El 23 de septiembre se celebró el día contra la trata de seres humanos. La trata de mujeres constituye una de las esclavitudes más ominosas de nuestro tiempo. Más del 90% de las mujeres que ejercen la prostitución en nuestro país lo hacen a la fuerza, obligadas por diversas razones en los polígonos, en los clubs y en los pisos.
Las mujeres se que se prostituyen, son fuente de ingresos para las redes de explotación sexual y para la prensa que, a la hora de escribir sus editoriales y recoger información sobre este tema, nunca deja de proclamar altos criterios éticos pero sin embargo, hacen acopio de ingresos al seguir publicando anuncios de prostitución, camuflados bajo eufemismos de encuentros, contactos y relax.
La trata de mujeres constituye un verdadero drama. Clama al cielo. La mitad son auténticas esclavas, traídas desde fuera con engaños, secuestradas, sin documentación y obligadas, además, a pagar una supuesta deuda contraída por el pasaje a España. Otras acabaron así por culpa del paro o por la necesidad de enviar dinero a la familia.
Su jornada es extenuante, expuesta a mil caprichos de hombres que, por unos cuantos puñados de euros, se creen dueños de una mujer por un rato. La compran por unos instantes. Compran su cuerpo o su compañía da igual. Podemos defender la libertad sexual pero contribuir a una esclavitud sexual en nombre de la libertad sexual es pura hipocresía. Y publicar anuncios que dicen: «quince jóvenes deliciosas, precios anticrisis» degrada la dignidad de la mujer y de quien publique ese anuncio.