El racismo en los alquileres empuja a los inmigrantes a «pisos patera»

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Numerosos extranjeros dicen que propietarios y agencias se niegan a alquilarles una vivienda.

«La gente cree que vivimos tantos en un piso por cultura, pero no tenemos más remedio»

Después de los papeles, conseguir una vivienda es el principal problema de los inmigrantes. La actitud racista de muchos propietarios, que se niegan a alquilar pisos a inmigrantes, hace que arrendar un apartamento en Catalunya sea una misión imposible para muchos extranjeros. Ese fenómeno, sumado a unos precios que les resultan prohibitivos, empujan a miles de inmigrantes a hacinarse en pisos patera. El derrumbe de la casa de Piera, en que murieron cinco marroquís, ha hecho saltar las alarmas sobre las pésimas condiciones en que se ven obligadas a vivir miles de personas.

Las asociaciones de inmigrantes denuncian estas actitudes racistas. «Sufrimos una discriminación muy grave al intentar alquilar un piso», dice Mbaye Gaye, coordinador de la Asociación Catalana de Residentes Senegaleses. «Hay propietarios que se niegan a alquilarnos su piso sólo porque somos extranjeros», explica.

PRECIOS DESORBITADOS SOS

Racismo avala esa denuncia. Su portavoz, Begoña Sánchez, asegura que la organización ha recibido «multitud» de quejas de personas a las que se les ha rechazado el alquiler de una vivienda por ser inmigrantes.

En el 2004, el 11,3% de las denuncias puestas por inmigrantes en la Oficina para la No Discriminación de Ayuntamiento de Barcelona tenían como motivo actitudes racistas a la hora de alquilar una vivienda. Prueba de las dificultades de los inmigrantes para encontrar un piso es el hecho de que la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona denunció que sólo 3 de los 180 extranjeros que en el 2004 fueron a su servicio para encontrar vivienda llegaron a firmar un contrato.

CONSEJOS RACISTAS

Este diario comprobó esa discriminación. «Yo te aconsejo que el apartamento no se lo alquiles a moros», le dijo la agente de una agencia inmobiliaria a este periodista cuando se hizo pasar por un propietario que quería alquilar el piso: «Aquí te quitaremos de encima a los inmigrantes».

Ese consejo a las personas que quieren alquilar un piso es muy frecuente por parte de las inmobiliarias. Una discriminación que el senegalés Mbaye ha sufrido en sus propias carnes. «Si llamas y no tienes acento, en la agencia te dicen que pases para ver el piso. Pero en cuanto ven que eres negro, te dicen que el piso ya está alquilado».

«La gente cree que vivimos tantos en un piso por una cuestión cultural, que nos gusta vivir así», explica Mbaye. «Se equivocan. Lo que pasa es que no tenemos más remedio», dice.

ALTA DEMANDA

Todo esto se produce en un momento en que la demanda de alquiler de pisos por parte de inmigrantes se ha disparado y alcanza en algunas ciudades el 40% de la demanda total, según explica el informe Vivienda e Inmigración, publicado por la fundación Nous Horitzons. El hecho es que, actualmente, hay miles de inmigrantes buscando sin éxito un piso en alquiler ya sea por la negativa de los propietarios a arrendarles o porque la carestía de los precios les impide pagarlos.

A muchos no les queda más remedio que irse a vivir en pisos patera, la apelación más descarnada de un fenómeno también descrito como infravivienda o barraquismo interior.

SUBARRIENDOS

El portavoz de la Coordinadora de Entidades de Inmigrantes de Catalunya, Alejandro Erazo, cuantifica en «miles» los inmigrantes que viven «hacinados en pisos de alquiler».

En el mejor de los casos, los inmigrantes comparten el alquiler o subarriendan un habitación. Sin embargo, la mayoría de las veces, ni siquiera tienen una habitación para ellos solos, sino que deben compartirla con otras personas. Es cuando el apartamento degenera en un piso patera. Allí, cada inmigrante paga entre 150 y 350 euros mensuales.

Con los pisos convertidos en un bien escaso, cada vez hay más apartamentos donde viven entre 15, 25 y hasta 30 personas. Además, se generaliza otro fenómeno: las camas calientes. Muchos inmigrantes pagan por dormir en turnos de ocho horas en un lecho, que después será utilizado por otra persona.

Según Jordi Bosch, autor del informe Vivienda e Inmigración, este fenómeno comenzó a producirse en los cascos viejos de las ciudades catalanas. Según su investigación, esas infraviviendas «acostumbran a ser pisos en muy malas condiciones que estaban vacíos y que, con la aparición del fenómeno migratorio, de pronto salen al mercado y alquilarse sin necesidad de inversión».

Bosch dice que los inmigrantes «son víctimas de una explotación residencial» pues los propietarios de esos pisos «consiguen ganancias muy superiores a las que obtendrían en el mercado ordinario».

Lunes 24 de octubre de 2005

Fuente: El Periódico