Primera mártir gitana beatificada: pobre en la vida y en la muerte
Emilia Fernández Rodríguez era una joven gitana nacida el 13 de abril de 1914, en las cuevas de la parte alta de Tíjola (Almería). Aprendió de sus padres el arte de tejer canastos, que vende para sobrevivir, en medio de una gran pobreza. Por dedicarse a este trabajo recibió el sobrenombre de «La Canastera». Siendo aún muy joven se casó con el gitano Juan Cortés Cortés, por el rito gitano, según se acostumbraba en sus familias.
Emilia no habla, temiendo que castigaran a Lola y al resto del grupo, y no cede, ni a las amenazas ni a las promesas de un mejor trato en su delicado estado
Durante la guerra civil española, su esposo fue requerido para luchar en el frente republicano. El se niega, causándose una ceguera transitoria, algunos dicen que con un líquido para sulfatar los campos que ella vertió en sus ojos. Al matrimonio gitano, la política y la guerra les resultan ajenas. No querían saber nada de ir al frente. Y ella, embarazada, menos. ¿Cómo ganarse la vida haciendo cestos en medio de una guerra y sin el apoyo de su marido? Descubierto el hecho, encarcelan a ambos. Él, en la cárcel de «El Ingenio» y ella, en la Prisión de Mujeres de «Gachas Coloras» (pasta de cereales con caldo de pimentón), para cumplir una condena de seis años. Emilia era una mujer «fascinante», relata María de los Ángeles Roda Díaz, en aquella cárcel donde: «Por la mañana nos daban «agua sucia» (café) con un trozo de pan; a mediodía, lentejas con gusanos, habas cocidas con sus cáscaras y una torta de arroz cocido; y por la noche, solo pan y agua».
En esa cárcel de mujeres conoce a un grupo de presas que, a escondidas, rezan el rosario, y les pide que la enseñen a rezar y a conocer al Señor. Una de esas compañeras, Dolores del Olmo, «Lola», como catequista, la enseña a rezar. Ella aprende pronto el padrenuestro, el avemaría y el gloria. A los encargados de la prisión les llegan las noticias de estos encuentros clandestinos de oración, e interrogan a la que creen más débil y vulnerable para que delate los hechos, los nombres de las participantes y a su catequista, ya que rezar, según ellos, es un delito. Emilia no habla, temiendo que castigaran a Lola y al resto del grupo, y no cede, ni a las amenazas ni a las promesas de un mejor trato en su delicado estado: mejor alimentación, gestiones para liberarles a ella y a su marido…
A partir de ese momento comienza su martirio. La directora de la prisión la interna, a pesar de su avanzado estado de gestación, en una celda de aislamiento abandonada a su suerte. Con la solidaridad de los pobres, la de sus compañeras reclusas, pero sin atención médica y con grandes hemorragias, en un jergón de esparto sobre el que duerme en el suelo, da a luz a una niña, el 13 de enero de 1939. Su catequista la bautiza con el nombre de Ángeles. Ante las fuertes hemorragias que sufría la madre, la trasladan esa misma tarde al hospital junto a su hija recién nacida; pero a los cuatro días la devuelven a la cárcel. Allí fallece el 25 de enero de 1939 con solo 24 años, víctima del abandono y dejadez a que la sometieron, a consecuencia de su fe en Dios y su fidelidad a sus compañeras cristianas. Su cuerpo, aún no recuperado, fue arrojado a una fosa común del cementerio de Almería.
Emilia «La Canastera», que vivió y murió pobre, encontró en esos duros momentos de dolor, consuelo espiritual en el rezo del rosario. Y junto a otros 114 mártires, fue proclamada beata el pasado 25 de marzo, en el Palacio de Congresos de Roquetas del Mar (Almería).
Esta valiente mujer se ha convertido en la primera mártir gitana, acompañando así a Ceferino Giménez Malla, «El Pelé», primer mártir gitano. Ambos, son ahora patronos y ejemplos de vida para todos los gitanos españoles y de todo el mundo. Constituyen un referente testimonial para todos los cristianos, pues con sus vidas generosas y sus cruces, nos enseñan a no renunciar a la cruz de Cristo, que nos lleva a la Vida verdadera con Él.
Autor: La Pastoral gitana