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El ex director de una revista médica revela fraudes de las multinacionales farmaceúticas

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Richard Smith, que dirigió hasta el año pasado el British Medical Journal (BMJ), una de las mejores revistas médicas del mundo, ha denunciado que estas publicaciones son "una extensión del departamento de marketing de las compañías farmacéuticas". "La probabilidad de que un ensayo financiado por una compañía farmacéutica tenga resultados favorables a la empresa es cuatro veces mayor que si la fuente de financiación es otra", escribe Smith citando un análisis de 2003.

PD / Agencias

Martes, 17 de mayo 2005

Richard Smith, que dirigió hasta el año pasado el British Medical Journal (BMJ), una de las mejores revistas médicas del mundo, ha denunciado que estas publicaciones son «una extensión del departamento de marketing de las compañías farmacéuticas». Los ensayos clínicos no mienten, según él, pero muchas veces tampoco dicen toda la verdad. Smith cree necesarios más ensayos financiados por el sector público.

Explica Javier Sampedro en El País que el médico británico Richard Smith, que dirigió el BMJ desde 1991 hasta 2004, es ahora primer ejecutivo de United Health Europe, una empresa consultora que trabaja para la sanidad pública británica y ofrece sus servicios a otros sistemas de salud europeos. Acaba de publicar su denuncia en PLoS Medicine (número de mayo), una revista médica de acceso gratuito, de cuyo panel directivo también es miembro.

«La probabilidad de que un ensayo financiado por una compañía farmacéutica tenga resultados favorables a la empresa es cuatro veces mayor que si la fuente de financiación es otra», escribe Smith citando un análisis de 2003. «Hay fuertes evidencias de que la industria obtiene los resultados que quiere obtener, lo que resulta especialmente preocupante si se tiene en cuenta que entre dos tercios y tres cuartos de los ensayos publicados en las principales revistas médicas están financiados por la industria».

¿Se trata de un problema general, o restringido a algunos laboratorios? «Todas las empresas tienden a obtener las respuestas que desean», responde Smith en un correo electrónico. Pero añade: «No es que sean perversas, sino muy hábiles».

Según este médico, el truco no consiste en amañar los resultados, «sino en hacer las preguntas adecuadas». Cita varios ejemplos en PLoS. Uno es diseñar un ensayo clínico para comparar el nuevo fármaco de la empresa con uno anterior de otra compañía, pero usando éste en dosis bajas (que no tienen el efecto óptimo) o altas (con mayores efectos secundarios). Otro es definir varios puntos finales para el ensayo y publicar sólo los más favorables, o repartir el ensayo entre varios hospitales y publicar sólo los resultados obtenidos en los centros más convenientes, o dividir a los pacientes en grupos (de edad, sexo, etcétera) y publicar sólo los datos de los grupos en que mejor funciona el fármaco.

Aun cuando un ensayo clínico sea impecable, hay formas de abusar de su presentación a la comunidad médica. «Una buena estrategia es publicar los resultados positivos varias veces», afirma Smith. «Es posible, por ejemplo, reunir los resultados obtenidos en varios hospitales en distintas combinaciones». Esta práctica ha sido descubierta en dos casos, pero las revistas médicas y los expertos que evalúan los borradores antes de su publicación no pueden detectarla en general. Tendrían que reexaminar los datos paciente a paciente, y esto no suele hacerse.

El ex director del BMJ sostiene que su antigua revista publica menos ensayos financiados por la industria que las demás publicaciones de primera línea, pero no excluye a la revista británica de su crítica. «Debo confesar que me costó un cuarto de siglo editando artículos para el BMJ hasta que me di cuenta de lo que estaba ocurriendo», escribe en PLoS.

Smith sólo ve una solución: que sea el sector público el que financie los principales ensayos. Pero ¿es viable esa propuesta? «Un ensayo puede costar millones de euros», responde Smith a EL PAÍS, «pero creo que podrían financiarse a nivel europeo, y por un instituto nacional en Estados Unidos. Ambos podrían trabajar juntos. El presupuesto se mediría en centenares de millones de euros al año, probablemente. Pero los ahorros, debidos a la mejor prescripción de los fármacos, serían aún mayores».

El experto también cree que los ensayos no deberían publicarse en las revistas médicas, sino en sitios web regulados.