Georges Abou Khazen, el obispo sirio de Alepo nos habla de la fe en el dolor, de los sufrimientos de la población. “Hay una estrategia organizada para desestabilizar el país”
Abou Khazen pastorea a los católicos y ayuda a refugiados y víctimas de la guerra de cualquier credo
Brillan de conmoción los ojos de Georges Abou Khazen, franciscano, vicario apostólico latino de Alepo, mientras cuenta los sufrimientos de la población en su ciudad frente a la violencia que sigue imperando.
Pero la esperanza es lo que prevalece en sus palabras, una esperanza alimentada por una fe sólida, forjada por las pequeñas flores que ve brotar en la devastación y por su larga experiencia: de origen libanés, fue durante treinta años párroco en Belén y en Jerusalén y, después, en la iglesia de San Francisco en Damasco, donde los frailes residen ininterrumpidamente desde 1238.
P- ¿Cómo es la vida diaria en Alepo?
Es una existencia marcada por la precariedad. Antes de la guerra, vivían en la ciudad 4 millones de personas; venían turistas de todo el mundo; era una ciudad marcada por una importante actividad cultural; encrucijada comercial de Oriente Medio, contaba con la presencia de fábricas importantes, muchas de las cuales han sido saqueadas o literalmente desmontadas en trozos por los rebeldes, que han vendido la costosa maquinaria a Turquía. Primero se fueron los ricos, ahora se va todo aquel que tiene posibilidad de hacerlo. Y la población está aterrorizada por el hecho de que los milicianos del ISIS están a 20 kilómetros del centro de la ciudad. Estamos bajo asedio.
P-¿Cómo viven los cristianos?
Eran aproximadamente 200.000, una minoría pequeña, pero respetada. Ahora casi el 60 por ciento se ha ido a otras zonas del país o al extranjero. Las Iglesias de los distintos ritos proporcionan una gran ayuda a la población, sin distinción de credo religioso.
»Ayudamos a 18.000 familias proporcionando víveres, vestimenta, hospitalidad a quien ha perdido su casa. En los comedores gestionados por los jesuitas, los hermanos maristas, las hermanas de Madre Teresa y las franciscanas se preparan 25.000 comidas diarias gracias al trabajo de los religiosos y los voluntarios cristianos, y con la contribución económica de musulmanes ricos.
»En el vicariato latino, en un centro llamado «Jesús obrero», acogemos a un grupo de ancianos y minusválidos musulmanes que han tenido que abandonar la estructura en la que vivían. Son pequeños signos de unidad de pueblo en un mar de sufrimiento que necesitaría, también, ayuda por parte de especialistas a nivel psicológico.
P-¿Por ejemplo?
Muchos han visto a familiares y amigos morir bajo sus ojos, a causa de las granadas o los misiles. Una niña, entrando en el baño de su casa, encontró a su madre literalmente hecha pedazos por el ataque de un mortero. Huyó gritando de dolor y le dejo imaginar el shock cada vez que entraba en su casa y revivía mentalmente esa escena. La hemos acogido junto a su hermano en una de nuestras estructuras, pero la herida que lleva en el corazón, ¿como podrá curarse?».
P-Siria parece hoy un país destruido y dividido. ¿Es otra promesa no cumplida de una primavera árabe?
Las protestas de plaza del 2011 fueron sustituidas casi inmediatamente por acciones violentas que, es evidente, habían sido ordenadas con anterioridad, y la llegada de miles de combatientes del extranjero (hoy el 80% de los milicianos es extranjero) confirma que hay una estrategia organizada para desestabilizar el país.
»En Siria han vivido juntos durante siglos 23 grupos étnicos y religiones distintos. Damasco ha sido durante noventa años, del 661 al 750, la espléndida capital del impero omeya, abriendo la civilización islámica a las influencias y a las contribuciones de las otras culturas de la época, e históricamente Siria ha representado siempre el rostro más abierto del islam.
»Ahora es el objetivo precisamente porque ha sido, desde siempre, un ejemplo de convivencia posible que es incómodo a quien quiere afirmar la primacía de un grupo sobre el otro en nombre de principios religiosos. Esto es lo que pretende hacer el wahhabismo que domina en Arabia Saudita, un enfoque radical y exclusivista que es exportado mediante muchos y costosos canales: el envío de personal religioso a Asia, África y Europa; la concesión de becas que «enrolan» a miles de jóvenes; la financiación de universidades islámicas; el abastecimiento de armas y la financiación de formaciones militares.
»El wahhabismo está en las antípodas del islam moderado que prevalecía en Siria y que hacía de este país un faro de civilización y un mosaico de convivencia. Este enfoque radical representa un peligro para toda la comunidad internacional. Tal vez se están dando cuenta ustedes en Europa, si bien los acuerdos económicos hechos con los sauditas hacen olvidar muchas cosas…..
P-La idea de una intervención de la comunidad internacional en Siria está tomando cuerpo, también mediante bombardeos sobre las zonas controladas por el ISIS. ¿Usted que piensa?
Es necesario intervenir, ciertamente, y hace tiempo que habría que haberlo hecho; pero las alarmas lanzadas desde distintas partes no han sido, culpablemente, escuchadas. Pero la intervención más eficaz no es la militar que, como la historia reciente nos enseña, corre el riesgo de traer más muerte y destrucción, provocando respuestas análogas por parte de quien ha sido atacado.
«Intervenir» significa, por ejemplo, dejar de proporcionar armas a los rebeldes: como ha dicho Hillary Clinton, «ahora estamos obligados a combatir lo que hemos creado».
»»Intervenir» significa dejar de comprar petróleo a Turquía que lo está comprando al ISIS (que controla zonas petrolíferas por entero), a 10 dólares al barril contra los 100 de la cotización de mercado.
»»Intervenir» significa romper con quien apoya el terrorismo. Creo realmente que el Papa quería decir esto cuando, de vuelta de su viaje a Corea, explicó que «intervenir no significa bombardear».
»Se debe ir a la raíz del problema, y los poderosos de la Tierra, que son corresponsables del desastre que se ha generado, lo pueden hacer. Porque, como dice un proverbio árabe, quien ha conseguido hacer subir a un burro a un minarete sabe como hacerlo bajar.
P- En un país dividido como es Siria ahora, ¿será posible una reconciliación?
Estamos acostumbrados a vivir juntos desde hace siglos, la diversidad no ha sido nunca una objeción, sino una condición con la que medirse. En Alepo, hay muchos ejemplos de colaboración a nivel humanitario. Me dan ganas de llorar si comparo lo que Alepo y Siria han representado durante siglos para la cultura, el arte y la religión con la destrucción a la que hemos estado sometidos estos meses. Pero estoy convencido de que aún estamos a tiempo de salvar este tesoro de la humanidad
»Creo que cada hombre tiene en su corazón una aspiración al bien y a la verdad y que ésta acabará prevaleciendo. Un proverbio sufi, vinculado a la espiritualidad islámica más profunda, dice: «El buen Dios ve y cuida a una hormiga negra en un agujero negro en una noche oscura».
»Y nosotros cristianos sabemos que la Providencia no deja nunca solo al hombre, especialmente en los momentos más difíciles. Por esto, en Alepo, el domingo siguen tañendo las campanas de nuestras iglesias, también en medio de las bombas que explotan».
Autor: Giorgio Paolucci (Traducción de Helena Faccia Serrano)