miga.org/