EL DESEO DE LOS POBRES

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¿Existe un sólo cura que osase predicar sobre este texto?:



Es demasiado grave, demasiado evangélico, demasiado poco caritativo. Los ricos no comprenden que los pobres tengan consuelo o goces. La simple idea de que un indigente haya comprado tabaco o tomado una taza de café, les es insoportable.(…) Mis hijos, mi mujer van a morir, condenados por millares de mis hermanos que podrían salvarlos dándoles solamente la pitanza de uno de sus perros. Yo mismo ya no puedo más,(…) La más horrible de las maldades es la oprimir a los débiles, a los que no pueden defenderse. Quitar el pan a un niño o a un anciano, por ejemplo, y tantas otras iniquidades de igual género, cuya sóla idea nos destroza el corazón eso es lo que debe ser estricta, rigurosa, eternamente reprochado a los ricos.(…) He hablado de la prostitución de la palabra caridad, estúpida y diabólicamente sustituida por el nombre mas humilde de limosna. Cuando no se es exactamente una mala persona, se hace la limosna, que consiste en dar una parte muy pequeña de lo superfluo. El limosnero da a los otros, esto es, lo que pertenece a los otros, lo que es superfluo. El caritativo se da él mismo al dar su necesario, y con ello el deseo del pobre se extingue… Se quiere, a la fuerza, que el Evangelio haya hablado de un mal rico, como si pudiese haberlos buenos. El texto es muy claro: homo dives, «un rico», sin epiteto. Ya sería tiempo de desacreditar este pleonasmo que sólo tiende a desnaturalizar, en beneficio de los devoradores de pobres, la enseñanza evangélica.