El mercado de la sed

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La próxima guerra será por el agua. Más de mil millones de personas no tienen acceso a una red segura de agua. Es posible vivir sin coches, pero la vida sin el “oro azul” es inimaginable.

Jorge Planelló

Fuente: Argenpress

La próxima guerra será por el agua. Más de mil millones de personas no tienen acceso a una red segura de agua. Es posible vivir sin coches, pero la vida sin el “oro azul” es inimaginable.

El mercado del agua es el más grande del mundo. De ahí que las empresas de este sector se encuentren entre las más poderosas junto a las del petróleo, las de armamento o las farmacéuticas.

Las multinacionales se extienden por todos los continentes animadas por el crecimiento del consumo de agua embotellada. Tanto por las naciones más prósperas como por los países empobrecidos. El precio del agua envasada puede superar en miles de veces el del agua del suministro público. Llama la atención que cada estadounidense consuma, de media, 85 litros de agua embotellada al año cuando sus redes de suministro público nunca fueron tan seguras. En los gigantes asiáticos, China e India, la contaminación de sus ríos facilita la entrada a estas empresas. También han desembarcado en algunos países del continente africano con un elevado porcentaje de población sin agua potable, donde existe el riesgo de que los gobiernos consideren satisfecha esta necesidad y no inviertan en una red pública de agua segura a pesar del ahorro económico que supondría el tener agua potable.

Los gobiernos se desentienden y dejan en manos de particulares el servicio de un bien indispensable. La privatización, favorecida por organizaciones internacionales que dicen velar por el desarrollo de los países, es responsable de que en Kenia un litro de agua cueste el doble que otro de gasolina. La mayor parte de los créditos concedidos por el Banco Mundial para su suministro tienen como condición que éste se privatice.

Aunque en algunas naciones se ha conseguido aumentar bastante la cobertura de la red, su estado suele ser deficiente, lo que hace poco aconsejable beber agua del grifo. En todo caso, los intereses de las empresas no se corresponden con las necesidades reales. La mayor parte de la población sin agua potable se encuentra en zonas rurales o urbanas muy pobres donde no existen aún redes de distribución y no pueden permitirse comprar el agua que venden.

El agua es un bien fundamental del que no se debería obtener un beneficio económico. Para la Organización de Naciones Unidas el acceso a ella es un derecho de todo ser humano. Es preciso otro modelo de industria en el que no se haga un negocio de la necesidad y el dominio de las riquezas y del mercado tampoco lo sea todo. Las multinacionales del agua se parecen a las del petróleo al favorecer con sus intereses una situación de injusticia, pues ofrecen un bien vital a un alto precio en países donde existe un elevado porcentaje de población empobrecida.

El agua ha sido desde siempre una fuente de vida y ha posibilitado el desarrollo de las civilizaciones, como la egipcia a orillas del Nilo. A la vez es un motivo de disputa porque a menudo los recursos hídricos más importantes no pertenecen a un único país. De ahí los conflictos en la Cuenca del Jordán, del Eúfrates, del Tigris, del Nilo o del Zambeze. La población y los recursos hídricos se reparten en la Tierra de forma desigual.

Forma parte de uno de los Objetivos del Milenio mejorar el acceso al agua potable y las redes de saneamiento, pues la contaminación ocasiona el 80% de las enfermedades de los países empobrecidos y quita la vida a 6.000 niños menores de cinco años cada día. La convivencia no puede quedar más comprometida cuando millones de personas padecen las consecuencias en su salud y muchas naciones se ven abocadas a la pobreza al perder su fuerza más preciada, la infancia. Con sus intereses, estas multinacionales han creado un mercado de la sed que en nada puede beneficiar a quienes carecen de agua limpia y saludable.