Estas experiencias nos demuestran que hoy más que nunca sigue siendo imprescindible que los oprimidos se organicen autogestionariamente para luchar por su dignidad. También aquí, en los países enriquecidos, necesitamos aprender de la lucha y sacrificio de los militantes de las maquilas ; de sus aciertos y errores, de las dificultades y obstáculos que enfrentan y de las claves de superación han ido descubriendo.
Las maquilas en Centroamérica
La sociedad de la opulencia practica una ceguera voluntaria, eliminando de su vista todo aquello que le devuelve su verdadera imagen. Por eso no se entera de que camina sobre el fango de la miseria ajena, del pillaje planetario de los recursos y de las vidas de carne y hueso de millones de trabajadores sacrificados en el altar de la frivolidad y el hiperconsumo. Las maquilas de Centroamérica son un escenario principal de este secreto ”tsunami” social que arrasa con la salud, la vida de miles y miles de personas cada año.
Entre los años 60 y los 70 comenzó el proceso de traslado de cierta industria de ensamblaje desde territorio de los Estados Unidos hacia Centroamérica. En los 90, con el gran impulso a la liberalización del comercio internacional y la globalización de la economía, el fenómeno ya se había expandido mundialmente, siendo el capital invertido no sólo estadounidense sino también europeo y asiático.
Esas industrias son comúnmente conocidas como ‘maquilas’, término que invariablemente se asocia a explotación laboral, falta de libertad sindical, salarios de hambre, largas y agotadoras jornadas de trabajo, malos tratos, primacía de la contratación de mujeres y de niñas. El 87% del empleo en las maquilas es femenino y son frecuentes los despidos en caso de embarazo, los abusos sexuales…
Numerosos estudios demuestran que realmente no benefician al país debido a las ventajas fiscales que disfrutan y a que los beneficios quedan dentro de la estructura empresarial de la multinacional. Por ejemplo en México sólo un 2% de materias utilizadas proviene del propio país. Además, los míseros salarios incluso se han reducido un 14.6% entre el 2001 y el 2011 quedando por debajo de la denominada “canasta básica” o el mínimo de subsistencia.
Toda esta reestructuración empresarial se produce mientras en los países del Norte cientos de fábricas cierran y dejan en paro a miles de trabajadores. Por ejemplo, en la década del 90 más de 900.000 empleos se perdieron en Estados Unidos en la rama textil y 200.000 en el sector electrónico. El proceso continúa aceleradamente, y hoy día las grandes transnacionales buscan maquilar prácticamente todo en el Sur, no sólo bienes industriales sino también partes de los negocios de servicios.
A pesar de las dificultades en las últimas décadas han surgido numerosas experiencias de lucha protagonizadas fundamentalmente por las mujeres explotadas en las maquilas.
Honduras. El testimonio de Evangelina Arqueta
En Honduras los trabajadores, que en su mayoría son muchachas, tienen que trabajar 6 días a la semana y 12 horas al día. No pueden ir a la escuela por la noche. Si van, la maquila las despide. Más de un cuarto de las empleadas han sido maltratadas en la maquila o han sido testigos de abuso como latigazos, patadas, o golpes a la cabeza. Los inspectores no pueden entrar a investigar lo que está ocurriendo, porque las compañías no les da permiso para entrar. El 34% de las mujeres tienen menos de 18 años de edad y el 13% tienen entre 12 y 15 años.
Una de esas explotadas es Lesley Margoth Rodríguez Solorzano, que empezó a trabajar a los 13 años haciendo suéteres para Liz Claiborne. A los 14 años colaboró en la creación de un sindicato por lo que la empresa despidió ilegalmente a 35 muchachas.
Lo mismo le ocurrió a Oneyda Hércules, acosada sexualmente y despedida. Llegó a ser la presidenta de la Asociación de Trabajadoras Textiles de Choloma Cortés y afirma: “He estado trabajando en las maquilas desde los 14 años y he vivido en carne propia la explotación a la que se somete a la mujer trabajadora en Honduras. Estas empresas se rigen bajo el principio de «más rápido, más barato y más flexible». Hay que mentalizar a la juventud de que cualquiera puede contribuir a cambiar las cosas. No tengo estudios pero no me quedo quieta ante lo que está pasando en el mundo”.
La misma historia se repitió entre abril del 2008 y enero del 2009 en la corporación Russell Atletic, filial de la multinacional Fruit of the Loom. 2.100 trabajadores de Jerzees quedaron en paro tras meses de lucha sindical. Sin embargo, continuó el hostigamiento, las listas negras para no poder ser contratados en ninguna otra empresa, incluso amenazas de muerte, persecución con vehículos y saqueo de la oficina sindical.
Pero su lucha se hizo internacional y recibió el apoyo de otros sindicatos, de asociaciones de estudiantes en los EEUU y de 109 universidades, que decidieron cortar los contratos de compra de ropa deportiva que tenían con Russell.
En noviembre del 2009, la empresa cedió a las presiones. 750 trabajadores fueron reintegrados, mientras que la empresa se comprometió a buscar formas de reenganchar a los demás en otras empresas. Los trabajadores decidieron poner una parte de las indemnizaciones recibidas en una cooperativa de ahorro y préstamo que en 2011 alcanzaba los 200.000 dólares. Todo esto fue posible porque el 99% de los trabajadores estaba afiliado al sindicato.
Una de las militantes impulsoras de esta lucha es Evangelina Argueta, que como tantos jóvenes en Honduras, empezó trabajando en una fábrica en San Pedro Sula cuando tenía solamente 15 años
“Trabajaba en la maquila durante el día, pero de noche seguía estudiando. Mi reto era ser abogada. Trabajé 9 años en esta empresa maquiladora, una fábrica que empleaba alrededor de 800 trabajadores y trabajadoras. Luego de un año de laborar en la empresa, decidimos formar un sindicato. Yo fui una de las fundadoras del sindicato.
“Eso fue en el 1980, cuando había mucha violencia y represión en Honduras. La organización sindical era casi imposible. En esta época, para organizar un sindicato, teníamos que tomar las instalaciones de la empresa. Eso es lo que hicimos, y logramos prevalecer.”
Evangelina fue despedida junto con los otras 484 trabajadoras, pero decidieron poner una demanda ante los tribunales por los despidos injustificados un proceso que duró cinco años y llegó hasta la Corte Suprema de Justicia.
“Desgraciadamente, perdimos nuestro caso. La Corte Suprema en su sentencia dictaminó a favor del patrón y manifestó que no teníamos derechos. 485 personas se quedaron sin empleo. Esta situación me llenó de mucho coraje. Pero también reafirmó mi compromiso con los trabajadores y con los derechos humanos, así como de la importancia de que participemos en la mesa de negociación. Russell intentó todo para pararnos, pero prevalecimos, corriendo grandes riesgos personales. Hubo momentos cuando nos seguían personas en motocicletas, o pasaban en carros con vidrios oscuros y nos fotografiaban, pero dijimos, ‘no nos detenemos, si lo más seguro en la vida es la muerte’”.
Tras años de lucha consiguieron doblegar a la empresa. Evangelina afirma “Los empresarios en Honduras siempre han perpetuado un mito, de que en este país – y especialmente en la maquila – es imposible nizar a trabajadores, y que bajo ninguna circunstancia se permitirá la libertad sindical. Es por eso que la victoria con Russell es tan importante. Comprueba que sí es posible organizar dentro de la maquila.”
Hoy en día Evangelina está plenamente dedicada a apoyar a otros trabajadores en su organización sindical. Han habilitado una oficina en la ciudad de Choloma, municipio donde se concentran más de 50 empresas, el 20% de las instaladas en el país. Desde allí las organizadoras se movilizan a los municipios de San Pedro Sula y Villanueva. La poca información que las obreras tienen acerca de sus derechos y las amenazas influyen para que no se de una afiliación masiva al sindicato. Entre los catorce sindicatos de maquilas que existen suman unos 4.000 miembros, mientras que los empleados de todas esas empresas suman aproximadamente unos 12.000 trabajadores.
México. Aprendiendo de los fracasos
Pero las dificultades para las organizaciones de trabajadores no sólo vienen de fuera. En la amplia experiencia de organización sindical en las maquilas de Centroamérica también se han dado conflictos y divisiones internas por problemas en el papel de los líderes y los intentos de instrumentalización. En México, otro de los países con más presencia de maquilas, el sindicato “19 de Septiembre” es un referente lleno de luces y sombras.
El 19 de Septiembre de 1985 el terremoto de Mexico D.F. derrumbó 800 fábricas y talleres, que fueron la tumba de más de 600 costureras atrapadas bajo los escombros mientras los patrones llevaban cuadrillas para recuperar cajas fuertes, maquinaria y pacas de ropa de sus empresas, no para rescatarlas. Aquella tragedia fue el inicio de un movimiento de lucha el sindicato «19 de Septiembre» en el que otra mujer, -también llamada Evangelina y de apellido Corona estuvo en primera fila.
Eva -como la llamaban las obreras- recuerda que sus patrones se negaron a responder a las afectadas por los seismos y dieron «por muertas» antes de tiempo a trabajadoras atrapadas bajo los escombros. Entonces decidieron permanecer fuera de los talleres para impedir que sacaran la maquinaria y que ellas se quedaran sin nada después de tantos años de trabajo barato.
Eva se formó en la lucha. Tenía escasa instrucción -sólo estudió hasta tercero de primaria- y no contaba con ninguna militancia política previa. Ella dice que nunca escuchó el término «explotación», sino hasta que empezaron a organizarse después del terremoto. Antes sólo sabía que ella confeccionaba 200 blusas diarias, en promedio, mil a la semana, y que su sueldo era insuficiente para comprar una prenda de ésas.
«La mano de Dios me puso al frente de Costureras en Lucha. No es que sea fanática o mística, pero hay un ser supremo que rige la vida. El 19 de octubre de 1985 nos reunieron para solicitar el registro del sindicato, se integró el primer comité ejecutivo y me eligieron cuando yo no sabía ni lo que era un contrato colectivo o una asamblea. Sólo tenía cierto sentido de la justicia».
Eva afirma «La lucha que dieron diversos grupos de damnificados, de la sociedad civil y otras agrupaciones, como las costureras, emergidas del terremoto, fue muy importante para las mujeres. Sobre todo impulsó la movilización social, sin embargo, al paso de los años la batalla de las costureras se perdió. Al principio de la movilización se lograron cosas que jamás se habían obtenido. Después de una ardua batalla legal se consiguió el registro del sindicato, que se indemnizara a los familiares de las trabajadoras muertas y la firma de contratos colectivos con varias empresas».
«Los problemas surgieron después, porque muchas organizaciones, sobre todo de mujeres, se montaron en el movimiento. Había asesoras de distintas corrientes que mantenían pugnas entre ellas y empezaron a jalarnos por grupos, nos echaron a pelear. No sólo nos asesoraban, querían imbuirnos su ideología. Primero quisieron aglutinarnos, pero después nos dividieron, se posesionaron de los grupos y manipularon a las trabajadoras».
«Entonces surgieron conflictos por el liderazgo de los grupos y porque todas se quisieron poner la medalla del sindicato. Después de cada congreso salíamos llorando. Los patrones aprovecharon esas disputas para liquidar a las trabajadoras y cerrar las empresas. Esto provocó que el sindicato se fuera desbaratando, se perdiera, primero a escala nacional y luego local.»
Las asesoras nos trataron como ignorantes. Ellas eran las académicas, las que sabían y ya habían vivido otras luchas. Querían que dependiéramos de ellas y aquí está el resultado. En nuestro caso -lamenta- no sólo se perdió el sindicato, sino todas las cooperativas de mujeres que se crearon entonces, la de Dimension Weld, varias de costura, la de las muñecas. La única que permanece es Mujeres para hoy.»
«Lo que me duele es que no seamos capaces de hacer que funcionen los proyectos. Parece que todavía queremos tener un capataz atrás; el yo le gana al nosotros».
Para Eva, hoy en día «la situación de las costureras es igual a la de aquella mañana del 19 de septiembre, pero ahora se añade el hecho de que el sector textil y del vestido en México prácticamente está pulverizado, la mayoría de las empresas maquilan para firmas extranjeras o son intermediarios; otros talleres operan en forma clandestina para no pagar impuestos ni salarios, y reina la submaquila. Además muchas empresas se fueron a la economía subterránea, creció el número de «talleres familiares» y hoy no se explota sólo a las costureras, también a los hijos, al marido, a los padres y a los que viven en la casa, porque todos participan aunque sea cortando hebritas, pegando botones, por la misma paga, que es siempre a destajo y sin prestaciones
Autor: Equipo Felipe López