Estamos ante un Papa seguro de sus principios, implacable contra el relativismo que caracteriza a la sociedad posmoderna, pero comprensivo hacia la fragilidad de la condición humana.
ABC / Miguel Rivilla San Martín
Ante la próxima llegada y encuentro del Papa Benedicto XVI con las familias en Valencia, y después de catorce largos meses de Pontificado, todavía hay medios y personas, católicas o no, para quienes este Papa sigue siendo una incógnita a resolver. Andan desconcertados, inquiriendo a través de sus discursos, escritos y comparecencias públicas la etiqueta que mejor les cuadra para clasificarlo, como hacen los entomólogos con sus colecciones de insectos.
No acaban de definirlo como un Papa conservador o progresista, mediático o más bien místico, apegado a la tradición o innovador, imitador de Juan Pablo II, guardián de la ortodoxia, viajero inquieto o intelectual profundo… Me atrevo a decir que de todo tiene un poco, sin ser por ello de fácil clasificación.
Me han parecido, al respecto, de lo más exactas las líneas que, a modo de semblanza, le ha dedicado ABC (02-07). «Estamos ante un Papa seguro de sus principios, implacable contra el relativismo que caracteriza a la sociedad posmoderna, pero comprensivo hacia la fragilidad de la condición humana». Coincide este juicio con el que hacía un prelado de la Curia, buen conocedor del estilo de Ratzinger, que decía: «El Papa no viene a hablar contra nadie, sino a hablar de la familia». Bienvenido sea.