Solo diez empresas, P&G, Unilever, Nestlé, Kraft, Johnson &Johnson, General Mills, Coca-Cola, Kellogg’s, Mars y PepsiCo, están detrás de más de mil enseñas habituales en cualquier casa.
Se ha planteado alguna vez qué tienen en común el detergente Ariel, las pilas Duracell, las cuchillas de afeitar Gillette, el champú Pantene y el maquillaje de Max Factor? Pues que todas pertenecen a la misma compañía: la estadounidense Procter & Gamble (P&G), el líder incontestable en la industria de consumo.
¿Y sabría decir quién está detrás de elementos tan cotidianos como las sopas Knörr, el desodorante Axe, los helados Frigo o la crema Pond’s? ¿No? Sencillo, el fabricante es otro gigante del sector: la anglo-holandesa Unilever, que suma un portafolio de más de 400 marcas y 2.000 millones de clientes en todo el planeta.
Sin duda, el universo de marcas que nos rodea es abrumador. Miles de productos entre los que escoger con diferentes sabores, texturas, colores y promesas para nuestro paladar y nuestro bien estar. Pero, ¿qué esconde este entramado de enseñas? “Los supermercados modernos ofrecen una poderosa ilusión de elección: infinitas marcas controladas por muy pocas y grandes empresas”, sentencia rotundo Patrick Woodall, director de Investigación de Food & Water Watch.
Solo diez empresas, P&G, Unilever, Nestlé, Kraft, Johnson &Johnson, General Mills, Coca-Cola, Kellogg’s, Mars y PepsiCo, están detrás de más de mil enseñas habituales en cualquier casa. The Coca-Cola Company, por ejemplo, no solo da nombre a la bebida refrescante de la chispa de la vida, sino que, además, atesora más de quinientas marcas, entre ellas los refrescos Sprite y Fanta o la bebida isotónica Powerade. Y su gran rival PepsiCo es dueña de los Doritos, las patatas fritas Lay’s y los zumos Tropicana. Resulta obvio que los cereales Special K o los Corn Flakes que se comen para desayunar en miles de hogares llevan el sello de Kellogg’s, la compañía con sede en Battle Creek (Michigan). Y que Nescafé y los helados Nestlé pertenecen a la misma casa.
Pero no lo es tanto que los platos preparados de Maggi, los helados de Häagen-Dazs, la pasta de Buitoni, la fabada Litoral y la comida para animales Purina también pertenezcan a Nestlé. Como tampoco es evidente a los ojos del consumidor que la multinacional suiza sea, a su vez, uno de los accionistas de referencia de la firma de cosmética L’Oréal.
¿Falta transparencia? “Todo es más sencillo. Las empresas utilizan otras marcas diferentes a la líder cuando el producto rompe con la imagen atribuida a la enseña de referencia o cuando quieren ocupar otros segmentos de mercado”, señala el profesor del IESE, Jaume Llopis.
Cinco empresas, Kellogg’s, General Mills, Cereal Partners Worldwide –una joint venture entre Nestlé y General Mills–, Quaker (PepsiCo) y Ralcorp, controlan el 65% del segmento de cereales. La todopoderosa Coca-Cola tiene ella sola un 26% de cuota global. Y entre P&G, L’Oréal (participada por Nestlé), Unilever, Colgate-Palmolive y Avon suman el 36% del negocio mundial de belleza y cuidado personal.
Ahora la necesidad de acaparar el mercado toma una nueva forma: el oligopolio, que se está convirtiendo en la regla en un creciente número de industrias”, señala el periodista Steve Hannaford, autor del libro Market domination.
Ciertamente, no es un fenómeno aislado. Philip H. Howard, profesor de Recursos Naturales de la Universidad de Michigan, ha liderado un estudio sobre la concentración en la industria del vino en Estados Unidos y los resultados son reveladores: más del 50% de los vinos que se venden en el país los producen, licencian o importan solo tres compañías: E&J Gallo, The Wine Group y Constellation Brands. Da que pensar, ¿verdad? “Quizá es más evidente que el sector de los refrescos está controlado por Coca-Cola y Pepsi y el de la cerveza, por [la belga] ABInBev y [la británica] SABMiller, pero hasta yo me sorprendí por el grado de concentración en la industria del vino”, afirma.
¿Ha oído alguna vez hablar de Cargill, ADM, Bunge o Louis Dreyfous? Seguro que no. Estas empresas no hacen anuncios en televisión ni promociones en el supermercado, pero por sus manos pasan el 90% de los cereales, el café, el cacao y la soja del mundo.
Son commodities traders. Solo las dimensiones de Cargill, la mayor compañía agrícola de Estados Unidos, impresionan: factura 133.900 millones de dólares, es el segundo productor de vacuno del país, una de las mayores compañías de cacao del mundo, vende fertilizantes y posee empresas dedicadas a convertir el maíz en biocarburantes, en alimentos para personas y en piensos.
“En Estados Unidos hay 900.000 ganaderos, pero sólo cuatro compañías compran el 80% del ganado para matarlo y envasarlo, lo que significa que hay pocos competidores pujando. Y ese poder económico desciende por la cadena de valor hasta nuestras cocinas”, señala Woodall.
¿Y qué me dicen Monsanto, DuPont, Syngenta y Limagrain? Seguro que tampoco le suenan. Sin embargo, las cuatro poseen el 29% del mercado global de semillas. Mary Hendrickson, doctora en Sociología Rural de la Universidad de Missouri y una de las autoras del informe The Global Food System, afirma que “la consolidación del mercado es una tendencia documentada. Y en un sistema así, es más difícil que la información de quién y cómo se producen los alimentos sea transparente”. Esta experta no duda de que Cargill y el conglomerado tailandés CP Group compitan ferozmente entre sí, pero duda de que permitan la competencia a lo largo de la cadena valor que integran.
No es el único efecto: a mayor concentración, mayor riesgo de concertación –Bruselas sancionó en 2011 un cártel de detergente en polvo en el que estaban involucrados P&G, Unilever y Henkel–, de que los precios suban, de levantar barreras de entrada y de ejercer influencia sobre las autoridades de turno.
El temor de algunos parece estar justificado. “Los oligoplios son muy difíciles de romper. Hay alternativas interesantes, pero es complicado cambiar cómo funciona el sistema alimentario”, reconoce Sophia Murphy, investigadora del Institute for Agriculture and Trade Policy.
Nota de Voz de los sin Voz
Esta concentración de poder en la producción y en la distribución ha generado y genera miles de muertos, sobre todo en los países empobrecidos. Solo tenemos que recordar la subida de los alimentos en estos últimos 5 años, y hacer un repaso a la especulación con tierras, alimentos y biocombustibles…
Autor: Amaia Arteta ( * Extracto)