El lado oscuro de las exportaciones alemanas

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El Premio Nobel de la Paz concedido a la Unión Europea es ciertamente una broma de muy mal gusto.

Según el SIPRI, de considerar a la UE un bloque geopolítico, como gusta a los eurócratas de Bruselas, la UE sería el primer exportador de armas del mundo con más de un 30% del total, seguido por los EE.UU. (30%) y Rusia (24%).

De hecho, Alemania, Francia y el Reino Unido ocupan por separado el tercer, cuarto y quinto puesto respectivamente. Según la página web del comité para el Premio Nobel de la Paz, éste le fue concedido a la UE por «más de seis décadas contribuyendo al avance de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa». Presten atención a las dos últimas palabras: «en Europa». En el neo-imperialismo del siglo XXI los estados del viejo continente pueden armar a todos los países y pueblos allende nuestras fronteras para que se masacren entre sí mientras saqueamos sus recursos naturales y prolongamos su miseria.

Ahora se premian entre ellos por esta magnífica labor: Noruega equipa a todos los tanques estadounidenses M1 Abrams con el M151 Protector, fabricado por la empresa estatal Kongsberg Defence & Aerospace, una estructura capaz de acoger tres ametralladoras, dos lanzagranadas y un sistema de lanzamiento de misiles Hellfire. Los noruegos pueden dormir tranquilos: seguro que los afganos aprecian la sutil diferencia entre estallar en pedazos por obra de los misiles socialdemócratas noruegos y hacerlo por obra de los misiles republicanos estadounidenses.

El negocio de la muerte es un buen negocio. Especialmente para los europeos y muy especialmente para los alemanes. Los capitanes de industria teutones y sus periodistas a sueldo se precian mucho de la categoría de Alemania como tercer exportador mundial.

La industria armamentística alemana duplicó la exportación entre el 2004 y el 2009. Las armas alemanas se venden bien en el mercado internacional: más de 130 países las almacenan, poseen el aura que se atribuye a los productos alemanes: resistencia, precisión, eficacia. Las armas alemanas matan más y mejor.

Se venden tanques. Razón: Alemania

Muchos de estos datos aparecieron cuando trascendió un acuerdo a puerta cerrada entre el gobierno alemán y el saudí para la entrega de al menos 200 tanques de combate Leopard 2, fabricados por la casa Kraus-Maffei-Wegmann. El Leopard 2 es un carro de combate diseñado para batallas a campo abierto, puede utilizarse contra insurrecciones urbanas.

Poco después el semanario Der Spiegel reveló que Qatar tenía interés en adquirir otros 200 Leopard 2. Ya en el 2009 el primer gobierno de Merkel, en coalición con el Partido socialdemócrata alemán (SPD), había autorizado la venta de 36 tanques de este modelo al pequeño emirato árabe, en el cual, como en la vecina Arabia Saudí, el código penal se rige por la sharia –en Arabia Saudí los homosexuales son incluso decapitados– y no existen parlamento, ni partidos políticos ni sindicatos.

Ese mismo mes el viceministro de Defensa indonesio declaraba que su gobierno estaba interesado en adquirir a Alemania 100 carros de combate Leopard 2A6 por 280 millones de dólares. Indonesia se decidió por los tanques alemanes después de que el parlamento holandés vetase la venta de carros de combate al país, por las violaciones de los derechos humanos en Papúa Nueva Guinea.

Estos carros de combate están fabricados por la compañía Krauss-Mafei Wegmann (KFM), que financió a los partidos de la coalición gubernamental en el 2009 con 55.000 euros. «Ha valido, desde luego, la pena: dos años después se ha cobrado aquel favor con este acuerdo multimillonario», declaró el portavoz de La Izquierda Gregor Gysi en el Bundestag.

La posibilidad de un largo conflicto con la República Islámica hace temer una subida del precio del petróleo y un eventual corte del suministro –Irán es el cuarto productor de petróleo del mundo– aumentaría todavía más la dependencia energética de Rusia, que es el primer productor mundial de crudo.

Las energías alternativas siguen estando poco desarrolladas en Occidente y no permiten una producción centralizada en extremo como la que permite el petróleo. El capitalismo del siglo XXI se construye sobre sangre y petróleo. En el proceso, los mercaderes de la muerte alemanes han desarrollado un peculiar sentido del humor. En febrero de 2011, «pocas semanas antes de que fuerzas de seguridad saudíes entraran en el vecino Baréin para aplastar al movimiento pro-democracia», escribe Daniel Bratanovic, «KMW presentó en una feria de armamento en la capital saudí un modelo de Leopard 2 especial. Su nombre: revolución.»

Cañones y mantequilla

Alemania vende de manera irresponsable armas de fuego simultáneamente a países históricamente enemistados como Pakistán y la India o Grecia y Turquía, aumentando las probabilidades de un conflicto armado. Alemania vende a México fusiles de asalto para «la guerra contra el narco» (que ha causado al menos 55.000 muertos y 10.000 desaparecidos) y a Brasil para «pacificar las favelas», lanchas de patrulla a Angola (un país que trata de recuperarse de 27 años de sangrienta guerra civil), vehículos militares y submarinos nucleares a Israel…

Esta venta, que ha de aprobar un consejo de seguridad del gobierno alemán – que tienen lugar a puerta cerrada y cuyos informes se presentan con un año de retraso para impedir que el parlamento bloquee cualquier acuerdo–, tiene lugar de acuerdo con los principios de exportación de armas formulados en un documento creado por el gobierno rojiverde de Schröder, según el cual los derechos humanos tendrán una «consideración especial» y las armas no podrán exportarse a zonas en conflicto.

El documento es papel mojado. Se ha detectado la presencia de armas alemanas en los mercados negros de puntos del planeta tan alejados entre sí como Libia, Pakistán, Sudán o Georgia. El negocio de la muerte es sigiloso, pero constante. La prensa rara vez habla de él, incluso cuando todos los datos pueden encontrarse sin complicaciones en las páginas web de las compañías. Los grandes consorcios de comunicación, como la mayoría de partidos políticos, están comprados. Hecker&Koch, provee a los ejércitos y cuerpos de policía de 88 países.

El H&KG36 ha sido utilizado por las fuerzas de la OTAN y sus aliados en conflictos de dudosa legalidad internacional como la Guerra de Kosovo (1996-1999), la Guerra en Afganistán (2001-presente), la Guerra de Irak (2003-2011), la Guerra de Osetia del Sur (2008) y la guerra civil libia (2011).

La empresa ha tenido que defenderse en más de una ocasión ante los tribunales por violar el reglamento de exportación de armas. Todos los casos fueron obviamente archivados, pues Heckler&Koch es uno de los principales donantes privados de los tres grandes partidos políticos. Como informa su propia página web, entre el 2002 y el 2011 Heckler&Koch donó 3.000 euros al SPD (socialdemócratas), 20.000 euros al FDP (liberales) y 70.000 euros a la CDU (conservadores).

En 1967, la farmacéutica C.H. Boehringer Sohn vendió 270 toneladas de tricolorofenol a una filial neozelandesa de Dow Chemical que se utilizaron para la fabricación del agente naranja utilizado por el Ejército estadounidense en la Guerra de Vietnam, que causó 400.000 muertos y 500.000 niños con enfermedades congénitas y un millón de enfermos.

El negocio de la producción y exportación de armas está tolerado en Alemania «incluso por los sindicatos, que consideran los puestos de trabajo en el propio país más importantes que las víctimas en otras regiones del mundo».

En julio el vicecanciller Philipp Rösler anunció su intención de facilitar la exportación de armas eliminando las provisiones especiales del actual reglamento, pues éstas «afectan negativamente a los exportadores alemanes con respecto a su competencia europea.»

La remilitarización de Alemania

En unas jornadas en Strausberg el pasado mes de octubre la canciller alemana declaró que las Fuerzas armadas de Alemania (Bundeswehr) deberían reforzar su colaboración con la OTAN y ampliar su contingente. El Bundeswehr está legitimado para intervenir allí donde sus intereses económicos, así lo requieran.

Las botas del Bundeswehr están ya sobre el suelo de el Líbano (190 soldados), el Cuerno de África (280 soldados), Kosovo (1.230 soldados) y Afganistán (4.810 soldados), así como de los buques de guerra que navegan por el mar Mediterráneo… Unos 6.778 soldados en total.

En Mali, un escenario bélico en el que François Hollande quiere «probar» los drones (aviones no tripulados) franceses. Las fuerzas aéreas alemanas, colaboran en el desarrollo de un avión no tripulado llamado EuroHawk, en el que ha invertido ya más de 1.200 millones de euros. EuroHawk ha costado al erario público unos 860 millones euros.

Los costes de las misiones extranjeras son difícilmente calculables, muchos de estos soldados regresan a sus hogares mutilados o afectados por graves traumas, problemas físicos y psicológicos –en el 2011 una de cada cinco muertes en el Bundeswehr era por suicidio– que requieren largos tratamientos médicos, en no pocas ocasiones crónicos.

El complejo militar-industrial alemán está mejor engrasado que nunca. El Ministerio de Defensa de Alemania «invierte todos los años casi mil millones de euros en investigación, desarrollo y tests militares. Ocho millones se destinan directamente a las universidades, 36 millones a instituciones de investigación públicas» (Der Spiegel). Estudiantes e investigadores se resisten a que los resultados de su trabajo se utilicen en el desarrollo de armamento militar y se han firmado ya cláusulas civiles con ese fin en las universidades de Bremen, Constanza, Tubingia y Kassel, a las que dentro de poco podrían seguir las de Augsburgo, Braunschweig, Colonia y Gießen, donde estudiantes y profesores se están organizando con esa meta.

El propio Bundeswehr cuenta con 94 oficiales dedicados exclusivamente a visitar centros escolares para mejorar la imagen de la institución y preparar el terreno para la captación de futuros reclutas. El año pasado organizaron 10.000 actos en escuelas públicas, a los que se calcula asistieron unas 156.000 personas.

No hace mucho los alemanes se avergonzaban por su responsabilidad en «el último gran incendio de Europa». El país se comprometió a hacer suyo el lema de las grandes manifestaciones antibelicistas del período de entreguerras: «¡Nunca más guerra!». Pero eso se acabó. Para los barones del acero y la química han vuelto los buenos tiempos, los del Big Bertha y el gas mostaza, y a comienzos del nuevo siglo sigue valiendo lo que Ret Marut escribió a comienzos del anterior: «Alemania no tendrá el derecho de decir que Goethe era alemán hasta que en toda Alemania no quede una sola arma de fuego ni bomba de mano o bomba de gas, a no ser como pieza de museo».

Autor: Àngel Ferrero (* Extracto)