El Corte Inglés y Mango deberían ser juzgados en España por lo ocurrido en Bangladesh

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“Las empresas transnacionales se lavan la cara invirtiendo en publicidad y dotándose de normas de conducta que resultan ineficaces”. Entrevista a Juan Hernández profesor de derecho del trabajo. Destaca en la entrevista la mentira de la responsabilidad social corporativa de las grandes empresas.

Pregunta. ¿Cómo se puede controlar a las empresas transnacionales?

Respuesta. Es complicado porque la responsabilidad de la empresa transnacional se sostiene sobre el estado donde invierte, comercia o compra. Por ejemplo, Mango y El Corte Inglés van a Bangladesh y solo responden ante ese gobierno. La arquitectura jurídica está pensada para que cumplan la legislación de Bangladesh y punto. Y en el caso de ese país, la legislación laboral está sometida a un modelo neoliberal brutal. Es decir, los trabajadores tienen unas condiciones laborales en cuanto a salario, descanso…. propias de la Revolución Industrial. No hay ningún control ni inspección, de ahí que se haya caído la fábrica en Bangladesh. Las transnacionales se instalan allí porque la tasa de beneficio es altísima gracias a la explotación que sufren los trabajadores.

P. ¿Y cómo se puede romper ese círculo?

R. Pues hay que buscar mecanismos de control acordes con los tiempos: extraterritorialidad. Eso significa que las empresas transnacionales no solo estén sometidas a la legislación del país donde tiene la fábrica. Es un escándalo que no se puedan juzgar tanto a El Corte Inglés como Mango en España por lo que ha sucedido en la fábrica de Bangladesh donde se producía ropa para éstas y otras multinacionales. Cuando se dan hechos de alta gravedad relacionados con los derechos humanos y está implicada una multinacional española debería intervenir un tribunal nacional. Se trata de extraterritorializar la situación y que los directivos de esas empresas den cuenta del beneficio que obtienen y si conocían las condiciones en las que se desarrollaba el trabajo. Es inconcebible que no haya una  responsabilidad civil y penal.

P. Habría que empezar por concienciar a la sociedad de lo que supone la muerte de esos trabajadores.

R. Es cierto. Tenemos que hacer  una reflexión ética de qué está pasando con los políticos, con los directivos de las empresas multinacionales y lo que hacemos cada uno de nosotros. No tenemos excusa. Hay que reaccionar.

P. La imagen de las empresas transnacionales es que son las que tiran del carro de la economía y las que generan empleo.

R. El modelo que han establecido es tan puñetero que penetra en la cabeza de la gente. Se supone que estas empresas crean empleo. Pero, ¿cuánto empleo, riqueza, transferencia tecnológica y cuántos impuestos pagan en los países receptores y cuánto llega a su país de origen y se transforma en empleo? Algo crearán. Pero la mayoría del dinero se va a otros bolsillos. Hay que meterles en cintura. Mire, Repsol ganaba en Bolivia en algunos pozos un 82% de beneficio y pagaba un 18% al estado. Eso es un atraco.

P. Ante la presión, las multinacionales recurren a la deslocalización.

R. Pero no se van a ir. En España se ha vendido lo mala que es la presidenta de Argentina (Cristina Fernández de Kirchner) por nacionalizar la filial de Repsol, pero nadie se ha preguntado por la seguridad jurídica de las personas y sus derechos humanos. Lo que habría que hacer es poner aranceles para las empresas que deslocalicen y después traten de vender en el país. En Francia ya se ha hecho. El capital usa la deslocalización como instrumento económico y amenaza los derechos de los trabajadores cuando haga falta.

P. ¿El boicot es un instrumento eficaz?

R. Las campañas de boicot han sido eficaces. Más que por las ventas, porque la imagen corporativa queda dañada. Para contrarrestar este tipo de estrategias la cara invierten millones de euros o dólares en publicidad y recurren a iniciativas como la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que es un código de conducta de normas del que se dota una empresa y por el que se deben regir los trabajadores y sus directivos.

Lavado de cara

P. ¿Un lavado de cara?

R. La RSC es una estrategia de publicidad que permite a las multinacionales presentar como empresas responsables ante sus clientes y la sociedad en su conjunto. Por lo general, las que más invierten en promocionar su RSC son las más ineficaces y las que más denuncias acumulan.

P. ¿Resulta complicado cruzar los derechos humanos con los intereses de las multinacionales?

R. Lo principal son los derechos colectivos. Se trata de explicar bien lo que hacen las multinacionales y entonces se podrá observar que, por ejemplo, Repsol no crea tanto empleo en España. Además, tiene paraísos fiscales y provoca graves impactos entre los indígenas de América Latina.  Igual que resulta un escándalo que Telefónica siga obteniendo beneficios y echando gente a la calle. Cuando la sociedad entiende que esas prácticas no son razonables se vuelve más exigente a la hora de pedir unas adecuadas normas de comportamiento y respeto a los derechos humanos.

P. Los políticos no parece que tengan mucha capacidad de enfrentarse a las multinacionales.

R. Tienen tomado al poder político con varias fórmulas como el ‘lobby’, la puerta giratoria (trasvase de directivos del sector público al privado), el dinero que presta la banca a los partidos…. ¿Usted sabe cuánta deuda les han condonado? El poder político se podría plantar, pero no lo hace porque está tomado.

Autor: Eduardo Azumendi

Entrevista a Juan Hernández, profesor de derecho del trabajo, de la Universidad del País Vasco ( * Extracto)