Dos millones de barriles de origen iraní, pasados de barco a barco en aguas asiáticas, han generado un problema de imagen para Vitol.
Parece la trama de una película de espionaje: barcos gigantes que desaparecen de los radares, cargas secretas, traspaso a escondidas de millones de dólares en barriles en puertos asiáticos, y mezclas (blends) de combustible que intentan encubrir su verdadero origen: Irán.
Esta historia tiene un trasfondo: las tensiones entre Occidente y la República Islámica por su polémico programa de desarrollo nuclear. Una guerra de retórica encendida y sanciones internacionales, que no logran evitar que los negocios millonarios de las multinacionales salgan adelante.
El protagonista de la novela es Vitol, un grupo con sede en Suiza que por sus ganacias e influencia es considerado el mayor operador del mercado del petróleo y sus derivados. Sus empresas extraen, compran, almacenan, venden y transportan por todo el mundo gasolina, diesel, queroseno, combustible para aviones y metales, así como etanol, gas natural, carbón y biocombustibles.
Recientmente la empresa admitió a través de un breve comunicado que en julio una de sus filiales, con base en Bahréin, adquirió fuel oil de origen iraní, a pesar de las restricciones internacionales vigentes. El combustible está ahora en oferta en el mercado chino, según informó la agencia de noticias Reuters.
El traslado de una carga así de explosiva no ha sido tarea sencilla.
Para eludir los controles, el combustible partió de la isla de Kharg -el principal puerto de salida del crudo iraní- y cruzó el Estrecho de Malaca en un buque iraní que, acto seguido, apagó sus sistemas de rastreo. Una vez en costas malasias, el fuel oil fue traspasado al Ticen Ocean, alquilado por Vitol. A mediados de septiembre, el combustible fue descargado por el Ticen Ocean a otros dos buques, el Speranza y el Kamari I.
Siempre de acuerdo con el informe de Reuters, que cita fuentes confiables en Medio Oriente y Asia, los dos millones de barriles en cuestión se ofrecen ahora a los operadores chinos junto con fuel oil de origen europeo, para su compra por parte de pequeñas refinerías chinas en Shangdong.
Vitol se negó a confirmar el paradero exacto del combustible, alegando que "no comenta acerca de cargamentos específicos".
Mala fama
La noticia no beneficia al grupo Vitol, que hasta el año pasado había logrado mantener un perfil bajo. Aun hoy pocos han oído hablar de este poderoso grupo, a pesar de que desempeñó un papel crucial en los últimos meses del levantamiento contra Muamar Gadafi en Libia.
Vitol surtió de gasolina a los rebeldes libios a cambio de crudo premium, y ganó jugosos contratos que le aseguran un porvenir millonario en el nuevo panorama político del país norafricano.
Su papel le ganó amigos poderosos y sirvió para "limpiar" su reputación.
Es que durante los últimos años del gobierno de Saddam Hussein en Irak, la compañía se había visto salpicada por el escándalo conocido como "petróleo por comida". Fue una de las cuatro empresas acusadas de pagar a Bagdad por crudo, eludiendo los libros del programa supervisado por Naciones Unidas.
Pero ahora el episodio del fuel oil iraní podría resultar otro revés para su imagen.
Dos puntas
Estados Unidos y la Unión Europea (UE) aplican desde el 1º de julio una serie de restricciones a la compra y venta de hidrocarburos iraníes, que incluyen la prohibición de asegurar buques tanque que transporten crudo iraní, como forma de presionar al gobierno de Mahmoud Ahmadinejad para que colabore con el Organismo Internacional de Energía Atómica.
Según le dijeron expertos al diario británico Financial Times, la compra de fuel oil iraní podría dañar la reputación de Vitol en Londres, Bruselas y Washington, uno de los principales aliados de Israel en la arremetida diplomática contra Teherán.
El gobierno británico es uno de los críticos acérrimos del programa nuclear iraní. Londres es otro de los grandes críticos del programa nuclear de la República Islámica.
La compra del combustible por parte de Vitol Bahrain EC, una de las filiales del grupo, resulta especialmente contradictoria a la luz del escándalo que recientemente involucró al gobierno del primer ministro británico, David Cameron, que se conoció como "cash for access" o "dinero a cambio de acceso".
A raíz de este escándalo se supo que uno de los visitantes asiduos a Downing Street era Ian Taylor, el CEO de Vitol, un multimillonario allegado y contribuyente del Partido Conservador.
Al tiempo que el ejecutivo y Cameron cultivaban su amistad en Londres, los traders de Vitol estudiaban la oferta de cierto cargamento de barriles… Una partida especialmente difícil de colocar en el mercado.
Fuera del escrutinio público
El problema con las megaempresas privadas como Vitol -que no flota en bolsa como algunos otros pesos pesados de los mercados de materias primas- es que no deben dar explicaciones a gobiernos ni organismos.
Vitol es propiedad de algo más de 300 de sus propios empleados, y es solo a estos accionistas a quien debe rendir cuentas. Pero al mismo tiempo forma parte del selecto club que controla el comercio de alimentos, combustibles y minerales en el mundo. Muchas veces se los ha acusado de "gigantes silenciosos" que manipulan los precios que afectan la vida de miles de millones.
"Por su tamaño y alcance, Vitol es un grupo económico que del que debería hablarse más", comenta Giulio Carini, de la organización no gubernamental Global Witness, que se dedica a exponer los vínculos entre la explotación de los recursos naturales y los conflictos y la pobreza.
En 2011, los ingresos de Vitol superaron los US$297.000 millones. Para hacerse una idea de su alcance, hay que mencionar que la firma cuenta con unos 200 buques cisterna y tanques de almacenaje en los cinco continentes. En América Latina tiene representantes en Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá, Lima y México DF, y en Estados Unidos, en California, Cabo Cañaveral, Houston y Tulsa.
El comercio de fuel oil representa apenas un pequeñísimo porcentaje de su ingreso (US$24.000 millones el año pasado). El grueso de sus ganancias procede del negocio del crudo y los derivados del petróleo. Y, según apunta Carini, "los mercados del petróleo son quizás los menos regulados, de forma que Vitol casi no rinde cuentas".
"Al ser una empresa privada no tiene que ser transparente con sus cuentas. Pero al mismo tiempo es quizá la quinta mayor compañía que comercia con materias primas y opera en varios países con historial de corrupción y actividades ilícitas", añade.
"A salvo" en Suiza
Vitol dice cumplir todas las sanciones contra Irán, aunque no está legalmente obligada por estar registrada en Suiza.
Como los cuarteles generales de Vitol se encuentran en Ginebra, Vitol podría estar adhiriendo a la postura de Suiza -tradicional mediadora entre Occidente y Teherán-, que se ha negado a aplicar las sanciones acordadas por Estados Unidos y la UE.
Suiza no forma parte del bloque, de forma que no está obligada por su legislación. Por ende, Vitol tampoco.
Sin embargo, el grupo aseguraba haberse "adelantado" a las penalizaciones que entraron en vigencia en julio, prohibiendo la compra de crudo a Irán y la venta directa de productos refinados a este país. Lo que no especificaba era que seguía comprando productos de origen iraní a terceras partes.
Esto es justamente lo que Irán dijo que sucedería: las empresas occidentales encontrarían vericuetos para saltearse el bloqueo. "Siempre habrá mercado para nuestro crudo", aseguran desde el Ministerio de Petróleo de Teherán.
Luego de que se difundiera la noticia de que Vitol vendía crudo iraní, la empresa se comprometió a no comprar más productos de ese origen.
Sin embargo, los observadores dicen que el historial de la firma en Irak y Libia permiten compararla con uno de sus propios buques, navegando al filo de la legalidad, con los sonares apagados, aprovechando resquicios en las normativas internacionales que han pasado inadvertidos para los rivales.
Después de todo, negocios son negocios.
Autor: María E. Dupin