El COMPROMISO POLÍTICO y la VIDA de FAMILIA

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Normalmente las familias en nuestro entorno no suelen estar comprometidas en la política. Predominan más los comportamientos de evasión y de despreocupación por el bien común que las actitudes de verdadera responsabilidad individual y colectiva ante los grandes y graves problemas que vive nuestra sociedad. Si nuestro punto de partida es la fe cristiana y, por tanto, las exigencias que ello comporta de lucha por la justicia, de servicio a los más débiles, de vida solidaria o de transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales que oprimen al hombre, el problema se complica más…

Carmelo Ramírez Marrero
Revista Id y Evangelizad nº 42
Enero 2005

Normalmente las familias en nuestro entorno no suelen estar comprometidas en la política. Predominan más los comportamientos de evasión y de despreocupación por el bien común que las actitudes de verdadera responsabilidad individual y colectiva ante los grandes y graves problemas que vive nuestra sociedad. Si nuestro punto de partida es la fe cristiana y, por tanto, las exigencias que ello comporta de lucha por la justicia, de servicio a los más débiles, de vida solidaria o de transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales que oprimen al hombre, el problema se complica más. Para una persona responsable, y mucho más para un cristiano, la exigencia del compromiso para avanzar hacia una sociedad justa y solidaria es un tema de primera magnitud.

En este contexto la vida familiar adulta y responsable no se puede plantear al margen de los grandes problemas de nuestro tiempo: el hambre que sufre 3/4 partes de la humanidad, las más de 80 guerras existentes, el desigual sistema de relaciones comerciales que los países enriquecidos imponen a los países empobrecidos, la pobreza y la marginación de miles de personas, de semejantes, que nos rodean, o las instituciones políticas, ideológicas, culturales y económicas al servicio de los poderosos.

Vivimos en un mundo donde la familia no puede plantearse como si fuera una burbuja que no se contamina del mal exterior. Todos participamos, conscientemente o no, de estos problemas. Y tenemos nuestro grado de

Sin lugar a dudas creo que lo más importante de nuestra vida familiar es el compartir una actitud y un compromiso solidario con los pueblos del Tercer Mundo, con los más empobrecidos de esta sociedad. Ello ha enriquecido el ambiente familiar y ha servido para fortalecer nuestro planteamiento de tratar de que nuestra familia sea fiel a los valores del Evangelio de justicia, solidaridad y amor a los más débiles.
responsabilidad. No caben posturas neutrales, de ambigüedad, de pensar que esto no va conmigo. Si no nos empeñamos en luchar por la justicia estamos del lado del opresor y permitimos el asesinato de los débiles.

Es evidente que la política determina el modelo de vida social y económica en que vivimos y, viceversa, el modelo de vida económica influye también en el entramado socio-político. Todo está entrelazado.

A la hora de configurar nuestro modelo de familia nos encontramos ante una doble alternativa:

  • Plantearnos la familia como un núcleo cerrado, egoísta, que sólo vive para el consumo, que rechaza el compromiso por los demás, que su única aspiración es vivir bien, con dinero y con confort.

    Es un modelo conservador, individualista, y que le sirve muy bien al sistema explotador que hoy domina la sociedad. Es un modelo fracasado, cuyas principales notas se reflejan en el hastío, la rutina, el pasotismo, el soportarse mutuamente, o el vacío interior. La solidaridad no es el eje. Es un planteamiento absolutamente inmoral y, por tanto, contrario a los valores evangélicos.

  • También podemos plantearnos la familia como una comunidad solidaria de personas que tratan de vivir un ideal común de justicia y solidaridad y se esfuerzan en avanzar hacia ella. Es decir, hay un compromiso desde el ámbito de la propia familia con las exigencias evangélicas de lucha por la justicia, de exaltación de los más débiles y de combatir las estructuras injustas que oprimen al hombre en nuestros tiempos. Es plantearnos la familia como un núcleo de lucha y solidaridad, de compromiso por transformar la realidad que nos rodea. Y, además conjuntamente con otras familias y otras personas solidarias, y siendo conscientes de nuestras limitaciones y dificultades. No somos los libertadores de la patria, nos vamos liberando conjuntamente, en la medida en que nuestro compromiso sea más adulto y permanente.
  • Desde nuestra humilde aportación tratamos de vivir este segundo planteamiento. Es decir, configurar nuestra familia como núcleo militante por la justicia y por la vida solidaria. En nuestra breve experiencia destacamos algunos aspectos positivos y también las dificultades que entraña esta opción.

DIFICULTADES O ASPECTOS NEGATIVOS

  • No es fácil optar por una familia solidaria en la sociedad consumista y enriquecida en la que vivimos. Los contravalores del consumismo, del individualismo, del dejarnos llevar por la corriente nos arrastran permanentemente. Hay que estar siempre contracorriente y los momentos de flaqueza y de falta de entusiasmo nos asaltan permanentemente. La sociedad nos invita al individualismo y a vivir bien. Son los becerros de oro a quienes hay que adorar. Luchar contra esto exige una actitud de permanente revisión, autocrítica y conversión.
  • La tentación de preocuparnos sólo por nuestra seguridad y no asumir los riesgos que implica el compromiso político a favor de la justicia y de los más débiles. O también pensar que sólo debemos preocuparnos por el entorno más cercano y olvidar que más de 4.000 millones de seres humanos mueren de hambre y de miseria en los pueblos del Tercer Mundo.
  • No ser verdaderos testimonios de vida solidaria. Lo que convence hoy al mundo es la vida, no la teoría. Las familias políticamente comprometidas necesitan evidenciar esa actitud diariamente, demostrar con la vida que la utopía es posible.
  • Es evidente que el compromiso político resta tiempo y dedicación al aspecto interno de la familia. Las tareas, el cansancio, el escaso tiempo para la formación, etc., todo ello son aspectos muy importantes que hay que cuidar para que el crecimiento de todos los miembros sea armónico y no desarrollarse uno a costa de mantener a otro subdesarrollado. El buscar tiempo y espacios para la convivencia, el diálogo, la reflexión conjunta, es esencial.

ASPECTOS POSITIVOS

  • El vivir en el plano familiar el compromiso político compartido es entusiasmante. Es avanzar hacia esa utopía que todos anhelamos. Nuestra experiencia en este sentido es muy positiva. El convencimiento de que estamos contribuyendo, humildemente, a ese Reino de Justicia y Solidaridad, es una fuente permanente de motivaciones y de dinamismo que nos ayuda a superar las dificultades.
  • Se trata de ir desarrollando un modelo de familia solidario abierto a los demás, no centrado en el bienestar o en el ganar más dinero, sino que se compromete en la lucha en las instituciones y organizaciones populares. Este planteamiento nos hace crecer en adultez y en generosidad, asumiendo nuestras imperfecciones y tratando de superarlas.
  • Otro aspecto importante es el compartir el compromiso con otras familias que también tienen un mismo planteamiento. El espíritu de solidaridad que ello genera es esencial, además de disponer de un marco adecuado que sirve como motor para impulsar el compromiso y para superar los momentos difíciles. El compromiso político compartido fortalece la vida familiar, la consolida, y crea un ambiente adecuado para que los hijos vayan viviendo otros valores distintos a los que les ofrece el sistema.
  • Sin lugar a dudas creo que lo más importante de nuestra vida familiar es el compartir una actitud y un compromiso solidario con los pueblos del Tercer Mundo, con los más empobrecidos de esta sociedad. Ello ha enriquecido el ambiente familiar y ha servido para fortalecer nuestro planteamiento de tratar de que nuestra familia sea fiel a los valores del Evangelio de justicia, solidaridad y amor a los más débiles.