El desprecio a los ancianos entre los cristianos occidentales

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Desde siempre, los pueblos que se precian de responsables y sabios, han respetado, cuidado y honrado a sus ancianos. Bien sabido es que en oriente, la tradición está fuertemente atada a los mayores y cada persona nace y crece sabiendo que se les debe honra y cariño.
Claudia Florentín,
BUENOS AIRES, Argentina. 15 de junio de 2007 

La Biblia, como libro que refleja la vida de un pueblo del oriente, no es ajena a esta realidad. Basta leer en Salmos, Proverbios y Eclesiastés, para conocer la idiosincrasia judía que ve en la cabeza blanqueada por los años un signo de tiempos vividos, de aprendizajes efectuados, de sabiduría a tener en cuenta.


¿Que nos pasó a los pueblos occidentales? Digo occidentales y pienso en occidentales y cristianos.


Porque los pueblos originarios de estas tierras sabían de la sabiduría puesta en los ancianos; los consejos de ancianos son un claro ejemplo de la autoridad derivada en ellos.


Pensaba esto hoy- desde mi identidad cristiana, desde mi ser humana- cuando se conmemora el Día Mundial sobre la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Este día ha sido instituido por la Red Internacional para la Prevención del Abuso y Maltrato en la Vejez –INPEA- International Network for the Prevention of Elder Abuse


La ciudad de Buenos Aires dio a conocer ayer que unas 1.200 denuncias mensuales por maltrato a adultos mayores se reciben por mes en la subsecretaría de Integración y Promoción del ministerio de Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires, distrito donde habitan 700 mil hombres y mujeres con más de 60 años.


«La mayoría de las denuncias provienen de mujeres», afirmaron desde la subsecretaria. Qué pasa con estos adultos mayores? Las denuncias dicen que son sometidos a situaciones de maltrato y abuso que «muchas veces no son registrados como tales», a modo de ejemplo citaron «el maltrato financiero que los hijos ejercen sobre los padres».


¿Qué tipo de maltrato existen? Los expertos identifican varios tipos: Maltrato físico, emocional, por descuido o abandono, sexual, cultural y estructural.


Los españoles tienen problemas similares, el diario el País afirma que, según fuentes socialistas, las estadísticas indican que entre el 26 y el 50% de las víctimas ancianas sufren más de un tipo de malos tratos, y que en el 50-60% de los casos los hijos son los principales responsables.


«Honra a tu padre y a tu madre», nos han enseñado, y aunque a veces es cierto que hay padres o madres que no han sabido ni querido buscar el cariño y el respeto de sus hijos e hijas, es verdad que los ancianos constituyen un grupo vulnerable y por lo tanto, un sector que debe ser protegido.


Me decía un colega musulmán que en el mundo islámico, uno raramente encuentra asilos o instituciones destinadas al cuidado de los ancianos. «En el Islam, no es suficiente que tan solo oremos por nuestros padres, sino que debemos tratarlos con una ilimitada compasión, recordando que cuando éramos unos niños desvalidos ellos nos prefirieron a si mismos», afirman.


Los tiempos actuales hacen que lo que está escrito en las tradiciones, sea imposible de cumplir en la práctica, me dicen algunas personas, y tienen también razón. La gente ahora trabaja todo el día, no tiene espacio en sus hogares y apenas puede arreglarse con su propia vida. ¿Cómo hacerse cargo de un anciano o anciana? Así, con esas motivaciones atendibles, los hogares de ancianos están llenos de abuelos que no saben nada más de aquellos hijos que vieron nacer y crecer, de los nietos que esperan en vano, vayan a verlos. El abandono es una forma de maltrato que se lleva sigilosamente las ganas de vivir de cualquier ser humano. Cuando hay afectos y ganas, muchos problemas encuentran soluciones.


La sociedad también es expulsiva de los ancianos; como su valor de mercado y de mano de obra es escasa o nula, se tornan descartables. Los planes sociales no contemplan su realidad, las más de las veces precaria en salud y fuerzas. Los aportes de toda una vida de trabajo son apenas suficientes para adquirir medicamentos y es ahí donde muchos se hacen dependientes de sus hijos o nietos, con todas las posibilidades de ser maltratados o abusados. Las calles también están llenas de peligros y obstáculos para quienes se desplazan, por sus años, con dificultades motoras.


Las iglesias olvidan a menudo las necesidades diferentes de quienes portan canas. Pocas comunidades plantean actividades para ellos y les dedican tiempo de reflexión. Incluso, con la onda de renovación litúrgica en muchas comunidades, las personas mayores son vistas como obstáculos ya que muchos se resisten a los cambios, y son dejados de lado por las liturgias y celebraciones. Es importante que en cada iglesia haya espacios para todos y todas, con sus necesidades y sus maneras de alabar a Dios.


Cuando los ojos de una anciana o un anciano me encuentran en las calles de esta ciudad, y en el frío del invierno los veo vendiendo algo para subsistir, una enorme carga me invade el alma. Ellos deberían estar cuidados, respetados, descansando de toda una vida de esfuerzos, y están ahí, dejando sus últimos años sin disfrutar.


Resumiendo, hay mucho para hacer. Si queremos ser seres humanos concientes, tenemos la misión de cuidar y respetar a los mayores. Si nos guía la fe cristiana, deberíamos tomar más ejemplos de nuestro libro sagrado y ver que las misiones y las promesas divinas muchas veces llegaron en la ancianidad (Abraham, Moisés, Simeón, Isabel y Zacarías). La imagen y semejanza de Dios no se desvirtúa con los años, por lo tanto no hay excusas para que nosotros la desvirtuemos.