EL HAMBRE CONSTITUYE UNA AMENAZA A LA PAZ; RECONOCE EL PAPA

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Al recibir a la Conferencia ONU para la alimentación Juan Pablo II reconoció este viernes que el hambre constituye una amenaza para la paz en el nuevo mundo globalizado. Tras constatar la «estrecha relación entre hambre y paz», el pontífice pidió que las «decisiones y estrategias políticas y económicas estén guiadas cada vez más por un compromiso de solidaridad global y por el respeto de los derechos humanos fundamentales, entre los que está incluido el derecho a la alimentación adecuada». «La dignidad humana se ve amenazada cuando el pragmatismo, desligado de las demandas objetivas de la ley moral, desemboca en decisiones que benefician a unos pocos afortunados mientras se ignora el sufrimiento de enormes sectores de la familia humana», denunció.
Al recibir a la Conferencia ONU para la alimentación

CIUDAD DEL VATICANO, 5 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II reconoció este viernes que el hambre constituye una amenaza para la paz en el nuevo mundo globalizado.

El Santo Padre hizo su constatación al recibir a los participantes en la XXXII Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que se celebra en Roma del 29 de noviembre al 10 de diciembre de 2003.

«El hambre y la malnutrición, agravados por la pobreza creciente, representan una grave amenaza a la convivencia pacífica de los pueblos y naciones», afirmó en su saludo pronunciado en inglés.

«Con sus esfuerzos para combatir la inseguridad nutricional que afecta a vastas zonas de nuestro mundo, la FAO ofrece una aportación significativa al progreso de la paz en el mundo», reconoció el pontífice.

Le escuchaban, entre otros, Jim Sutton, ministro de Agricultura de Nueva Zelanda, que preside la sesión de este año, y Jacques Diouf, director general de la FAO.

Tras constatar la «estrecha relación entre hambre y paz», el pontífice pidió que las «decisiones y estrategias políticas y económicas estén guiadas cada vez más por un compromiso de solidaridad global y por el respeto de los derechos humanos fundamentales, entre los que está incluido el derecho a la alimentación adecuada».

«La dignidad humana se ve amenazada cuando el pragmatismo, desligado de las demandas objetivas de la ley moral, desemboca en decisiones que benefician a unos pocos afortunados mientras se ignora el sufrimiento de enormes sectores de la familia humana», denunció.

«En conformidad con el principio de subsidiariedad –aclaró–, individuos y grupos sociales, asociaciones civiles y confesiones religiosas, gobiernos e instituciones religiosas, están todos llamados, de acuerdo con sus competencias y recursos específicos, a responder a este compromiso de solidaridad para promover el bien común de la humanidad».

En este contexto, alentó a la FAO en su proyecto de establecer una Alianza Internacional contra el Hambre, que según explicó, debería inspirar decisiones política «con la preocupación de que la humanidad es una sola familia».

«¡El mundo no puede permanecer sordo ante la súplica de los que piden los alimentos que necesitan para poder sobrevivir!», concluyó.