Entrevista a Andrés Rábago, El Roto

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Rábago García. Madrid 1947: Dibujante, humorista gráfico, guionista, escenógrafo, historietista, pintor .Pseudónimos.-. El Roto, Jonás, OPS, Ubú …

“Hemos hablado reiteradamente del miedo. El miedo es el núcleo esencial del sistema del pensamiento del ego. Es el territorio que hay que expurgar, en el que realmente se dirimen las grandes batallas. La lucha contra el ego y todo lo que ello conlleva, sus miedos y miserias, es el verdadero territorio de la lucha de cada uno de nosotros.”… “No, yo soy enormemente optimista. Cada uno de nosotros somos un mundo virgen y debemos procurar mantener esa virginidad. En cada uno de nosotros existe la potencialidad de lo no creado aún y debemos esforzarnos en mantener dicha potencialidad y llevarla hasta dónde seamos capaces. Que requiere esfuerzo, sí. Pero, ¿hay algo más hermoso y fascinante que ese esfuerzo que tenemos que realizar?…” “La recuperación de lo sagrado en nuestra sociedad actual es una de las pocas salidas que tiene para poder reorientar la dirección en la que nos movemos. Este sistema está abocado, como todos más no menos intuimos, a su aniquilación y destrucción. Y entiendo que el esfuerzo de recuperación tiene que venir por algo que siempre ha existido, que es la relación trascendente con la naturaleza por supuesto, pero también entre nosotros mismos. Y en la relación íntima con nuestro propio ser, es donde hay que trabajar con más ahínco. En la medida que puedo lo hago en esa otra forma de expresión, que es la pintura y que es Rábago.”

Antonio Ramírez: Usted ha declarado en numerosas ocasiones que no es un humorista. Sin embargo, si se siente identificado con una larga tradición satírica que incluye artistas de lo social como Goya, Daumier, Grozs…
Andrés Rábago: Efectivamente, el humor no es un género que yo practique. Yo practico la sátira. La sátira, naturalmente, puede contener humor, pero también otros ingredientes. No me siento cómodo con el término de humorista, que rechazo, pues ha quedado inutilizado por el uso que se le ha dado. Dibujante de sátira creo que es mas adecuado. También, en algunos periódicos los llaman dibujantes de editorial. Esto tampoco me gusta porque normalmente se asocia con algo que a mí me da escalofríos, que es el dibujante que está al servicio de la redacción para reflejar la opinión de la línea editorial del periódico.
Yo sostengo que el dibujante de sátira debe ser libre a la hora de elegir los temas, de elegir el enfoque que les da y la posición que tiene ante ellos. Otra cosa es que la posición del dibujante, lógicamente, no puede ser en todos los casos contraria a la línea general del periódico para el que trabaja. Porque si no eso desembocaría, en no demasiado tiempo, en una posición encontrada que sería incomoda tanto para el que dibuja como para el director del periódico.
AR: En su obra los intelectuales no salen muy bien parados, merecidamente en nuestra opinión. Según usted ¿qué papel deben desempeñar los intelectuales en esta sociedad del espectáculo? ¿Hasta que punto son culpables de la situación actual?
R: Primero tendríamos que definir que se entiende por intelectual. Yo creo que toda persona que utiliza su inteligencia de algún modo está ejerciendo esa labor. Otra cosa es que el intelectual sea un especialista en el terreno de la reflexión. Pero yo opino que la reflexión debería ser algo común en los hombres. No creo que debamos formar un gueto aparte los que nos dedicamos de algún modo a pensar, sino que formamos lo que podría ser la avanzadilla, el liderazgo en una línea de reflexión sobre los problemas, sobre las cosas que están ocurriendo, que ayuden a los demás, a otras personas a clarificar sus propias ideas, a darles forma a algo que pueda estar más o menos de modo nebuloso en su pensamiento.

De algún modo nosotros somos los parteros de las ideas, pero no somos los que las hemos fecundado. Cada persona debe fecundarse a sí misma. Aunque, luego, a la hora de parir necesitemos de la ayuda de la matrona, que en este caso es eso que llamamos el intelectual.

María Santana. Siempre nos ha sorprendido la importancia que ha tenido para usted la filosofía o los filósofos. Por ejemplo, ahora que estaba haciendo referencia a Sócrates con su símil de la matrona. También nos damos cuenta de la ausencia de cualquier reflexión ya sea crítica o no en el entorno de los medios de comunicación. Al fin y al cabo la filosofía se ha convertido en una disciplina académica más.

R: Cuando te dedicas a pensar te das cuenta que pensar no es fácil. Muchas veces damos por pensamiento lo que no es más que la reiteración de lo que otros han pensado a lo que simplemente hemos dado una leve tintura personal. Pero pensar es algo muy complicado. Porque las líneas ya marcadas son líneas muy profundas. Y, entiendo que pensar debería ser hacerlo fuera de las líneas ya marcadas, por eso es tan difícil. De hecho nosotros mismos, nuestra propia mente tiene unas líneas ya establecidas a través de la educación, de la información recibida que son como las marcas de las ruedas de los carros, de las que es difícil salir. Sin embargo, eso que llamamos reflexión solamente se produce en campo abierto, si no es así, yo no lo llamaría reflexión, lo llamaría pensamiento.

MS: Entonces el verdadero pensamiento estaría en lo marginal, lo fuera del margen por así decirlo, fuera de lo establecido.

R: Las palabras, cuando nos damos cuenta, están cargadas de contenidos de los que hay que liberarse. La palabra marginal tiene hoy en día un contenido, un contexto que la hace también casi inútil. Pero sí, en el sentido más original, efectivamente, lo marginal, lo que todavía no ha sido hollado, lo que todavía es terreno sin conquistar, es el terreno propio de la reflexión y de la meditación. El terreno no conquistado es infinitamente mayor y más rico que el terreno ya habitado. Sin embargo, es verdad que a la hora del vivir cotidiano tenemos que hacerlo en un terreno común. Es decir, de algún modo hay que convertir en ciudad, en lugar habitable, lo que está fuera. Ese es el trabajo del filósofo y del pensador.

AR: En su obra gráfica podemos observar una evolución donde la palabra va ocupando cada vez más un puesto preferente respecto a la imagen. Sin embargo ¿ha logrado El Roto el equilibrio perfecto entre imagen y mensaje? ¿Hasta que punto piensa que la imagen ha perdido, por sí misma, poder de subversión?

R: Vivimos en un medio bastante acelerado. Y ese tipo de trabajo que haces no es algo que se haga en el vacío, sino que intentas llegar a un número, a unas personas determinadas que también tienen sus limitaciones. La utilización del lenguaje facilita esa comunicación en unos niveles de cognición suficientemente inmediatos. Pero mientras que el contenido de una imagen sin palabras siempre resulta más difícil, más ambiguo, también en ciertos aspectos es más rico. Es verdad que los mejores dibujos son aquellos que no llevan texto pero en el trabajo de un periódico eso sería casi imposible. Es por ello, por lo que El Roto, que trabaja directamente en la prensa necesita la utilización de la palabra. Pero el dibujo ideal sería aquel que no necesitara la utilización de palabras.

Manuel Barrero: Como en “Cajero automático”, sección en la que no utiliza palabras

R: El Cajero automático tiene que ver con esa línea en la que la indagación es más plástica que meramente ideológica o de pensamiento. Entonces yo siempre he querido guardar un terreno para lo que es la indagación de la plástica. Si bien es verdad que en cada dibujo intento llegar al máximo de la expresividad, en estos concretos que mencionas, es la imagen la que predomina. Por lo que yo he visto de otros dibujantes me he dado cuenta que lo que al final queda (de quedar algo) es el dibujo plástico y algo de su contenido. La parte, que podríamos llamar de texto, normalmente tiene una más rápida decadencia. El dibujo en cambio, si es un buen dibujo, el periodo en el que se mantiene es muy largo y puede ser en algunos casos incluso infinito. Lo que hoy queda de los grandes dibujantes básicamente es la calidad de su dibujo por encima del sentido del humor que en cada momento haya habido. Porque no nos hace gracia lo que en aquellos tiempos hacía reír, excepto los muy grandes, los realmente importantes.

AR: Si Ops pertenece al terreno de la imaginación, de los sueños y las pesadillas: lo surreal, y El Roto es lo racional, la reflexión crítica ante todo, ¿en qué lugar se encuentra Andrés Rábago?

R: Independientemente de que hay más estratos, yo creo que cada uno de ellos intenta indagar en diferentes niveles en que el hombre se puede mover. Cuando estás un poco más metido en el territorio del autoconocimiento te das cuenta que tenemos una serie de niveles de comprensión de eso que llamamos realidad que son distintos en cada uno de esos estratos. El intento de englobar todos ellos de una misma manera, en un mismo lenguaje, me ha parecido que resultaba excesivamente confuso. Es por eso que he intentado que cada uno de los estratos tenga su propio lenguaje y su propia codificación a la hora de hacerlos imagen.

Entonces, en ese aspecto, Ops estaría en el terreno de lo psicológico, de lo emocional, de lo no racional. El Roto estaría en lo más superficial, lo más cotidiano, lo más aparentemente inmediato. Y Rábago se encontraría en la zona de lo estrictamente sagrado, que reivindico y al que intento, de alguna manera, ofrecer mi esfuerzo. Un terreno del que creo que estamos muy necesitados, que ha sido ocupado por unas series de instituciones que no tienen realmente nada de sagradas y que por el contrario han usurpado su nombre, como dice el texto, en vano.

La recuperación de lo sagrado en nuestra sociedad actual es una de las pocas salidas que tiene para poder reorientar la dirección en la que nos movemos. Este sistema está abocado, como todos más no menos intuimos, a su aniquilación y destrucción. Y entiendo que el esfuerzo de recuperación tiene que venir por algo que siempre ha existido, que es la relación trascendente con la naturaleza por supuesto, pero también entre nosotros mismos. Y en la relación íntima con nuestro propio ser, es donde hay que trabajar con más ahínco. En la medida que puedo lo hago en esa otra forma de expresión, que es la pintura y que es Rábago.

MB: Estos diferentes heteronóminos Ops, el Roto, Jonás… representan también diferentes grados de subversión a lo largo de su carrera, ¿o no necesariamente?

R: Yo no me considero un dibujante subversivo. Me considero un dibujante, todo lo más, esclarecedor. Quiero decir que mi pensamiento es conservador, aunque pueda pensarse de otra manera. Yo soy conservador en el sentido más originario de la palabra, que es mantener lo válido e ir en la dirección que la vida me indica al margen de mis propios egoísmos o intereses aparentes. En ese ejercicio creo que podríamos encontrar lo que realmente he intentado hacer.

AR: ¿Conservador entendiéndolo como estrictamente moral no? En el buen sentido.

R: Vamos a ver, primero ¿qué entendemos por conservador? Yo creo que esto que llamamos sociedad conservadora, o política conservadora, no es precisamente conservadora. Si te fijas en los efectos que tienen, te das cuenta de que es una política profundamente destructiva. ¿Y como podemos llamar conservador a lo que destruye? Conservador es otra palabra que nos han usurpado. La reivindicación de las palabras es la primera forma de lucha. Que no nos roben las palabras, por que si ellos nos las roban, no tendremos con qué entendernos.

MS: La derecha también se ha anexionado la idea de progreso, son los más progresistas. Porque creen en el progreso que va hacia delante y arrasa todo.

R: De nuevo la palabra progreso es otra que han usurpado. ¿Qué es el progreso? ¿Y en qué dirección se produce el progreso? Yo creo que la primera reflexión es: ¿qué es la realidad? Y a partir de ahí podemos construir algo. Esa es una pregunta que no tiene un respuesta fácil y, además, cada uno de nosotros debemos de analizar, sin aceptar lo que viene dado, preguntarnos qué es la realidad en cada momento. Seguramente sea uno de los pocos ejercicios que merece la pena hacer. Es lo que intento.

MB: Considero que Ops contenía cierta dosis de surrealismo ¿Qué queda de surrealismo en El Roto?

R: Bueno, de nuevo, vamos a ver. ¿Qué es el surrealismo? En su momento el surrealismo fue una liberación frente al dogma, frente a un mecanismo de pensamiento que estaba esclerotizado, estaba ya fosilizado. Y el surrealismo liberó, lo que Freud ya había liberado, el terreno de lo inconsciente. Bien es verdad que dentro de ese territorio cuando te pones a indagar un poquillo te das cuenta que hay de todo. La limpieza de esos fondos creo que es uno de los primeros ejercicios que hay que hacer. Establecerte en un territorio, abrir un claro en ese bosque (conectando con María Zambrano). Es necesario para que ese bosque no te impida ver lo que hay en él. Sin embargo, entiendo que ese trabajo de introspección, de averiguación, de liberación del inconsciente es un trabajo que todos debemos hacer, por que si no ese inconsciente estará perturbando, modificando y enturbiando cada una de nuestras reflexiones, o cada una de nuestras actitudes posteriores. Es por eso que creo que es básico el conocer ese terreno. Y efectivamente, el surrealismo, lo automático, la indagación libre de lo que ahí hay es un ejercicio de juventud muy necesario. Pero es un ejercicio de juventud, no de madurez, porque es un ejercicio que simplemente sirve para limpiar el terreno. A partir de ahí hay que empezar a sembrar, o hay que empezar a ir un poco más a fondo. Es por eso que el surrealismo que es útil, deja de serlo cuando se convierte en un fin en sí mismo. En una segunda etapa, el surrealismo o el pensamiento automático te permite huir en cualquier dirección pero sabiendo que estás buscando obtener unas presas concretas. Es decir, es como lanzar un halcón a que consiga algo, pero te puede traer las presas equivocadas. Después hay que seleccionar la caza, seleccionar aquello que has obtenido. Y hay cosas que pueden ser útiles y muchas otras que pueden ser inútiles.

AR: ¿Le ha resultado difícil a lo largo de su carrera en diarios y revistas decir lo que muchos no quieren oír? Sobre todo desde medios tan expuesto a los intereses políticos y económicos como son los periódicos.

R: No me ha resultado nunca nada difícil decir lo que he querido decir. En ese nivel mi experiencia es enormemente positiva. Siempre he dicho lo que he querido decir, de la manera que lo he querido hacer y eligiendo los temas. Y siempre se me ha respetado. Porque también he estado dispuesto a que si eso no era así: o bien irme o bien que me echasen. Entiendo que la decisión que debes tomar debe ser una decisión sin miedo de que pueda ocurrir algo que aparentemente te pueda perjudicar. Pero eso no tiene la más mínima importancia porque de algún modo sabes que tu camino está trazado y tienes simplemente que seguirlo. Incluso si se da la circunstancia de que por alguna razón tienes que dejar estar en algún medio, no tiene ninguna importancia, simplemente te vas a otro o haces lo que en ese momento toca.

MB: Usted se exige una disciplina o una coherencia que no todos tienen. Por ejemplo, cuando dejó El Jueves, lo dejó por ser un medio que no le interesaba, si creo estar en lo cierto. También dejó otra publicación, allá por los 70, a sabiendas de que iba a ganar menos que al otro medio donde se iba.

R: No, no vamos a enfocar el tema desde el punto de vista de heroicidades ni de dineros. Ese no es el tema.

MB: En cualquier caso, esa coherencia no se observa en todo el mundo.

R: Tampoco vamos a verlo así. Creo que simplemente lo que hay que tener es una cierta dosis de seguridad en lo que haces. Saber que lo que haces es lo que quieres hacer y no otra cosa. Esto evidentemente lo podemos llamar seguridad o de otra manera. Pero yo creo que el ejercicio de la libertad es el de la exclusión de los miedos. Y el conocimiento de uno mismo es lo que te permite dejar de tener miedo. Por eso insisto en que el trabajo previo es el autoconocimiento. Y a partir de ahí se puede hacer algo. Si no es imposible, estás sometido a los vaivenes de lo externo.

AR : Miedo hay en esta sociedad en la que casi nunca podemos oír cosas como lo que leemos sus viñetas, por ejemplo: “Cuanto mas reducen la jornada laboral más horas trabajamos”. Es como si fuera una realidad que está ahí, todo el mundo la conoce pero… ¿ es que sólo El Roto se atreve a decirlo? Hasta los sindicatos lo niegan u ocultan.

R: Cuando utilizas el término “atreverse a…” estás introduciendo en nuestra conversación el termino de miedo. Rechazo toda implicación que lleve a movernos en términos de miedo. No es por ahí por donde podemos ir. Yo estoy convencido que eso no sólo lo puedo decir yo, sino que lo puede decir cualquier persona que se dé cuenta de que eso es así o que tenga interés en decir eso sin más. No le va a pasar nada por decirlo.

AR: Pero esta realidad es así, esta sociedad es así. Si una realidad no se establece con todas sus palabras, si no se nombra es como si no existiera.

R: Es verdad que somos animales simbólicos. Y por lo tanto lo que no ha sido nombrado no existe. El génesis empieza por la palabra. Por eso la obligación es de utilizar la palabra correctamente y de elaborar bien, saber bien que estamos diciendo en cada momento. La utilidad que puede tener justamente la sátira en ese aspecto es ayudar a establecer esas palabras que no se dicen lo suficiente o que no se dicen de una manera tan concreta como lo hace la sátira. Y por lo tanto de nuevo insisto que es la partera de eso que está ahí. El ayudar a que nazca eso que está ahí y que todo el mundo piensa y que todo el mundo va verificando en su propia vida. Pero que, sin embargo, esa contradicción no estaba tan evidente hasta que lo ve reflejado en una frase o un dibujo. Pero eso estaba ahí.

Por otro lado el lenguaje es múltiple y también las formas de intereses de lo que se dice son variados. No toda la expresión va a ser la satírica, o todas las formas de comunicación van a tener ese contenido. Hay muchas maneras de decir las cosas y cada uno lo dice a su manera. También la poesía ayuda enormemente a liberarnos y a ser más nosotros mismos. Todo aquello que encierra verdad nos ayuda, y lo que encierra mentira nos coarta. Es un poco ver qué hay de verdad en cada cosa.

MB: Dibujante satírico, humorista, ilustrador editorial… ¿qué consideración tienen los de su profesión, llámense humoristas gráficos o de la forma que sea, dentro de la redacción de un periódico? ¿Se les consideran como un periodista más, como simples dibujantes o de qué modo?

R: Dentro de la profesión somos cada uno de nuestra madre y nuestro padre. Hay gente solvente y gente incompetente. Hay gente que tiene una posición progresista y gente que la tiene reaccionaria. Hay buenos dibujantes y dibujantes nefastos. Entonces no me gusta la mezcolanza, no somos un gremio. Cada uno hace un trabajo y luego los redactores deciden qué les interesa o qué no les interesa, qué les parecer mejor o qué les parece peor.

Después, en nuestra relación con el periódico cada uno adopta una posición propia. Hay dibujantes que están más involucrados en la línea editorial del periódico, hay dibujantes que dibujan al dictado de los directores y otros que hacen su trabajo con libertad. Eso también depende del medio y de la fuerza que cada uno tenga para ejercitar esa libertad. Por lo tanto, no hay fórmulas para explicar qué es lo que cada uno de nosotros hacemos de forma general, sino que hay especificidades dentro del trabajo de cada uno.

MB: Pero la consideración que de ustedes mismos tienen como profesionales, en virtud de organizar asociaciones, sindicatos…

R: Que yo sepa no, además la opinión que puedan tener tampoco tiene mucho de interesante. Yo no sé quiénes son los humoristas, yo tengo tres o cuatro amigos que son humoristas y otros que no lo son. No me considero formando parte de ningún gremio. Yo soy un comunicador, y estoy en esto, pero mañana puedo no estarlo. Es decir, no es una profesión. Cuando el dibujo se convierte en una profesión y no en un vehículo, en un medio más que utilizas para comunicarte con los otros, en ese momento estás perdiendo una parte muy importante de tu libertad. La profesionalización es de alguna manera una mercantilización de unos territorios que deben ser conservados con mucha más pureza. Y una vez que esos terrenos han sido de algún modo prostituidos es muy difícil recuperar ese lenguaje para un uso más elevado.

AR: Ya pocos campos quedan por prostituir, incluso ese campo que usted comenta.

R: No, yo soy enormemente optimista. Cada uno de nosotros somos un mundo virgen y debemos procurar mantener esa virginidad. En cada uno de nosotros existe la potencialidad de lo no creado aún y debemos esforzarnos en mantener dicha potencialidad y llevarla hasta dónde seamos capaces. Que requiere esfuerzo, sí. Pero, ¿hay algo más hermoso y fascinante que ese esfuerzo que tenemos que realizar?

Javier Mora: En cierta manera no dejarnos cohibir por los imperativos sociales.

R: Hemos hablado reiteradamente del miedo. El miedo es el núcleo esencial del sistema del pensamiento del ego. Es el territorio que hay que expurgar, en el que realmente se dirimen las grandes batallas. La lucha contra el ego y todo lo que ello conlleva, sus miedos y miserias, es el verdadero territorio de la lucha de cada uno de nosotros.

JM: La verdadera batalla: tratar de recuperar nuestras propias reflexiones, de alguna manera.

R: Eso lo definieron los antiguos muy bien: el autoconocimiento es la clave. Y no hay otra.