Como a comienzos de cada año, el mes de enero de 2018 no escapó a la gran cantidad de anuncios de grandes éxitos macroeconómicos de los países africanos. Y como desde hace varios años, ahora África está a la vanguardia de las economías más prósperas; algunas clasificaciones ubican a seis países africanos entre las diez principales economías de crecimiento en el próximo año.
La guerra de los números
Lo que sorprende a cada observador de estas publicaciones macroeconómicas es la falta de convergencia según quién publica estas cifras. A modo ilustrativo, el Banco Mundial estimó que la economía del África Subsahariana subirá el 3,2% en 2018 y el 3,5% en 2019 después de un crecimiento del 2,4% registrado en 2017. El Fondo Monetario Internacional (FMI) que aún no ha anunciado sus previsiones para 2018 calcula sobre un crecimiento del 2,7% en 2017 para el África Subsahariana. Por su parte, el Banco Africano de Desarrollo (BAD), que publicó las ”Perspectivas Económicas Africanas” (PEA 2018), anuncia un crecimiento del 4,1% en 2018 y 2019, después del 3,6% en 2017 para toda África, África del Norte incluida (zona generalmente asociada con Oriente Medio por el FMI y el Banco Mundial). Según algunos expertos, esta divergencia de cifras puede explicarse por la diferencia en los métodos de cálculo (indicadores considerados en el cálculo del Producto Interno Bruto) y las áreas cubiertas (África entera o África Subsahariana).
¿Para qué validez?
Estas diferencias en el éxito macroeconómico de los estados dan que pensar, especialmente a la luz del escándalo en torno al ranking Doing Business del Banco Mundial. Paul Romer (execonomista jefe del Banco Mundial) dimitió recientemente criticando a su exempleador y acusándolo de poner en desventaja a algunos países como Chile y favorecer a otros como India en el ranking Doing Business. Denunció el uso de un ranking que ha tenido autoridad durante 15 años con fines políticos, y lo ha sido durante al menos cuatro años. Es cuestionable si una institución que «habría sesgado» su clasificación de los países más «favorables a los negocios» no habría hecho lo mismo en los otros indicadores que publica. ¿Qué hay de sus colegas?
¿Para qué impacto?
Al día siguiente de la publicación de estas cifras, es frecuente ver a los responsables políticos felicitarse por los éxitos macroeconómicos de sus países. Solo que a menudo olvidan los aspectos microeconómicos. Según los PEA 2018 del BAD: «La mejora no es resultado de un solo factor. Es un reflejo de una situación internacional más favorable, la recuperación de los precios de las materias primas, principalmente petróleo y metales, la demanda interna sostenida, en parte satisfecha por la sustitución de importaciones y las mejoras en la producción agrícola». La situación es aún más alarmante para el FMI, para quien «en promedio, el crecimiento del PIB per cápita apenas debería exceder de cero, y permanecerá en territorio negativo para casi un tercio de los países de la zona debido al alto crecimiento de la población».
Al leer estos comentarios, podemos decir que nuestros políticos se felicitan a sí mismos por un crecimiento artificial, completamente exógeno y que no beneficia a la cesta de la casa. Peor aún, muchos países africanos han basado su crecimiento en grandes deudas para financiar proyectos de infraestructura y, por lo tanto, dependen de una población que no disfruta de los beneficios de este crecimiento para pagar la deuda que lo genera. En lugar de alegrarse por el crecimiento fuera de terreno, nuestros líderes harían mejor trabajando por generar economías mucho más inclusivas. Para ello, algunos de los proyectos que podrían abordar son: modernización de métodos y herramientas agrícolas, implementación de políticas de industrialización, procesamiento local de materias primas, mejoramiento del financiamiento de las pymes, etc.
Según algunos especialistas, más de la mitad del crecimiento de África no crea empleo.
Según algunos especialistas, más de la mitad del crecimiento de África no crea empleo. Además, la Organización Internacional del Trabajo estima que África Subsahariana debería ver un aumento en el número de desempleados, que debería alcanzar los 30,2 millones en 2018, un aumento evidente en comparación con los 29,1 millones de desempleados registrados en 2017. Por lo tanto, es necesario redistribuir mejor la riqueza en el continente. Como dice una vendedora de rosquillas en Abiyán: «No es el metro ni el puente quienes comprarán mis buñuelos».
Rubrique Tribunes
Fuente: L’Afrique des Idées