Reproducimos una carta del obispo español de Bangassou, en Centroáfrica, Mons. Juan José Aguirre, que ha hecho pública una misionera comboniana.
«Queridos amigos: Acabo de volver del este de la diócesis, de un viaje de 21 días y, en la última misión, llamada Obo, a 120 kilómetros de la frontera con el Sudán, os cuento lo que allí vi».
«Durante esos días, en la radio escuchaba noticias de unos pescadores españoles de un atunero que habían sido apresados por piratas en el Golfo de Adén. Oía cómo se había puesto en marcha todo un engranaje político militar para negociar con los secuestradores, unos abogados desde Londres que llevaban las negociaciones, la angustia de las familias por los 6 días en que los atuneros estuvieron retenidos, aunque estaban bien, comían y dormían bien y estaban a la espera de que se pagara un rescate y se los liberara. Así fue. Se pagó mucho dinero, un barco de guerra condujo al atunero a buen puerto y los asombrados pescadores volvieron a España en avión a gastos pagados.
Oyendo todo esto, llegué a Obo y me encontré un pueblo bañado en lágrimas y en la angustia, desde hacia ya un mes y medio. En efecto, desde la noche del 6 al 7 de marzo en la que unos 150 hombres armados, del ejército rebelde ugandés de Joseph Kony, entraron en Obo y saquearon dos barrios enteros buscando tres cosas: alimentos para comer, semillas para sembrar y porteadores para que les llevaran lo robado hasta su campamento a unas 3 semanas de camino.
Eso hicieron esa noche sin dar un solo tiro, robando casa por casa, vaciando los graneros y llevándose a 69 personas, desde niñas de 12 años, hasta mujeres casadas, jóvenes y menos jóvenes, una mujer embarazada, etc.
Estos rebeldes pertenecen al RLS (Ejército de liberación del Señor), que arrasó Uganda durante 15 años matando a 300.000 personas (entre otras a 7 misioneros combonianos). Luego se refugiaron en Sudán y posteriormente crearon su campamento en la selva tropical del norte del Congo en donde están ahora diseminados en varios campos.
Uno de los campos, el más próximo de Centroáfrica, fue quien atacó Obo, viendo que nadie guarda la frontera con el Sudán y que Obo es un pueblo casi sin gendarmería. Presa fácil si se entra sin hacer ruido. Estos criminales pasaron a 300 metros de la casa de las hermanas Franciscanas, pero tuvieron miedo de los perros y del ruido que pudieran hacer si ladraban o si había que disparar para hacerlos callar. Así que pasaron de largo y se fueron a otras casas donde robaron, se llevaron niños y mayores, violaron a algunas mujeres y dejaron Obo, antes de irse, sumido en la consternación.
A 500 metros de la casa de las religiosas, entraron en una casita donde había un matrimonio joven, sacaron al marido a empellones y tres guerrilleros violaron a la mujer por turnos en su propia cama. Hoy día, 69 personas no han vuelto y son esclavizadas en los campamentos para la cocina, los campos, la ropa, instrucción y adoctrinamiento militar y, las chicas y mujeres, para esclavas sexuales. He hablado con las autoridades locales y todos creen que estos criminales pueden volver cuando quieran. Ahora que empieza la época de las lluvias no es probable, pero más tarde, en noviembre, cuando deje de llover, si Obo no se protege con refuerzos de gendarmería, es muy probable que vuelvan.
Los sacerdotes de Obo siguen allí y no se piensan ir. Han demostrado coraje y paciencia. Pero son hombres! En un cierto momento di la orden para que las hermanas fueran acompañadas a otra misión para protegerlas. La cocinera de los padres, Jeanine, me contaba que se llevaron a su hija de 12 años, apenas una niña, la obligaron a cargar 30 kilos en la cabeza y se la llevaron dejando a la abuela con la que vivía sumida en la amargura. Con los ojos empañados de lágrimas, Jeanine me preguntaba donde está el Congo, a donde se llevaron a su niña, y se preguntaba si esos criminales la habrían ya violado o no.
¡69 personas es mucha gente! No tienen la suerte de ser españoles, ni tener un gobierno que los defienda, ni abogados que lleven las negociaciones, ni alguien que ponga el dinero del rescate ni una sola radio que hable de ellos. Son los pobres, los olvidados, los que no cuentan para nada en la decisiones del mundo, los sin voz, los parias. Para nosotros son personas llenas de dignidad pero despojadas de sus derechos fundamentales, con la única diferencia de ser un atunero español o un campesino centroafricano. «Así es la vida», decía el Embajador portugués hablando con el Cardenal en la última secuencia de la película » La Misión «. El Cardenal se vuelve hacía la ventana y, en el espejo se mira y se dice: «No, excelencia. Así la hemos hecho». La cámara se acerca aún más a su rostro y finalmente dice: «Así la he hecho».
Unidos en la fe en Nuestro Señor,
Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou.