El paro compromete la salud

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Quienes no tienen trabajo van al médico DIEZ VECES más que los que lo tienen.

Fuente: Revista Humanizar nº 102

No cabe duda, y han sido muchos los expertos que se han ocupado del tema, de que el paro incide de manera muy negativa en la salud física de quien lo padece. Según los especialistas -y el doctor González Duro ha escrito mucho sobre ello- habría unos rasgos que permitirían definir la enfermedad del paro con una serie de síntomas como podrían ser la depresión, el insomnio, la agresividad, la decepción vital y la pérdida de la autoestima.

Un dato significativo es que pronto comienza el consumo abusivo de alcohol. Todo ello acaba desembocando en conflictos dentro del entorno familiar, Y está demostrado que los grupos con mayor tasa de desempleo son los grupos que más enferman.

Hoy puede decirse que el desempleo es la primera causa de insomnio y de estados depresivos. La situación del parado, con falta de autoestima y consideración de inutilidad, le lleva a pensar que no sirve para nada. De hecho, el 9 por 100 de parados se queja de esa situación de bajo ánimo, situación que sólo se da en un 4 por 100 de la población activa. Más del 26 por 100 de desempleados tienen alguna crisis de ansiedad y de angustia, frente al 14 por 100 de los que tienen un empleo, y cerca de la cuarta parte de desempleados tienen problemas de sueño.

Cuando llega el ERE, o el despido, el individuo tiene confianza en que la situación se va a resolver. Confía en sí mismo, en amistades, en entrevistas, en viejas aspiraciones. Hay promesas y la confianza todavía se mantiene. Además, en la primera fase, todavía tiene cobertura económica. Se siente incómodo, pero todavía seguro. Él mismo busca negar la situación en que se encuentra. No tiene a dónde ir, pero se sigue levantando a la misma hora.

Pasa el tiempo y si no encuentra nada es cuando empieza a aparecer el fantasma de la ruina económica. El tema de la economía familiar se convierte en obsesión. A partir de entonces, todo es mirar hacia atrás. Pasa a verse como un deprimido, quizá resignado; pero seguramente enojado e irritado. Cada vez tiene menos relaciones sociales. Se recluye. Es cuando empieza a ser candidato a la enfermedad. Se ve como un jubilado prematuro que por desconfianza ya no busca un nuevo trabajo; y desearía inconscientemente una invalidez. Es cuando empieza a sentirse infravalorado, empieza a beber y se convierte en un individuo susceptible y picajoso

Poco a poco, la enfermedad del paro se va asentando. Comienzan los trastornos psicológicos y emocionales.

Si el parado es además cabeza de familia, el problema se agudiza y la salud del otro se destruye paralelamente. El paro no solo incide en la salud de quien lo padece sino también en la de su pareja y en la de los hijos. Los profesores en la escuela constatan un cambio en el comportamiento de los hijos si son pequeños. Y si son mayores aparece lo que los expertos llaman una madurez prematura.

Si hay algún problema mental subyacente, el paro lo agudiza de forma inmediata. Ansiedad, depresión, insomnio se acentúan. Y hay algo reconocible: asociabilidad. Hay un intento de aislarse, de retraerse ante la sociedad, de frialdad ante ella. y de ahí surge la insolidaridad como respuesta.

Los síntomas, es verdad, no suelen ser graves; pero sí difíciles de curar, si no se elimina la causa que los produce.

En resumen: pasado un año, más o menos, el parado empieza a dudar de sí mismo, de si será capaz de desempeñar una nueva función, También es cierto que el parado de ciudad vive con más angustia la situación, (En el ambiente rural hay más solidaridad y tiene más posibilidades de subsistencia), En la ciudad queda el refugio de la familia; pero él se siente infravalorado, pierde autoestima y se encierra en sí mismo.