EPULÓN y LÁZARO, HOY. (Lucas 16, 19-31)

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En este mundo vivimos y no en otro: «Un mundo de empobrecidos». Cuando vivimos «realmente» en él, todo cambia de color. Escuchamos el dolor, el sufrimiento, los gritos silenciosos del que ya no tiene ni fuerzas para quejarse. Entonces se nos aparece nuestra «poca vergüenza» y sentimos «angustia». Vemos la agonía de esos niños, el dolor de su madre, su padre, sus hermanos. Un dolor mudo al que no encuentran motivo -´es natural´ – para ellos. ¿Quien puede rezar el Padre Nuestro, sin escuchar al Señor preguntarnos «donde está tu hermano, que has hecho de él?.

EPULÓN y LÁZARO, HOY. (Lucas 16, 19-31)

Por Juan Manuel, militante del Movimiento Cultural Cristiano

1.- No vivimos en la realidad.

Para comprender dónde están hoy Epulón y Lázaro es necesario darnos cuenta de que vivimos fuera de la realidad. Por eso, nuestros actos puntuales de desprendimiento nos suponen un «esfuerzo». Y además «buena conciencia». Algunas veces, ¡que poco nos falta para esperar las gracias de Dios! Metidos en nuestro pequeño mundo, como hacemos algo que los demás no hacen, ya hacemos más de lo normal y este «más» se convierte en «suficiente».

Es necesario, si queremos ser personas, si queremos ser las personas que el Señor quiere que seamos, vivir en el mundo creado por Dios. Miramos el mundo y muchas veces tenemos los cascos puestos, no nos vaya a molestar el ruido. Probemos a ponernos el fonendo, como los médicos ¿que oiríamos? ¿qué veríamos? ¿qué dolor hay en el mundo?

225 personas poseen tanta riqueza como el 47% de la humanidad (2500 millones de seres humanos más ó menos). La riqueza de los tres primeros multimillonarios suma aproximadamente lo mismo que el PIB de los 48 países más pobres. Haciendo cuentas, cada vez que respiramos -y lo hacemos trece veces por minuto- dos niños menores de cinco años mueren por hambre. Pero no nos engañemos, no es cuestión de cantidad fundamentalmente. ¿Donde pondríamos el límite? Es cuestión de estilo de vida.

En este mundo vivimos y no en otro: «Un mundo de empobrecidos». Cuando vivimos «realmente» en él, todo cambia de color. Escuchamos el dolor, el sufrimiento, los gritos silenciosos del que ya no tiene ni fuerzas para quejarse. Entonces se nos aparece nuestra «poca vergüenza» y sentimos «angustia». Vemos la agonía de esos niños, el dolor de su madre, su padre, sus hermanos. Un dolor mudo al que no encuentran motivo -«es natural» – para ellos. ¿Quien puede rezar el Padre Nuestro, sin escuchar al Señor preguntarnos «donde está tu hermano, que has hecho de él?.

2.- ¿Porque ocurre esto?

Hemos puesto en marcha una maquinaria que funciona las 24 horas del día, todos los días de nuestra vida, que produce: hambre, explotación infantil, paro y muerte. Una máquina: económica, política, social, cultural y religiosa. Una máquina que hemos de parar. Y por lo que respecta a nuestra condición de cristianos haciendo posible una espiritualidad laical de encarnación frente a una religiosidad de sistema establecido.

El mayor robo que se le puede hacer a un ser humano es el de quitarle su dignidad. Tengo para mí, que el daño mayor del huracán que ha asolado recientemente Centroamérica, es el agravamiento del nivel de conciencia de los empobrecidos en cuanto a su «dependencia» de los enriquecidos «buenos». Esperan, ahora con más intensidad, la «ayuda» de los «buenos». Con ello les quitamos un poco más de su dignidad. Las imágenes transmitidas por TV, repartiendo la ayuda que les llega son elocuentes al respecto.

Mi experiencia al respecto, en los días que pasé en Venezuela, también me corroboran en esta impresión. Aquel grupo de muchachos y muchachas pusieron cara de no entender nada cuando hablé de la ayuda como una trampa. Ellos que «dependen» de la ayuda, no podían entender mis palabras. Y es que la ayuda tiene una doble acción perversa: de un lado quita dignidad al que la recibe, haciéndole más dependiente del «bueno»; de otro lado, genera en el que la aporta un sentimiento de «buena conciencia» que impide cada vez más descubrir el robo de los enriquecidos.

3.- El poder de los enriquecidos aumenta. ¿Y nosotros qué?

Cada vez más, el poder se concentra:
– La OCDE (grupo de 20/22 países).
– El G-7 ó el G-8.
– La Trilateral (EE.UU., Europa, Japón).

A nivel de empresas multinacionales, está ocurriendo lo mismo: «concentración de poder». Para robar mejor, más y más fácilmente a los empobrecidos.

La maquina se ajusta y perfecciona cada vez más y hemos de combatirla:
* Dejando de ser gota de aceite que la engrasa. Haciendo juego con el mobiliario.
* Convirtiendo nuestra vida, en el mundo real, en grano de arena que la haga chirriar.
* Haciendo de nuestra vida, en el mundo, testimonio de denuncia contra las causas que originan esta realidad.
* Haciendo la voluntad de Dios y no la nuestra.