El resto de Europa sí valora la asignatura de Religión

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Cuando algunos defensores a capa y espada del natural laicismo de nuestra sociedad española argumentan que la asignatura de religión ya no tiene cabida en el sistema escolar, me gustaría recordarles cómo la inmensa mayoría de nuestros vecinos europeos siguen pensando que todo el mundo necesita, sea cual sea el trabajo que realice, un mínimo de conocimiento religioso…

Cuando algunos en aras de la tan cacareada «progresía» quieren arrinconar lo religioso al ámbito exclusivamente privado, tal vez pretenden que la Religión se sitúe en unos parámetros que rezuman hipocresía por todos los costados. ¿Hablar de amor al prójimo sólo de puertas adentro del Templo? ¿Vivir una fe de sacristía que luego no se plasma en todos los momentos y circunstancias de mi vida diaria?

Cuando algunos defensores a capa y espada del natural laicismo de nuestra sociedad española argumentan que la asignatura de religión ya no tiene cabida en el sistema escolar, me gustaría recordarles cómo la inmensa mayoría de nuestros vecinos europeos siguen pensando que todo el mundo necesita, sea cual sea el trabajo que realice, un mínimo de conocimiento religioso que le impida decir disparates y le sitúe correctamente en el universo en el que vive.
Voy a citar el ejemplo de varios estados europeos a los que no creo nadie pueda tildar de poco democráticos.

En el Reino Unido la enseñanza de la Religión es obligatoria y se imparten dos o tres horas semanales, ya que figura como materia ordinaria en el currículo. Además se celebra diariamente un breve acto de culto, y nadie ¡se rasga las vestiduras!

En la paradigmática Suecia también es una materia obligatoria en los programas escolares, y por tal obligación se entiende que no exista alternativa a su estudio.
En Alemania es materia ordinaria y obligatoria en los planes de estudio y la mayoría de la población la recibe. También en Dinamarca es obligatoria, y en Austria, Finlandia, Grecia, Noruega.

En muchos otros países es de libre elección para los alumnos pero de oferta obligatoria para los centros: Bélgica, Italia, Portugal, Croacia, Eslovaquia, Holanda, Irlanda, Polonia, Suiza, etc. Y en prácticamente casi todas estas naciones existe una asignatura alternativa seria y de renombre: Filosofía, Historia de las Religiones, Ética, Educación moral y social.
Únicamente en nuestra vecina Francia la Religión no aparece en el sistema educativo y se reserva media jornada escolar para catequesis, impartida por un sacerdote o agente de pastoral.
Opino que todo ordenamiento educativo que se precie debe buscar el pleno desarrollo de la personalidad humana. También en esta naturaleza se encuentra la dimensión espiritual y religiosa. Así pues, la tarea de la asignatura de Religión debería ser cubrir este espacio para aportar el sentido necesario a la existencia.

Las clases de Religión no son de catequesis. Lo que se estudia son conceptos culturales y no práctica religiosa. Es decir, se evalúan conocimientos y no si los alumnos tienen fe o la practican.
La libertad supone la posibilidad de elegir. Pero no se puede elegir lo que no se conoce. La clase de Religión potencia la libertad. Quienes deseen ser católicos lo podrán ser con conocimiento de causa, y los que se inclinen por ser agnósticos o ateos, lo harán también de forma más consciente y responsable.
Creo que toda campaña de desprestigio de la Enseñanza Religiosa en la Escuela es un atentado contra derechos fundamentales, incurriendo en responsabilidad al ir en contra de la libertad de enseñanza y la potestad de los ciudadanos a optar desde sus propias convicciones religiosas o morales.
Y para terminar, también quiero hacer referencia al derecho y a la obligación inexcusable de los padres a elegir la enseñanza moral que desean para sus hijos. Así lo contempla la Constitución Española, y así con el estudio de la Religión, codo a codo con las otras disciplinas académicas, se podrá establecer el tan necesario diálogo entre la fe y la ciencia y no fomentar una persona dividida. Este mismo derecho lo tienen los padres de otras convicciones religiosas y morales que deseen dotar de sentido la educación de sus hijos.