España: consumismo a cualquier precio

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Según el Informe europeo sobre los problemas de adicción al consumo, un 15% de la población padece una adicción importante a la compra y un 3% llega a la compulsión patológica. . Los sociólogos buscan las nuevas razones que llevan a la familia media a endeudarse para toda la vida por bienes aparentemente accesorios

.Gastamos más de lo que ganamos. Aparte de la hipoteca, que se come el grueso del sueldo, nos empeñamos por casi todo: un coche, un televisor de plasma, un viaje de placer.. . En España hay 447 centros comerciales, que el año pasado recibieron a 1.300 millones de compradores. La media es de 25 millones de personas entrando por sus puertas cada semana. La mayoría, en sábado. «Estos lugares son la nueva forma de hacer ciudad, son los sustitutos de las antiguas plazas públicas»,


 



Chalé adosado con piscina, televisor extraplano, home cinema, grabadora de DVD y aire acondicionado, y un cochazo en el garaje. Estas comodidades son el sueño de media España. La novedad es que buena parte de esa media España no se priva de esos u otros bienes y se hace con ellos en cuanto consigue que se los fíen, aun a costa de debérselos a los bancos y entidades de crédito durante años.



El Banco de España lo confirma. Estamos endeudados hasta las cejas. En 2004, la cantidad de dinero que deben las familias españolas creció un 20%, muy por encima de los ingresos. La renta total de las familias, de 511.000 millones de euros, se vio ligeramente superada por la deuda, que fue de 526.000 millones. En los cuatro primeros meses de este año, la deuda ha subido aún más, hasta los 561.000 millones de euros. Aunque el propio Banco de España señala que el 72% de esa deuda corresponde a las hipotecas contraídas por las familias para pagar sus casas, el resto (155.900 millones de euros) se debe a créditos al consumo. Deudas contraídas por los que desean tener cosas cuanto antes y comprarlas sin dinero. Pagar puede esperar.


El creciente consumismo es, según muchos expertos, el responsable de este sobreendeudamiento. Hemos entrado en una fase para la que ya no sirve el concepto de consumo de masas sin más. Los sociólogos buscan las nuevas razones que llevan a la familia media a endeudarse para toda la vida por bienes aparentemente accesorios. Y hablan de un nuevo modo de capitalismo. Octavio Uña, catedrático de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, se refiere a él como «consumo de ficción o neoelitismo». Son términos técnicos que retratan la idea de que las familias se endeudan no por pura necesidad, sino para disfrutar aquí y ahora de bienes hasta ayer fuera de su alcance. Y además obtener un plus muy atractivo: hacer ostentación de ellos ante el prójimo.


«Quieren objetos que les distingan del resto», comenta Uña. «El coche más caro, la tele más grande, las vacaciones más exóticas, la ropa más exclusiva. Todo esto es muy caro. Y en realidad es un lujo excesivo que muchos no se pueden permitir. El resultado es que la mitad de los españoles vive de esa ficción de aparentar sin que le importe endeudarse indefinidamente. Si pudiéramos ver la lista de los productos financiados quedaría claro que la mayoría de las cosas que se compran a crédito son totalmente prescindibles».


Efectivamente, según la base de datos del Banco de España, el gasto en ropa, ocio y cultura supone un 23% de todos los del año pasado. Una media de 1.500 euros al mes invertidos en productos como DVD (que ya están presentes en el 46% de los hogares) u ordenadores (en el 48%). Según un estudio realizado el año pasado por la empresa Master Cadena en más de mil tiendas, la venta de televisores planos subió un 442%; los de plasma, algo más prohibitivos, se vendieron sólo un 157% más; la venta de grabadoras de dvd se disparó un 497%. La última revelación han sido los reproductores mp3, música digital para llevar a cualquier sitio que ha dejado totalmente obsoleto al ya clásico disco compacto. Se vendieron un 1.597% más.


El hecho de que las familias españolas se dejen tanto dinero en bienes que no son de primera necesidad es algo relativamente nuevo. Hasta no hace mucho, en España primaba la cultura del ahorro y del pago al contado, heredada por varias generaciones desde la difícil época de la posguerra. «Ahora, una característica común de las nuevas generaciones es el consumismo», asegura Javier Garcés, psicólogo y uno de los investigadores más reputados de Europa en este campo. En sus estudios, Garcés ha llegado a la conclusión de que la tercera parte de la población española tiene dificultades para controlar la compra.


Los jóvenes son más consumistas que los adultos, según constata el Informe europeo sobre los problemas de adicción al consumo, en el que se lee que un 53% de las mujeres jóvenes europeas son adictas a las compras, frente a un 39% de hombres. «En concreto», señala Garcés, «un 46% de jóvenes compra en exceso. Hasta su patrón de ocio es ir de compras: te vas al centro comercial y pasas la tarde de escaparates. Estos chicos jamás han vivido pensando en el ahorro. Si quieren algo, lo tienen ya. Y según se van haciendo mayores tienden a consumir tirando del crédito, que es lo que nos lleva a esta situación de deuda permanente». La generación consumista es, por tanto, la generación de la deuda.


«¿Es tan importante comprarlo? ¿Cuánto me va a costar con intereses? ¿Ahorro lo suficiente como para pagarlo?». Éstas son las tres preguntas que, según aconseja Garcés, habría que hacerse antes de sucumbir a las compras para evitar acabar asfixiados. «Se trata también de volver al sistema de lápiz y papel, llevar las cuentas a mano y escribir cada día cuánto pagamos». Es el medio de evitar lo que los psicólogos llaman «oscurecimiento del gasto», algo que ocurre sobre todo con las tarjetas, y que consiste en olvidar lo que se ha comprado a crédito… hasta que llega la hora de pagarlo. «De repente uno ve que el banco le carga en cuenta 300 euros que no sabía que tenía que pagar», añade Garcés. «Cuando llega el fin de mes te asombras porque lo habías olvidado por completo».


Son muchos los españoles a los que la liquidación de la visa les da una sorpresa mensual. De hecho, las tarjetas son el sistema más usado para la compra con pago aplazado. Algunas cobran todo el importe a final de mes y otras fraccionan el pago con una cuota fija mensual. De estas últimas, llamadas tarjetas revolving, ya hay cerca de un millón en España. El caso es que los españoles aplazaron el año pasado con sus tarjetas el pago de compras por un importe de 6.831 millones de euros. Un 66,64% más que en 2003. España es el país de Europa con más terminales de pago con tarjeta en comercios. Un total de 1.055.103. Y de nuevo, éste es un asunto en el que los jóvenes mandan: el 40% de los menores de 30 años paga siempre con tarjeta.


Hay otro factor que ha influido poderosamente en el endeudamiento total de los españoles en los últimos años. Se trata de la principal competencia de las tarjetas: el llamado crédito rápido. El año pasado, las entidades financieras avanzaron 11.076 millones de euros a las familias.


«Sin moverse de su domicilio, sin explicaciones y sin comisiones. Le enviamos hasta 3.000 euros para lo que quiera». Ésta es la cantilena que se repite cada mañana en casi todas las cadenas de televisión. Son los anuncios de las empresas que ofrecen dinero fácil y rápido con sólo una llamada de teléfono. «Dígame su nombre, apellidos y DNI, y en un plazo muy breve de tiempo puede contar con este dinero». Es la frase más repetida por los teleoperadores de Cofidis, empresa líder del sector. Se atrae a los clientes con la idea de que nadie les va a hacer preguntas sobre la finalidad del crédito y con la promesa de un tipo de interés de un 1,7% mensual. «Es menos que con una tarjeta. También menos que un banco, y no le cobramos gastos de apertura, mantenimiento o cancelación», asegura el teleoperador.


El psicólogo Javier Garcés, sin embargo, los califica de «créditos viciados». Mantiene que sus intereses son, en realidad, muy elevados y que atraen al consumidor a una «espiral de dinero fácil de conseguir y muy difícil de devolver». Lo mismo opinan las asociaciones de consumidores. «Un 1,7% mensual es en realidad un 23% anual. Si a uno le dan 3.000 euros a devolver en 34 meses tendrá que pagar 4.080», explica Manuel Pardos, presidente de Adicae. Pardos acusa a este tipo de entidades de rozar a veces la usura, y aconseja, además, acudir a las cajas de ahorro o a los bancos para pedir créditos, sea cual sea su cantidad y su destino. «Es conveniente formalizarlo, explicarle al banco para qué se quiere. Por esta vía será todo más barato y fiable. Además, el mito de que es más rápido hacerlo por teléfono es falso. La tecnología ha hecho avanzar mucho a los bancos».


Cofidis se defiende. Responde que cada tipo de crédito tiene un precio. «Si vas al banco a pedir 700 euros te dirán que uses la tarjeta», explica su director en España, Joan Sitges. «Nosotros no jugamos en la liga de los bancos, sino en la de las tarjetas. Prestamos pequeñas cantidades que también suponen un gasto de gestión. Y además pedimos pocas garantías. Las que pedimos nos sirven, pero no exigimos todos los requisitos de un banco». Su empresa tiene una cartera de 246.470 clientes; el año pasado, 50.000 nuevos se incorporaron a su fichero de préstamos.


«La ironía de la globalización y de este nuevo capitalismo en que vivimos», asegura el catedrático Octavio Uña, «es que mientras hacemos un show de nuestra vida con tanto lujo, cada vez lo pasamos peor para pagar las facturas y las deudas a fin de mes». De hecho, según el informe El consumidor frente a la protección de pagos, de la aseguradora Cardif, a un 31% le cuesta devolver a final de mes el dinero que se le ha adelantado. Además, un 28% confiesa que tiene «muchos o bastantes problemas para hacer frente a los gastos del día a día». La situación extrema es llegar a la quiebra.


Puede que la bancarrota aparezca por causas sobrevenidas. Los imprevistos son la principal amenaza cuando uno está sobreendeudado. «Nunca se sabe lo que va a pasar. Una enfermedad o la muerte de un pariente pueden llevar a una familia a las puertas mismas de la pobreza. Ése es el gran riesgo del consumidor de hoy día», asegura el psicólogo Javier Garcés. Es lo que les pasó a Josep y Carme, un matrimonio de la provincia de Barcelona. El marido, de 60 años, dejó de trabajar en una empresa farmacéutica a causa de una enfermedad. Ahora recibe una pensión del Estado por valor de 1.000 euros mensuales. Su mujer se ha puesto a trabajar como empleada de limpieza y cobra 700. Esta familia debe 163.000 euros en concepto de créditos que pidieron para comprar una casa, un coche y otros bienes de consumo. Sus pertenencias se estiman en 170.000 euros. Con este panorama, el embargo parecía inminente.


Pero lo evitaron. Su abogado, Jaume Pich, se acogió a la nueva Ley Concursal, gracias a la cual las familias pueden declararse en una situación similar a la suspensión de pagos. El Juzgado de lo Mercantil número 3 de Barcelona decidió que se paralizaba cualquier intento de embargar y que se quitaba del pago a los acreedores la cantidad mensual de 550 euros para que el matrimonio pudiera sobrevivir. El juez dictó un auto de declaración de concurso. «Lo ocupó todo: salarios, bienes y pensiones», aclara el abogado. «Ahora todo es la masa del concurso, excepto lo que se considera necesario para que la familia subsista, lo mínimo para vivir. Permanecerá todo parado hasta que las dos partes lleguemos a una solución que nos satisfaga a ambas». Es la primera vez que a una familia española se la declara en quiebra y se le suspenden los pagos.


Según el presidente de la asociación de consumidores Adicae, «es una pena que tengan que ser los jueces los que abran este camino de proteger a las familias y al consumidor, y que no lo hayan hecho los Gobiernos años atrás». En un país en el que un 72% de los ciudadanos se ha beneficiado alguna vez de un crédito sigue sin haber una ley específica que proteja a las familias del sobreendeudamiento. En Francia, por ejemplo, los tribunales pueden cambiar las condiciones de devolución del préstamo en caso de dificultades financieras del consumidor. Desde la oposición, Rodríguez Zapatero presentó un proyecto de ley que tumbó el PP. «En esta legislatura se aprobará una ley en esta línea», asegura la secretaria de Bienestar Social de la ejecutiva socialista, Matilde Valentín. «La ministra de Sanidad y Consumo se ha comprometido en el Congreso, y antes de dos años habrá un marco legal para el consumidor». Cuando una familia no pueda hacer frente a las deudas por causas sobrevenidas (enfermedad, despido o fallecimiento de un familiar), el juez aplicará planes viables para que se paguen las deudas progresivamente, pero también para que la familia siga viviendo dignamente. «Hasta ahora se ha protegido a la empresa», comenta Matilde Valentín, «pero nuestra Constitución dice bien claro, en su artículo 51, que hay que proteger al consumidor y defender su seguridad, salud y legítimos intereses».


Esta ley solucionaría bastantes problemas surgidos por imprevistos. Pero ¿qué sucede cuándo el endeudamiento es activo, es decir, cuando es el consumidor el que ha llegado a esa situación comprando sin medida? Entonces, la solución no la puede dar el derecho, sino la medicina. Según el Informe europeo sobre los problemas de adicción al consumo, un 15% de la población padece una adicción importante a la compra y un 3% llega a la compulsión patológica.


En este grupo está María Aurora, de 34 años, condenada el año pasado a seis meses de cárcel por delito de estafa y a ser internada en un centro psiquiátrico por un máximo de dos años. Compró por valor de 33.000 euros en concepto de antibióticos, anestésicos y collares para perros, «productos que nunca tuvo intención de pagar, aparentando solvencia frente a los vendedores», según se lee en la sentencia del Juzgado de Instrucción número 1 de Valladolid. Se hizo pasar por veterinaria y dueña de un criadero y de una residencia canina, dando un NIF y una domiciliación bancaria falsos a varias empresas de Valladolid, Toledo y Cuenca. Luego se deshizo del material.


La condición de compradora compulsiva se considera una «eximente incompleta» en el fallo del caso de María Aurora. En el juicio declaró que en aquella época le dio por comprar vacunas y antibióticos. «Cuando compro no pienso si voy a pagar o no. Sólo quiero comprar». Achacó su ansiedad al hecho de que fue adoptada y sus compañeros hacían burla de ella por este motivo. «Comencé a regalarles cosas a los otros niños para que me dejaran en paz». El psiquiatra que la trató durante cinco años declaró en el juicio que es «una mujer necesitada de estima, con un importante componente de narcisismo, una tendencia a vivir la fantasía y unas constantes obsesivas de gran calado».


Desde el punto de vista de la sociología, la voluntad de aparentar y de impresionar a los demás es un factor importante en este nuevo tipo de consumismo. Pero para los psicólogos no tiene nada de nuevo. «Al comprar sin medida es nuestro cerebro el que busca placer, como cuando se busca comida o sexo», explica Isabel Carretero, psicobióloga y experta en adicciones. Los humanos buscamos bienestar por cualquier medio. Normalmente hay un equilibrio entre nuestros impulsos y la inhibición a la que los sometemos. «A veces esta inhibición, en forma de la sustancia serotonina, falla. Nuestra mente pide más y más». Por eso los nuevos estudios de psicología relacionan estrechamente la adicción a las compras con otros trastornos como la piromanía, la cleptomanía o la dependencia del trabajo.


Hay varias clínicas y asociaciones en España que atienden estos trastornos, y se calcula que más de un millón de personas necesitarían tratamiento en ellas. Los que se someten a él «llegan como esclavos de sus impulsos, dependen de las endorfinas que genera el hecho de comprar», comenta todo un pionero en este campo, el doctor Blas Bombín. «Es nuestro trabajo que se liberen de esa esclavitud», añade. Bombín regenta uno de los centros con más historia, el Centro para el Tratamiento y Rehabilitación de Adicciones Sociales de Valladolid. Cada año llegan a su consulta una docena de personas con la vida destrozada. Personas como Jorge Lázaro, un empresario vallisoletano de 39 años que en una tarde de compras en Madrid llegó a llevarse 60 discos compactos. Ahora no tiene deuda alguna, después de un año de tratamiento. Quedan lejos los días en que no podía dormir pensando que debía 210.000 euros. «Yo tenía ansiedad. Y mi solución era comprar. En lugar de una revista me llevaba veinte, y en lugar de un libro, diez. Tenía en mi cartera nueve tarjetas listas para usar». Al final no pudo soportar la espiral de deudas y acudió a un psicólogo.


Los tratamientos suelen ser dificultosos. En Barcelona, la Asociación para la Investigación y el Tratamiento de las Sociodependencias atiende a una decena de pacientes al año. Tiene éxito en un 80% de los casos, según confirma el director médico del centro, Josep Maria Jansá. «Primero se les hace un estudio personalizado. Luego se implica a los familiares para encauzar la conducta. Y luego llega la terapia, que dura entre tres meses y un año». En un principio, los pacientes llegan pensando que las dependientas son sus amigas. Ven guiños de complicidad en sus sonrisas y cariño en todo el acto de comprar. Son capaces de llevarse cuatro faldas iguales o cinco lámparas del mismo modelo para almacenarlas junto con las otras seis que tienen en casa. No suelen devolver nada y regalan cosas inútiles.


Empiezan a curarse cuando aprenden a controlar los estímulos. Con el tiempo y la ayuda de sus familiares y amigos tienen que soportar pruebas a veces durísimas para ellos, como pasar una tarde en un centro comercial sin comprar nada o llevarse sólo una prenda y devolverla al día siguiente. «A los pacientes se les da una paga, como a los niños. Se tienen que apañar con ella toda la semana. Y en el banco se da la orden de que se les limite el crédito al máximo», explica el doctor Jansá. «A veces hay que hablar con sus tiendas de confianza para que no les fíen». El día que tengan dinero en el bolsillo, la tarjeta en la cartera y sean capaces de comprar exclusivamente lo que necesitan estarán curados.


Mientras, no van a encontrar mucha ayuda en la sociedad. Vivimos envueltos en consumo. Como comenta el catedrático Octavio Uña, «no se trata sólo de comprar, es lo que en otro tiempo se llamaría opio del pueblo: vivir rodeados de publicidad, de centros comerciales, de objetos de lujo que llaman nuestra atención. En esta situación, la gente se lanza a ese mar de deudas sin salvavidas». España sigue la senda de países como el Reino Unido o Alemania, donde lo que deben las familias supera el 120% de su renta. Cada vez más, el consumidor español es un consumidor empeñado. Hasta las cejas.


Templos del consumo


Ya no se erige ninguna catedral. Se construyen centros comerciales, la meca de los consumidores. En España hay 447, que el año pasado recibieron a 1.300 millones de compradores. La media es de 25 millones de personas entrando por sus puertas cada semana. La mayoría, en sábado. «Estos lugares son la nueva forma de hacer ciudad, son los sustitutos de las antiguas plazas públicas», asegura Javier García Renero, presidente de la Asociación Española de Centros Comerciales. «Son lugares donde no hay problemas de aparcamiento, donde la temperatura es ideal y todo es alegre y brillante». Un paraíso artificial y un negocio redondo. De enero a diciembre de 2004, el volumen de ventas en estos recintos alcanzó los 28.500 millones de euros. No es de extrañar que, aun en tiempos de restricciones urbanísticas a nuevas aperturas por parte de muchas comunidades autónomas, haya 149 nuevos centros a punto de abrir sus puertas en España.


El dinero seguro manda. La prueba está en el nuevo barrio de Sanchinarro, en Madrid, donde en breve vivirán más de 4.000 familias. Es un escenario fantasmal. No hay colegios, ni centros de salud, ni parques, ni plazas; pero ya funciona, desde hace un año, un inmenso centro comercial de 55.000 metros cuadrados y seis plantas. En los bajos de los bloques, sucursales bancarias. Una cosa lleva a la otra.


España, líder europeo en operaciones estéticas


Periódico Qué!


En el año 2004 unos 400.000 españoles pasaron por el quirófano para hacerse algún arreglito estético a través de operaciones de cirugía, un 10% más que en el año 2003. Y es que España tiene el honor de ser el país con más operaciones diarias, nada menos que ocho mil.


Se calcula que los españoles se gastan al año una media de 641 euros sólo en su cuidado personal, según la Consultora Ipsos Eco Consulting. Sólo las ventas de perfumes supusieron en 2004 más de 970 millones de euros. Tampoco el gasto en maquillaje es despreciable: 345 milones de euros.


No hay duda que la estética mueve mucho dinero y levanta pasiones. Por ello, hay más de 800 cirujanos estéticos en España, un negocio valorado en cerca de 600 millones de euros anuales.