Tengo 64 años. Nací en Tucumán (Argentina) y vivo en Buenos Aires. Soy cantante. Soy viuda. Tengo un hijo, Fabián Ernesto (41 años), y dos nietas, de 23 y 14 años. Soy cáncer. Conduzco un Audi chiquito. He estado muy enferma y me he reencontrado con Dios. Soy progresista. Soy embajadora de Unicef.
25/05/2004
BREVE SEMBLANTE DE SU VIDA
Mercedes Sosa es sinónimo de música popular. Ha alternando multitudinarias actuaciones en la Argentina con shows en México, Guatemala, El Salvador, Estados Unidos, Inglaterra, Israel, Alemania, Suiza, Austria y Holanda. Unicef le entregó las credenciales honoríficas de Embajadora de Buena Voluntad de la organización para América Latina y el Caribe.
Cuando escuchamos el nombre de Mercedes Sosa las imágenes que enseguida nos vienen suelen ser de jardines dorados al Sol, del bello Altiplano que como una gran mancha se extiende por todo el continente, de revoluciones imposibles a los ojos de los dictadores; otras, de manos curtidas salpicadas por el barro, de vientres delgados como espigas, de lluvia y sueños y mucha poesía. Las canciones que canta La Negra Sosa desde hace 35 años reflejan a su manera las incertidumbres y esperanzas que han alimentado la historia de esa tierra que parece ya una novela de ciencia ficción: América.
Desde Alaska a la Tierra del Fuego los capítulos de los nuestros se van desarrollando de manera gradual. Esta sea, acaso, una de las tantas razones por las cuales la artista argentina nacida un 9 de Julio de 1935 en San Miguel de Tucumán tenga un reconocimiento que traspasa las fronteras, y que ese inconciente colectivo en sí escuche e imagine y trate de pensar la construcción de una utopía.
Una biografía suele ser un cómodo ataúd que, como tal, encierra y deja de lado circunstancias adversas. Para no caer en la comodidad, sólo algunos rasgos de la vida azarosa de Mercedes Sosa apuntará este breve y olvidable artículo. Como músico popular de folclore la carrera de la artista tuvo su bautismo discográfico a mediados de la década del 60 con Canciones con Fundamento. El trabajo, editado de manera independiente, fue la clave por donde la voz de Sosa dibujaba en la imaginación del oyente los mitos y tradiciones que construían un escenario. Puestas las bases, logró actuar por primera vez en el Festival Cosquín y al tiempo grabar un tema en la obra Romance de la muerte de Juan Lavalle de Ernesto Sábato y Eduardo Falú.
Luego de publicar los seminales Yo no canto por cantar, Hermano y Para cantarle a mi gente, Sosa comprendió que debía expandir su mundo, valga la paradoja, hacia otros más distantes. En ese peregrinaje que la llevó por ciudades de Europa y Oriente conoció a Ariel Ramírez “autor de la mítica Misa Criolla“ quien le ofreció que grabara la obra conceptual Mujeres Argentinas.
El inicio de la década del 70 la enfrentó con una serie de álbumes antológicos para su carrera como El grito de la tierra y Navidad con Mercedes Sosa, obras que incluían Canción con todos, Cuando tenga la tierra y La Navidad de Juanito Laguna. A la vez, participó en el filme El Santo de la Espada, de Leopaldo Torre Nilsson, sobre la vida del General José de San Martín, padre de la Patria de los argentinos. Al año regresó al séptimo arte pero esta vez participando en el film Guemes (La tierra en armas) en rol de Juana Azurduy. También son de esa época los discos Cantata Sudamericana, Mercedes Sosa y el inmejorable álbum que homenajeaba al folclorista Atahualpa Yupanqui.
Paralelamente a los años de éxito de la artista, la Argentina vivía momentos desesperantes: la dictadura militar acechaba el país y con ello la violencia era moneda corriente. Parte del material discografico de esa época es de alguna manera la respuesta hacia el caos institucional que, irónicamente, no cambiaría con la llegada de la democracía en 1973. Peor aún: en el patio trasero de la libertad se estaba cocinando algo inédito para la historia argentina. Así, luego del derrocamiento de Isabel Martínez de Perón, la Junta Militar comandada por Jorge Rafael Videla sólo trajo más sangre, terror y muerte.
Después de que irrumpiera la policía durante un concierto de la artista en la ciudad deLla Plata, donde fue detenida junto a los 350 espectadores, Mercedes Sosa decidió exiliarse. París fue el primer destino; luego Madrid. Corrían los años 80.
Sin embargo, la cantante regresó al país en 1982 para una serie de actuaciones en el Teatro Opera. Es importante la conexión que en ese momento hizo con figuras del rock. Hasta ese entonces era visto como algo inédito la unión entre artistas ajenos al folklore. En aquella oportunidad León Gieco, Charly García y Nito Mestre acompañaron a La Negra en una serie de temas clásicos del rock argentino.
Una vez instalada la democracia en la Argentina, Mercedes Sosa gozó del calor del público y la crítica, los que en ningún momento le fueron infieles. Tal vez de todos esos años de joven libertad quede como estandarte el trabajo Mercedes Sosa 86 el cual se nutre de la tradición folclórica que cultivó la artista en los 60 y 80 más el agregado en los 80 del acercamiento hacia el rock y la música del Brasil.
También es una década de actuaciones fuera del país. Así los 80 los cerró con el reconocimiento de la Orden del Comendador de las Artes y las Letras, otorgado por el Ministerio de Cultura de la República Francesa.
Sensiblemente contemporánea de su tiempo, los años de la presidencia de Carlos Saúl Menem la tuvieron como una voz solidaria y rebelde. No hubo acto o marcha de repudio en la que su voz no diera el presente. Mientras tanto, en el exterior su obra era también reconocida.
Durante una gira fue declarada Visita ilustre de Texas y de Houston; obtuvo la Medalla al Mérito Cultural del Ecuador; la Placa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, en reconocimiento a sus 30 años de difusión del canto latinoamericano; y el Premio de la UNIFEM, organismo de las Naciones Unidas.
Finalmente, el nuevo milenio es para Mercedes Sosa otro tiempo de éxitos. Como si la artista argentina viviera un perpetuo clima de éxtasis, algo que sólo le pueden dar sus fieles oyentes alrededor del mundo. Y son muchos.
Hernán Vera
ENTREVISTA
«TOMAMOS LA VIDA MUY A LA LIGERA»
por VÍCTOR-M. AMELA
Tengo 64 años. Nací en Tucumán (Argentina) y vivo en Buenos Aires. Soy cantante. Soy viuda. Tengo un hijo, Fabián Ernesto (41 años), y dos nietas, de 23 y 14 años. Soy cáncer. Conduzco un Audi chiquito. He estado muy enferma y me he reencontrado con Dios. Soy progresista. Soy embajadora de Unicef.
Qué bien suena su pueblo: Tucumán…
-Allí viví toda mi niñez. Tenía pocas cosas, pero el amor no me faltaba.
-Guarda buenos recuerdos.
-Sí. Mi mamá cocinando para nosotros… ¡Ella no me dejaba entrar en la cocina!
-¿Por qué no?
-Porque ella quería que yo tuviera tiempo para leer. Y yo leía: lo leía todo, todo, todo.
-Un acto de amor…
-Sí. Pero si yo no hubiese sido lo que soy, sería como ella: una mujer que cocina y que da felicidad a sus hijos. Yo estaba contenta allí, en Tucumán. Yo no quería salir de allí.
-Pues ha viajado usted por todo el mundo.
-Sí. Recuerdo a una amiga que me decía: «Me muero por irme a Buenos Aires»… y sigue en Tucumán. Y yo… ¡le juro que no me apetece nada ir a India, a Pekín…! Son cosas que no he buscado. Yo no he buscado nada en la vida.
-¡Pues la llaman «la voz de América»!
-Qué rimbombante: decir eso es no conocer Latinoamérica. Es un continente enorme, disperso, variado. Hay mil voces, no una.
-Un continente castigado por las dictaduras, las carencias…
-Yo tuve que exiliarme cuando la dictadura de los militares, en 1978. Fue muy duro para mí. Aparentemente estaba bien, reía, cenaba con amigos, pero…
-¿Cuándo regresó?
-En 1982 volví allí a cantar, y el general Lacoste dijo: «¿Quién dio permiso a Mercedes Sosa para estar en mi país?». Me fui rápido, y volví ya en 1984, con Raúl Alfonsín.
-¿Le satisfizo lo del «punto final»?
-Me satisfizo el juicio a los militares. Y el indulto de Menem me pareció loco. Pero esos militares no pueden ir hoy tranquilamente por la calle.
¿No?
-Astiz, llamado «el ángel de la muerte», estaba un día en un bar y tuvo que irse porque la gente le corrió. ¡Ese hombre se infiltraba en las manifestaciones de las Madres de la Plaza de Mayo para saber sus nombres!
-Ese Astiz es el que tiene cara de niño, ¿no?
-Sí, pero esta envejeciendo muy rápido, con una expresión en la cara de tristeza y de maldad a la vez.
-¿Ha llorado usted alguna vez mientras cantaba?
-Una vez. Fatal. ¡Cometí el peor de los errores que pueda cometer un artista!
-No veo por qué.
-Porque cuando subes al escenario debes ser poderoso, dominar, y no ser juguete de tus sentimientos. Cantaba «Volver a los 17» y pensé en mi nieta, que la había dejado con 3 años al exiliarme. Ese día ella cumplía 17 años, y…
-Lloró.
-«Volver a ser de repente tan frágil como un segundo, volver a sentir profundo como un niño frente a Dios», dice la canción. Sí, lloré. «Se va enredando, enredando, como en el muro la hiedra, y va brotando, brotando como el musguito en la piedra…»
-¿Cuál ha sido el peor momento de su vida?
-Tuve una depresión el año pasado. Cinco meses seguidos vomitando, vomitando. Por dentro todo era una llaga. Ni el agua aceptaba. Una sed espantosa…
-¿Cómo se curó?
-El áloe vera me curó la llaga, y las inyecciones de antidepresivos me han puesto bien. Ahora tomo dosis pequeñas. Yo creo que me salió todo lo que tenía dentro por el dolor del exilio.
-¿No está usted cansada de cantar, de ir por el mundo?
-Después de cada gira, agotadísima, yo me quería retirar. Pero desde que he salido de la enfermedad…
-¿De la depresión?
-Sí. Pues como estuve cinco meses en la cama, sin caminar, y pensaba que jamás podría volver a hacer nada…, ¡tengo ahora tan grande amor por la vida!
-Me alegro muchísimo.
-Es tan grande, la vida… Me he dado cuenta de que la tomamos muy a la ligera.
-¿La enfermedad le ha cambiado?
-Cuándo estás tan enfermo, estás tan solo… Sólo tú sabes lo que sufres. Eso me acercó a Dios. Me he reencontrado con él. Mi último disco es «Misa criolla»…, ¡y lo grabé en Israel! ¡Todo son señales!
-Cree usted en lo sobrenatural…
-La cantante aymará Ludmila Carpio me dijo, cuando yo estaba en la cama, que se iba a Bolivia a cantar y rezar allí con las Madres de Mayo, un domingo. Y ese domingo yo oí cantar bellísimo a un pájaro junto a mi ventana. ¡Para mí, era Ludmila!
-¿Cuál es su asignatura pendiente?
-Cantar con Carlos Santana. Es una persona que admiro mucho.
-¿De qué está más orgullosa?
-De haber sido tan activa, de ser embajadora de la Unicef para los niños, de cantar para ellos. Una niñez doliente genera hombres y mujeres desesperados.
-Última pregunta, doña Mercedes: ¿hay algo que la obsesione en estos momentos?
-Mire este compact de la «Misa criolla»: ¿ve?, está dedicado a mi madre. Pues ella…, ella… se está muriendo. Y yo no estoy allá… Llegaré el martes a Tucumán, ¿sabe? y… no sé… si estará… viva o muerta…
-Tenga ánimo…
-Lo tengo, pero, a veces… Este es el momento más difícil de mi vida. Se va uno de los seres… más importantes…
-Ánimo, ánimo.
-Yo creo que ella me está esperando… Y, si ha muerto, iré a su tumba y…