El distintivo de la libertad

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La persecución actual a la Iglesia, en países lejanos como la China en Oriente o Cuba en Occidente, o sin ir más lejos en nuestro propio país, no puede sorprendernos, ciertamente. Es el distintivo del discípulo de tal Maestro, y por tanto el distintivo de la auténtica libertad.

Fuente: Alfa y Omega


Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros: este anuncio que hace Jesús a los apóstoles en la Última Cena no ha dejado de verificarse a lo largo de la Historia. Y el mismo Jesús les explicaba el porqué: Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. La persecución actual a la Iglesia, en países lejanos como la China en Oriente o Cuba en Occidente, o sin ir más lejos en nuestro propio país, no puede sorprendernos, ciertamente. Es el distintivo del discípulo de tal Maestro, y por tanto el distintivo de la auténtica libertad. Desde el martirio del diácono Esteban en Jerusalén, hasta los de hoy mismo, a lo largo y ancho del mundo, son testimonio vivo de esta libertad. La palabra de Dios -en efecto- no está encadenada. Tan es así, que ya desde aquel primer momento, precisamente a raíz de la persecución, los discípulos que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. En lugar de lamentarse, ¡anunciaban la libertad! ¿O acaso cabe mayor libertad que mostrar con la propia vida esa verdad inapelable de que al hombre de nada le sirve ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo y, por el contrario, lo que le importa realmente es ganar la vida para siempre, por mucho que pierda lo que está llamado a perecer?


No quedó la advertencia de Jesús a los discípulos en anunciarles la persecución. Su anuncio contenía ya la esperanza de sus frutos: Si han guardado mi Palabra, también guardarán la vuestra. Dos mil años de cristianismo no han dejado de poner bien de manifiesto esta misteriosa, ¡pero realísima!, fecundidad en la persecución: de ella siempre ha salido la Iglesia fortalecida. El futuro, la esperanza, efectivamente, estaba, y sigue estando, en aquellos que sufren tal persecución, como ya lo predijo el mismo Señor al comienzo del Sermón de la Montaña: Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos. Hoy lo reitera Benedicto XVI en la encíclica Spe salvi, mostrando cómo la fe cristiana está impregnada de esperanza, al hilo del texto de la Carta a los Hebreos en el que el autor -recuerda el Papa- habla a los creyentes que han padecido la experiencia de la persecución y les dice: Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes. Esos bienes confiscados -explica Benedicto XVI- son las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el sustento, la base, la sustancia con la que se cuenta para la vida. Esta sustancia, la seguridad normal para la vida, se la han quitado -y quitana los cristianos perseguidos. Lo han soportado -y soportan- porque, después de todo, consideran irrelevante esta sustancia material. Han encontrado una base mejor para su existencia, una base que perdura y que nadie puede quitar.


En su viaje apostólico a los Estados Unidos, el Papa ha vuelto a lanzar esta gozosa llamada a la esperanza que ya no teme la persecución, porque Cristo nos ha hecho libres de veras, hablando precisamente a los jóvenes, tentados de la falsa libertad, con la que no serán perseguidos; ellos solos van directamente hacia su destrucción: ¿Qué objeto tiene una libertad que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto? ¿A cuántos jóvenes se les ha tendido una mano que, en nombre de la libertad o de una experiencia, los ha llevado al consumo habitual de estupefacientes, a la confusión moral o intelectual, a la violencia, a la pérdida del respeto por sí mismos, a la desesperación incluso y, de este modo, trágicamente, al suicidio? Queridos amigos, la verdad no es una Evangelización y espiritualidad imposición. Tampoco es un mero conjunto de reglas. Es el descubrimiento de Alguien que jamás nos traiciona; de Alguien del que siempre podemos fiarnos. Buscando la verdad llegamos a vivir basados en la fe porque, en definitiva, la verdad es una persona: Jesucristo. Ésta es la razón por la que la auténtica libertad no es optar por desentenderse de. Es decidir comprometerse con; nada menos que salir de sí mismos y ser incorporados en el ser para los otros de Cristo.


¿Que la persecución por causa de Cristo es fuente de bienaventuranza y de alegría? No nos quepa duda. Como tampoco cabe duda alguna de que los así perseguidos son la verdadera esperanza del mundo. Hoy, exactamente igual que en los comienzos: Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres. Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús. El ¡Alegraos! prometido se cumplió con creces. Y se sigue cumpliendo.