Un informe de la ONG Global Exchange, con sede en San Francisco, presenta sus indagaciones sobre las violaciones de los derechos humanos que producen las empresas globales.
Estoy asustado. He podido revisar dos informes recientes sobre las más importantes empresas del planeta y he llegado a conclusiones que no me gustan nada.
El primero es del instituto canadiense ETC Group, y analiza la concentración de la actividad económica en manos de las multinacionales. La empresa más grande del mundo es la cadena de supermercados Wal-Mart: las cifras la sitúan como la 20ª economía del planeta, con un volumen de ventas superior al PIB de Noruega, Portugal y Argentina, por ejemplo. Le siguen las petroleras y automovilísticas. En agricultura, la concentración empresarial es muy destacable. Las 10 mayores industrias de semillas, con Monsanto a la cabeza, han pasado de controlar en el 2003 un tercio del comercio mundial, a hacerse con la mitad. En el sector farmacéutico, igual: 10 empresas copan el 59% del mercado. La medalla de oro es para Pfizer. En la industria alimentaria Nestlé mantiene su poderío, y junto con las nueve corporaciones que le siguen, controlan el nada despreciable 24% del mercado global.
El segundo informe es de la ONG Global Exchange, con sede en San Francisco, y presenta sus indagaciones sobre las violaciones de los derechos humanos que producen las empresas globales. Pues resulta, y de aquí mi pánico, que las 14 primeras del ranking de abusos de fondos públicos, represión de los derechos políticos, degradación ambiental, discriminación y otras cosas horribles son en su mayoría las citadas anteriormente como más poderosas. Monstruos en los dos sentidos de la palabra.