El crimen del paro

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La noticia es terrible y desoladora: casi seis millones parados. Unos datos que son escandalosos.

El número de personas sin empleo parece que no tiene freno y la cifra de 5.778.100 en octubre de 2012, según la Encuesta de Población Activa (EPA), es inmoral. Una de cada cuatro personas que puede trabajar no puede, no encuentra nada.. Los hogares con todos sus miembros en paro son 1.737.900. Esto supone que a uno de cada diez hogares no llegan unos ingresos regulares con los que poder mantener una vida mínimamente digna y la consiguiente necesidad de hacer lo que sea para poder llevar algo a casa. Recientemente Cáritas resaltaba que el 14% de los trabajadores no pueden sacar a sus familias adelante a pesar de trabajar ocho o diez horas diarias. Y todavía nos sorprendemos de la existencia de la economía sumergida…

Por edades los jóvenes siguen siendo los grandes perdedores. Más de la mitad está en el paro. La tasa de paro de los menores de 25 años se encuentra en un 52,64%. ¿Qué futuro tienen los jóvenes ante sí? No hay trabajo, no tienen experiencia y además si se encuentra algo es un trabajo precario. ¿Cómo tener una mínima estabilidad en la vida? ¿Cómo plantearse formar una familia? ¿Qué esperanza les queda?

El otro colectivo que está pagando los platos rotos por la crisis es el de los inmigrantes, cuyo paro es el 34,84%. No olvidemos que abandonaron su país para buscar un futuro mejor, en muchos casos comida y casa, en el nuestro y que enriquecen nuestro país con su trabajo. Ahora también nosotros nos sumamos a este proceso y emigramos a otros países en buscar de un trabajo, sobre todo ingenieros, informáticos, profesionales de la salud y comerciales. En el primer semestre de este año emigraron a otros países un 44,2% más que en 2011

Resultados poco alentadores unos y otros. Todas estas cifras cuando se leen una y otra vez no pueden dejar a uno sin reacción. Detrás de cada número hay una persona y una familia sufriendo. El paro no es mala suerte, está organizado para explotar a la persona y que se sienta cada día que pasa más vulnerable. El paro provoca que se acepte lo que sea y por lo que sea ya que la desesperación se encuentra arraigada en el corazón. La dignidad se pierde cuando se mendiga una hora de trabajo para poder sacar apenas unas migajas o un subsidio o subvención que permitan sobrevivir a duras penas.

El desánimo es generalizado y la vulnerabilidad cada vez mayor. Hay cada día un mayor número de situaciones dramáticas que claman justicia y eso es lo que hay que pedir y construir. Resulta inmoral que se afirme que el paro no tiene solución y que no se puede hacer nada. Tiene solución si queremos.

Hay que ayudar a crear realidades económicas donde el objetivo no sea llenar la cartera, o como dicen los economistas el afán de lucro, sino crear trabajo. El trabajo es la única fuente de riqueza. Empecemos por cambiar nuestra forma de vida. Empecemos a asociarnos con otros, a apoyarnos con otros, a unirnos a otros. Juntos podremos afrontar muchas de las necesidades de la vida cotidiana. Juntos podremos abrir nuevas posibilidades económicas, políticas y sociales que vayan transformando las cosas.

No aceptemos lo inaceptable y las cosas empezarán a cambiar. No aceptemos lo anormal como normal. La lucha contra el paro debe ser una lucha solidaria por el cambio radical de sociedad, de cultura, en donde los últimos de la tierra, sean la referencia.