El paro y la explotación son violencia organizada contra la vida

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Un autentico Imperialismo del dinero que controla el poder político y maneja la opinión pública y la cultura a sus anchas en contra de la moral, de las conciencias y de la misma democracia

Hemos encontrado en varios manuales de bioética escritos por católicos el argumento de defender la familia en su función de aportar capital humano a la sociedad. Una expresión en la que denotan no compartir la propuesta del Magisterio que habla de la defensa de la persona y de la vida en términos de trabajo sobre el capital, al tiempo que lleva más de cien años denunciando como inmoral el sistema capitalista, tanto en su versión liberal (el capitalismo privado) como en su versión marxista (el capitalismo del Estado).

En los mismos manuales existen capítulos dedicados al trabajo infantil, que comparten la tesis de la OIT de no combatir más que las peores formas de explotación de la infancia, y donde incluso se elogia el trabajo en edad temprana para la educación de la laboriosidad. No sabemos si en sus casas dichos profesores de ética de los negocios mandarán a sus hijos trabajos semejantes a los de los millones de niños explotados en tantos lugares del Tercer Mundo.

Cuando en estas escuelas se analiza la crisis económica buscando sus causas se ignora igualmente el Magisterio de la Iglesia que habla de estructuras de pecado, es decir, del lucro y el afán de poder organizados sistemáticamente en el comercio, en la especulación financiera, en los monopolios tecnológicos… Un autentico Imperialismo del dinero que controla el poder político y maneja la opinión pública y la cultura a sus anchas en contra de la moral, de las conciencias y de la misma democracia. Todo esto lo pasan de alto cuando leen a los papas y toda la crisis se reduce a sus ojos a una crisis de valores en la que misma responsabilidad tendrían los gerentes de los bancos que los jóvenes consumistas, porque, al fin y al cabo egoístas lo somos todos.

Andan muy lejos estos católicos de la conciencia manifestada tantas veces por Juan Pablo II de vivir en medio de una guerra planificada de los fuertes contra los débiles, una guerra científicamente planificada y protagonizada por poderosas instituciones, que -curiosamente- vienen a coincidir con aquellas para las que ellos trabajan.

Pero está claro que el tigre no es vegetariano. Cada vez disimula menos sus intenciones. Juan Roig, dueño de Mercadona, no oculta que con esto que llaman crisis él aumenta sus beneficios el 47% en un año, al tiempo que apoya una reforma laboral, aunque le parece corta para alcanzar el objetivo que descaradamente pide: hacernos trabajar en las mismas condiciones que los chinos. No disimulan, no: para los banqueros y empresarios, como para el gobierno competitividad es situarnos en el nivel explotación que el sistema imperialista ha logrado internacionalmente.

Las consecuencias no se dejan esperar: más paro, más explotación, peores condiciones de vida para las familias, más suicidios, empeoramiento de la salud… En definitiva violencia organizada contra las personas de mil maneras diferentes. Entre ellas la violación de su vocación profesional en el trabajo, y la violación de la vocación de estado en tantas mujeres presionadas para no ser madres.

Y es que defender a la persona y defender a la familia, es para la Iglesia defender el trabajo y defender la vida, pues antes que ser palabras que se manejan en los discursos, todas ellas se refieren al hombre, a cada hombre a quien Cristo se ha unido íntimamente y es el camino de la Iglesia.