Por Juan José Marín. Doctor en biología.
En el contexto actual, existe un interés general por el estado del medio ambiente o, al menos, es un tema sobre el que se pretende bascule la toma de decisiones en otros ámbitos de la política, la economía o la cultura, entre otros. Hoy la cuestión ambiental ocupa una posición destacada en la lista de temas que preocupan a la población. No se trata de algo exclusivo de científicos y conservacionistas, sino que se ha convertido en un asunto presente en la agenda internacional.
UNA MIRADA AL PASADO
El origen de nuestro planeta, junto al resto del sistema solar, se remonta a más de 4.500 millones de años[1]. Recientemente, a partir de los datos del Telescopio de Cosmología de Atacama, en Chile, se ha datado la edad del universo en 13.770 millones de años.
Sin embargo, la aparición del ser humano es muy posterior. Los fósiles de Homo sapiens más antiguos que se conocen datan de unos 210.000 años atrás. Es decir, si comparamos el origen de nuestra presencia con el de la tierra, nos podemos considerar unos “recién llegados” al planeta. Si hacemos un sencillo ejercicio y llevamos la edad de la tierra a la duración de un día, es decir, 24 horas, los primeros Homo sapiens aparecerían 3,8 segundos antes de las 24 h.
En lo referente a la capacidad del hombre para aprovechar y utilizar los recursos del planeta, así como para modificar las condiciones ambientales, han ido cambiando a lo largo de nuestra evolución como especie. La actividad principal de los primeros homínidos fue la búsqueda de un sustento que asegurase su supervivencia. Su forma de vida nómada pretendía asegurar la disponibilidad de recursos (agua y alimentos).
Más tarde, ya en Neolítico, el hombre comenzó a producir alimentos a partir del cultivo de la tierra y la domesticación de animales. La mejora de las técnicas agrícolas hizo al hombre sedentario y aparecieron entonces las primeras aldeas, el crecimiento de los grupos familiares, la división del trabajo, la organización social, etc.
Todos estos cambios marcaron una estructuración cada vez mayor de la sociedad, lo que sirvió para diferenciar la prehistoria de la historia.
EL HOMBRE COMO GENERADOR DE PROBLEMAS AMBIENTALES
Es evidente que el hombre ha sido capaz de utilizar los recursos que la Tierra nos ha ofrecido en cada momento para satisfacer nuestras necesidades básicas: alimentación, vivienda, refugio, energía, agua, ropa, etc. La mayor parte del tiempo, ese uso y disfrute de los recursos que el planeta nos ofrecía, se ha realizado de una forma respetuosa, equilibrada o, en términos políticamente correctos, más actuales, de forma “sostenible”.
Sin embargo, esa situación cambió recientemente. Puede decirse que, desde la revolución industrial, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, se han producido una serie de cambios que han provocado una transformación radical a nivel socioeconómico, tecnológico, cultural y ambiental. Probablemente, la mayor de la humanidad desde el Neolítico.
En este sentido, la economía basada anteriormente en el trabajo manual fue reemplazada por otra dominada por la industria y la manufactura. Comenzó la mecanización de la industria textil, el desarrollo de los procesos siderúrgicos y la expansión del comercio gracias al desarrollo de las rutas de transportes y el nacimiento del ferrocarril. Hubo importantes innovaciones tecnológicas, especialmente la máquina de vapor. Se consiguió así aumentar la cantidad de productos y bienes de consumo al tiempo que disminuyó el tiempo en el que estos se realizaban. Fue el inicio de la producción en serie, se rebajaron los costos, aumentó el número de unidades producidas y las ganancias de los dueños de los bienes de producción.
La máquina exigía menos individuos, pero más cualificados, con lo que se redujo el número de personas empleadas, arrojando de manera incesante masas de obreros de un ramo de la producción a otro distinto. También se produjeron cambios en la relación entre trabajadores y patronos, limitándose a las relaciones laborales, con el único objetivo de obtener el máximo beneficio.
En el plano social, la mejora de alimentación y las condiciones higiénico-sanitarias, dieron lugar una etapa de crecimiento demográfico. Las migraciones desde el campo a las ciudades y el crecimiento acelerado de los suburbios, con el consiguiente hacinamiento y empobrecimiento de sus habitantes, provocó el surgimiento de guetos en los que eran comunes los problemas de desnutrición, brotes infecciosos, el trabajo y la explotación infantil,… al tiempo que aumentaba el paro de los adultos y su desesperanza, el alcoholismo, la prostitución, etc. Y todo ello hasta que la clase trabajadora se organizó sindical y políticamente, luchando por un cambio profundo en la sociedad, para mejorar las condiciones de vida en todos los sentidos.
En la actualidad, se ha ido creando un consenso alrededor de las cuestiones ambientales que se traduce en una gran homogeneidad de opiniones: la mayoría de las personas se declaran interesadas o preocupadas por la problemática ambiental; es un asunto de gravedad creciente; se aceptan las “conclusiones” presentadas en los informes elaborados por los diferentes organismos e instituciones, tanto nacionales como internacionales. La mayoría de la población piensa que debemos conocer qué está ocurriendo y actuar para conservar el medio ambiente.
UNA IMAGEN DE LA REALIDAD
– La contaminación y las sustancias tóxicas causan al menos nueve millones de muertes prematuras en el mundo. La contaminación atmosférica es el mayor contribuyente a esas muertes prematuras, al causar unos siete millones de ellas cada año.
– Toda la población está expuesta a la contaminación ambiental, sin embargo, los habitantes de los barrios más ricos disfrutan de una calidad del aire mayor que los barrios pobres. Es decir, a la hora de sufrir los efectos de la contaminación, existen desigualdades sociales ligadas a la pobreza.
– Los países con menos ingresos sufren las peores consecuencias de la contaminación química: arsénico presente en el agua de bebida, partículas derivadas de los motores diésel, hidrocarburos,….
– La huella ecológica provocada por los 163 millones de perros y gatos domésticos en Estados Unidos, traducida en consumo de carne, les sitúa en quinta posición a nivel mundial, si formasen un país.
– Los teléfonos móviles contienen arededor de 40 materiales tóxicos. El elemento más contaminante de un móvil es la batería: sus compuestos contaminantes podrían contaminar 600.000 litros de agua: el consumo doméstico de agua de todos los hogares españoles durante un día.
– Solo el 1% más rico de la población mundial emitirá 30 veces más CO2 en 2030 que el límite fijado en el Acuerdo de París: cada persona de ese 1% más rico debería reducir sus actuales emisiones un 97%.
– Cada día mueren 100.000 personas a causa del hambre, la mitad niños. Sin embargo, el planeta tiene capacidad para producir alimentos que aporten 2.100 kilocalorías por día al doble de la población mundial actual (Jean Ziegler, relator especial de la ONU).
– Según un informe de UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 2.200 millones de personas en todo el mundo no cuentan con servicios de agua potable y 4.200 millones de personas no cuentan con servicios de saneamiento.
– En 2017 se calcula que murió un niño menor de 15 años cada cinco segundos, la mayoría por causas prevenibles (evitables). La mayoría de las muertes ocurren durante los primeros cinco años de vida.
¿CÓMO HEMOS LLEGADO A ESTA SITUACIÓN?
Es cierto que no todos tenemos el mismo grado de responsabilidad, sin embargo, todos somos responsables de la situación actual. Unos por acción, otros por omisión, otros por indiferencia, otros por su afán de lucro y poder, otros por su posición de debilidad, otros… Es un hecho que nuestro estilo de vida y el nivel de consumo, en los países enriquecidos, son los principales responsables del deterioro medioambiental a nivel global, representando, por ejemplo, el 86% de las emisiones mundiales de carbono.
La deslocalización y externalización de la producción, trasladando las industrias más contaminantes a los países empobrecidos del sur, imponiendo incluso condiciones a los gobiernos locales para hacerlo en un país y no en otro; la búsqueda de mayores márgenes de beneficio a costa de ahorrar en medidas de seguridad y protección o, lo que es más grave, utilizando mano de obra esclava; la inexistencia en muchos de estos países de una legislación laboral y medioambiental que deba cumplirse; los sobornos a las clases dirigentes y corruptas, la cultura del usar y tirar, nuestro consumismo exacerbado, la indiferencia ante la realidad del otro, el seguidismo irreflexivo y acrítico de líderes e influencers, etc… son responsables de esta situación.
Demos añadir, además, la inconsciencia de buena parte de la población (nosotros), el no querer saber, la difusión de falsas verdades, los mitos, la manipulación que sobre la realidad se hace desde los organismos internacionales, las instituciones y los medios de comunicación, creando una realidad virtual a su medida en la que los habitantes del norte nos refugiamos y desarrollamos nuestras vidas. Hoy día, para aderezar esa realidad, se intenta impregnar todo de un tinte verde, ecológico y sostenible, como para demostrar que existe un interés por conservar una naturaleza cada vez más dañada.
Pero la verdad, la realidad es bien distinta: hemos configurado un mundo en el que la minoría enriquecida consume y contamina mucho más que el resto de los habitantes del planeta. Así, por ejemplo, el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero puede atribuirse al 10% más rico de la población mundial
HAMBRE: PRIMER PROBLEMA AMBIENTAL
El problema más importante al que se enfrenta la humanidad no es el agotamiento o la falta de recursos, sino una mala distribución de éstos, la imposibilidad de poder usar y disfrutar, incluso, de los recursos que son propios.
La explotación como principio, el robo estructural, las leyes de mercado… han sido las estrategias que el sistema imperialista en el que vivimos ha puesto en marcha para que una minoría de la población mundial viva a costa del expolio, el sufrimiento, e incluso la muerte, de la mayor parte de nuestros hermanos.
En este contexto, muy pocos hablan claramente del primer problema ambiental que tiene hoy la humanidad: el hambre. No existe ningún problema que genere más deterioro de la salud, más sufrimiento, más desigualdades, más muerte que el hambre. Como decíamos anteriormente, más de 100.000 personas mueren cada día a causa del hambre, la mitad de ellos niños.
ANTE EL PROBLEMA AMBIENTAL, ¿CONTROL DE POBLACIÓN?
Desde el último cuarto del siglo XX se viene afirmando, de forma reiterada, que existe un progresivo agotamiento de recursos naturales. En el informe Los límites del crecimiento, publicado en 1972, se apuntaba al colapso en la producción agrícola e industrial y, en consecuencia, a un decrecimiento brusco de la población humana. Como posible solución se propuso el “crecimiento cero”, es decir, paralizar el crecimiento de la economía y la población, de modo que el uso de los recursos naturales que aún quedaban en el planeta no fuesen esquilmados y durasen más tiempo. Más tarde se actualizó y elaboró una nueva versión del informe en la cual se exponía que la humanidad ya había superado la capacidad de carga del planeta para sostener su población. A principios del s. XXI se volvía a abordar la discusión y se señalaba que “no puede haber un crecimiento poblacional, económico e industrial ilimitado en un planeta de recursos limitados”.
La huella ecológica que genera la población mundial supera con creces la capacidad de los ecosistemas para proporcionarnos los recursos y servicios vitales. Ante este panorama han surgido propuestas, en todos los estamentos, para hacer frente a esta realidad. El foco, sin embargo, no se puso en modificar o limitar los patrones de producción o consumo, en supervisar los procesos extractivos y productivos de las empresas multinacionales, en mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, en acordar una legislación básica y común para mejorar la calidad ambiental, en asegurar la seguridad alimentaria de la población o el acceso a fuentes de agua potable y un saneamiento adecuado, en evitar la destrucción de los bosques del planeta, en lograr la reducción de la contaminación… No. Nada de eso. La propuesta central sobre la que bascula toda la panoplia de soluciones tiene un eje central muy distinto: somos demasiados en el planeta y se hace necesario el control de población
En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad… Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas.
El argumento utilizado, simplista y canalla, se vende bien: la humanidad crece a un ritmo sostenido de 80 millones de seres humanos al año, unas 200.000 personas al día, y esas cifras no son compatibles con una reducción del consumo a todos los niveles. La solución parece, por tanto, evidente: debemos ser menos personas en el planeta para, de esa manera, necesitar menos y consumir menos. Para ello se propone, retomando los viejos postulados, reducir el crecimiento vegetativo de la población. «La población mundial debe ser estabilizada y… gradualmente reducida, dentro de un esquema que asegure la integridad social«, se argumenta en la carta firmada por 11.000 científicos y publicada en BioScience en 2019, en la que se apoyan las políticas que reduzcan la fertilidad.
¿POR QUÉ ESTAS PROPUESTAS?
No es casualidad que se produzcan. Algunos, pocos, vivimos bien, muy bien. Nuestro bienestar, saber que tenemos todas las necesidades cubiertas, que comemos todos los días, que podemos acudir al médico ante una necesidad, que podemos tener subvenciones y subsidios si nos hiciese falta,… unido a una falta crónica de análisis de la realidad, la inconsciencia ante las consecuencias de nuestros estilos de vida, nuestra apatía ante los dramas que padecen la mayor parte de los seres humanos, facilitan la aparición y expansión de ese tipo de respuestas.
El sistema económico, político y cultural en el que nos movemos, mediado por los medios de comunicación, las reformas educativas, el sector cultural y de ocio,… lanzan señuelos, en forma de mensajes, que se repiten y sirven para generar una visión y crear una determinada conciencia en la sociedad. Crean una cosmovisión distorsionada del mundo, modelan nuestros anhelos, nuestra percepción del mundo, de acuerdo con esa visión de la realidad que interesa al Imperio. La verdadera realidad, compleja, interconectada e intrincada se nos oculta. Solo alcanzamos a tener una visión difuminada, tergiversada, ajustada a sus intereses, castrándonos incluso el deseo de ver y conocer lo que hay de verdad.
Sin capacidad de análisis, de crítica, de duda, esterilizados frente al dolor del hermano, se ve comprometida la posibilidad para tener esperanza, para pensar que es posible actuar y cambiar la realidad, luchar por la justicia (“esto no hay quien lo cambie”, “esto es cosa de los que están arriba”). De esta manera hemos configurado un sistema perverso que supone un ataque brutal a la dignidad de la persona humana. En este contexto, se formula la propuesta con un objetivo último: acabar con la contaminación, con el daño ambiental (¿y eliminar el hambre y la pobreza?), eliminando al pobre.
Y, sin embargo, es una evidencia que la mayoría de la población del planeta, empobrecida, con su trabajo, su esclavitud y su miseria, está financiando y manteniendo el nivel de consumo y bienestar de una minoría del norte enriquecido. No tener conciencia de esta realidad es el mayor problema con el que nos enfrentamos inicialmente: nada podremos cambiar, no podremos luchar con la Bestia (el sistema imperialista) si no tenemos conciencia de su existencia y su influencia en todos los ámbitos de nuestra vida. Sin ella, será muy fácil convencernos de cualquier cosa que el sistema necesite. Bastará con repetirlo hasta la saciedad para que cale en la población. Un buen ejemplo lo tenemos en las bioideologías y, en particular en este apartado, en el ecocapitalismo.
ECOCAPITALISMO.
Todas las ideologías tienen como objetivo ir moldeando la conciencia y la existencia del individuo. En concreto, el ecocapitalismo es la bioideología que intenta justificar y ejercer el control demográfico que el capitalismo necesita para seguir expoliando la naturaleza y a la mayoría de la población mundial empobrecida. Para ello se sirve de argumentos, muy manoseados, como son el desarrollo sostenible o el cambio climático, con los que se persigue un cambio radical en el modelo energético (energías renovables), transporte (vehículo eléctrico), cultural (metaverso) y productivo (baterías, minería, microchips,…)… conformando así nuevos sectores de negocio con pingües beneficios.
La confluencia de estas bioideologías, junto a la ideología woke, han servido para implantar una dictadura del relativismo, homogenizando y reduciendo la capacidad crítica e intelectual. El acuerdo social en la génesis de los nuevos derechos (¿humanos?) se ha constituido en otro eslabón más de esta realidad. Los nuevos líderes del capitalismo progresista (artistas, periodistas, deportistas, representantes de organizaciones ecologistas,…), las fundaciones filantrópicas (Gates, Soros, Ford, Rockfeller, Guttmacher,…) se han infiltrado en las instituciones condicionando sus políticas. Su objetivo no ha sido el resolver los problemas o proteger la dignidad del ser humano sino, más bien, ser vehículo de una colonización ideológica que ha ido dañando y modificando los derechos fundamentales para promocionar y aceptar otros derechos. Resulta paradójico que se haya atacado y menospreciado el carácter universal de los derechos, inherentes a la propia naturaleza humana, aprobados en la Declaración de 1948. ¿Hemos dejado de reconocer que la justicia, la libertad o la paz tienen en su esencia el reconocimiento de la dignidad de ser humano? Por dramático que resulte, parece que sí. Esta nueva concepción del hombre conduce hacia la globalización de la indiferencia, manteniéndonos ajenos a la verdad transcendente y social del hombre. Todo el proceso converge en la instauración de una ideología-mentalidad-religión trans/posthumanista cuyo objetivo fundamental no es otro que doblegar la naturaleza humana y ponerla servicio del capitalismo.
PERVERSIÓN: CULPABILIZAR A LOS POBRES
Es evidente la realidad del conflicto Norte-Sur. Los recursos disponibles se encuentran, fundamentalmente, en los países empobrecidos, aunque son explotados y esquilmados por los países y multinacionales del norte. ¿Cómo se cuenta?: hay tanta población en los países del sur que no tienen suficiente para comer y son los que más contaminación y degradación ambiental generan.
La manipulación de la realidad, para satisfacer los intereses neocapitalistas ha permitido generar una visión y una conciencia mayoritaria en la opinión pública. Tras lograr el consenso, el imperialismo se siente legitimado para continuar obteniendo beneficios, aunque sea a costa de provocar mayores niveles de explotación económica, dominio político y control social.
Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo [Encíclica Laudato Si’ (Ls), 50].
NECESIDAD DE UN CAMBIO DE PARADIGMA: HACIA UNA ECOLOGÍA INTEGRAL
Desde otra perspectiva, la cristiana-humanista, al frente de la cual se encuentra la Iglesia Católica, se propone una conversión ecológica integral en la que el clamor de la tierra (explotación de recursos, contaminación, degradación ambiental, pérdida de biodiversidad,…), esté unido al clamor de los pobres (hambre, miseria, explotación, esclavitud, enfermedad…). Esta mirada plantea una llamada a conocer y profundizar en aquellas corrientes que denuncian los impactos ecológicos generados por el neocapitalismo y que luchan por una ecología integral, incorporando la dimensión humana y social, trabajando por el bien común y evidenciando la relación directa entre la destrucción del medio ambiente y la aniquilación de los más débiles.
No podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre medio ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres [Ls. 49].
Buscar solo un remedio técnico a cada problema ambiental es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas [Ls 111].
Desde su análisis de la realidad, la causa más radical de la crisis ecológica que venimos describiendo es la negación práctica de Dios, su expulsión del horizonte social y antropológico. Hoy, la Madre Tierra se ha convertido en la referencia clave y el hombre es solo una criatura más de la naturaleza, quedando así despojado de su dignidad, convertido en instrumento y no en un fin en sí mismo.
No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental… Las líneas para la solución requieren una aproximación integral: para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza [Ls 139]. “Es necesario un nuevo humanismo del trabajo, donde el hombre y no la ganancia esté en el centro, donde la economía sirva al hombre y no se sirva del hombre” (Papa Francisco, en Aula Pablo VI).
Resulta imprescindible el trabajo por el Bien Común, generando vínculos personales, familiares, comunitarios y políticos, para así poder cambiar las estructuras. “Los graves problemas ecológicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un desarrollo común, sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones”. “Tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social. Es necesario abandonar la lógica del mero consumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesidades primarias de todos. Una actitud semejante, favorecida por la renovada conciencia de la interdependencia que une entre sí a todos los habitantes de la tierra, contribuye a eliminar diversas causas de desastres ecológicos y garantiza una capacidad de pronta respuesta cuando estos percances afectan a pueblos y territorios.” [Compendio DSI Nº486].