La sociedad desvinculada que está potenciando Zapatero: ése es el experimento español. La política económica de este Gobierno, de la que Solbes es su símbolo y garantía, no se aparta en nada significativo de la política del PP aplicada por Rodrigo Rato…
EL Gobierno de Rodríguez Zapatero es sin duda el más ideológico desde la transición. Ideología en el sentido peyorativo, es decir, aquella doctrina que transmite una representación falsificadora de la realidad. Esta característica no la posee por ser de izquierdas o socialista. Es otra cosa, que tiene más puntos de contacto con el diminuto Partido Radical de la señora Bonino que con los proyectos socialistas y socialdemócratas de los países vecinos.
La política económica de este Gobierno, de la que Solbes es su símbolo y garantía, no se aparta en nada significativo de la política del PP aplicada por Rodrigo Rato. El debate se sitúa sólo en quién es más eficaz en su aplicación, nada más.
El Gobierno de José Luis Rodríguez no ha resuelto, ni tan siquiera tiene esbozadas, respuestas para demandas sociales básicas como el drama de la vivienda, las ayudas a la familia, las consecuencias del envejecimiento de la población, la extensión del trabajo a precario, la saturación de la sanidad pública, la crisis de la escuela y el escaso rendimiento de las universidades públicas, la extensión de una adolescencia problemática cargada por el fracaso escolar, la violencia, el consumo de drogas y los embarazos. Ni tan siquiera en aquellos escasos aspectos en que ha actuado con prontitud, como en el caso de la violencia contra las mujeres, obtiene resultados.
En política internacional «neogauchista», más marcada por el antiaznarismo que por la lógica de izquierdas, ha convertido la entrevista con Bush en el «Santo Grial» de la política exterior española, y el pacto con Blair, en su nuevo horizonte europeo. ¡Qué lejos queda, a pesar del poco tiempo transcurrido, el maligno trío de las Azores!
Bastó con que la gente saliera a la calle para que Rodríguez Zapatero se envainara la imprudente e innecesaria declaración del Congreso de los Diputados sobre el terrorismo y recibiera a los representantes de las asociaciones de las víctimas, que pocos días antes habían sido descalificadas como apéndices del PP. En la política de este Gobierno todo es plástico, todo fluye de la nimiedad a la nada.
En todo menos en un tema central: el hecho religioso y el valor de los vínculos con las instituciones socialmente valiosas. Zapatero, con la ayuda de algunos gobiernos autónomos, tiene una agenda política intransigente, insensible a todo diálogo y compromiso democrático, hasta el extremo de practicar la dictadura parlamentaria de la mayoría exigua para imponer leyes, que por su ruptura con lo preexistente sólo podría aprobarse como resultado del consenso social y político.
Es el caso espectacular del matrimonio homosexual. España será el único país del mundo que hará desaparecer de su legislación sobre el matrimonio la referencia obligada al hombre y a la mujer, y esa brutalidad de dudosa constitucionalidad se legislará a pesar de las posiciones en contra del Consejo de Estado, del Poder Judicial, de la Academia de Jurisprudencia, de 700.000 firmas de una Iniciativa Legislativa Popular, de una manifestación de más de un millón de personas y el veto del Senado. En estas condiciones, ¿cómo diablos se puede aprobar una ley de esta naturaleza?
Pues no sólo eso, sino que ni tan siquiera tendrá la formalidad política de recibir a los representantes del movimiento civil de protesta, empezando por el Foro de la Familia. Naturalmente, para imponer medidas que encuentran tanta resistencia deben utilizarse los medios de comunicación como instrumentos de propaganda.
Este hecho, unido a la dictadura de la mayoría parlamentaria exigua, conlleva una peligrosa deriva antidemocrática: TVE, las televisiones y radios autonómicas, como sucede en Cataluña y Andalucía, el Grupo Prisa, el Grupo Zeta.
Pero con ser decisiva, no se trata sólo de la liquidación del matrimonio entre hombre y mujer como sujeto específico de nuestro derecho, de la paternidad y de la maternidad, sino de muchas otras cuestiones. Empezando por el nuevo divorcio por repudio a gran velocidad, sin alegar causa y a los tres meses de casados. Una ley muy importante que pasa desapercibida por la polémica homosexual, donde ha quedado clara la debilidad del PP como alternativa cultural.
La agenda continúa con la voluntad de estrangular la clase de religión, la liquidación a fuego lento «sin que se note el empeño» de la escuela concertada desafecta, léase la religiosa, y con ella el derecho constitucional de los padres a velar por la educación moral y religiosa de sus hijos.
También la acentuación de una fiscalidad lesiva para las familias con hijos, el olvido de éstas en toda medida relacionada con la vivienda, la inducción al descrédito del hecho religioso, la promoción con recursos públicos de la cultura homosexual, incluidas sus vertientes más fáusticas, la permisividad absoluta en el uso de los embriones humanos, convertidos en simple material de laboratorio, y de la reproducción asistida sin límites a la edad de la madre, o a la existencia de una pareja estable para acoger a la futura criatura.
Todo ello con el corolario del adoctrinamiento de los niños mediante la reintroducción en la enseñanza de un adoctrinamiento propio de la «Formación del Espíritu Nacional» del franquismo. Y en puertas, la medida realmente decisiva: la introducción de la homosexualidad en la escuela, con tutores y recursos pedagógicos específicos.
Es la ideología de la desvinculación la que preside todo este empeño, y convierte a este Gobierno en único en Europa. Desvinculación que significa que la realización personal se convierte en el máximo o único «hiperbién» conseguido sólo por la realización del propio deseo, ante el que toda norma, institución, vínculo, compromiso personal, tradición y religión deben supeditarse. Desvinculación como cultura de masas y satisfacción del deseo como el factor que estructura la política.
Una ideología que tiene el concepto del género, el sexo entendido como elección cultural y no como vínculo biológico, su estadio más avanzado. Desvinculación que necesita como componente esencial el laicismo de la exclusión religiosa, porque mientras exista un atisbo de Dios y por consiguiente una sombra de ley objetiva en la vida pública, la desvinculación deviene imposible.
Rodríguez Zapatero es el dirigente que mejor expresa la ideología de la desvinculación que recorre Europa. Ese es el experimento español.
Josep Miró i Ardèvol
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