Un millón de jóvenes de entre 15 y 24 años están cada domingo en la calle pasadas las seis de la mañana. El 73% de los españoles de 25 años vive con sus padres y a los 30, la mitad no ha pensado en independizarse, algo para lo que requieren mil euros al mes, dinero que sólo tiene el 10%.. ´Viven en sus casas como en un hotel; gozan de la libertad del adulto pero sin la responsabilidad de los mayores, les lavan la ropa y preparan la comida´, comenta Felicidad Loscertales, psicóloga social de la Universidad de Sevilla. Un millón de jóvenes de entre 15 y 24 años están cada domingo en la calle pasadas las seis de la mañana. En sólo seis años, dicen los autores, el número de adolescentes y jóvenes que apuran la noche prácticamente se ha doblado. Puede hablarse ya directamente de cambiar el día por la noche, dado que se sitúan casi en el 37% los que a las dos de la tarde del domingo siguen en la cama. En términos de media, la hora de iniciar la jornada para los jóvenes de entre 15 y 24 años, que en 1996 era las 10.10 los sábados, y las 11 horas los domingos, ha pasado a ser las 11.30 los sábados y las 12.30 los domingos. En el grupo de 19-20 años, el que se distingue de forma muy clara por la intensidad en su forma de vivir la noche, nada menos que un 34,4% bebe alcohol de forma abusiva. Todo aquel que se distancia de los estereotipos –por ejemplo, la rebeldía y el consumo de alcohol o drogas durante los fines de semana– es considerado como ´raro´ o ´inmaduro´ según el reciente informe de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Según este informe los jóvenes mantienen una progresiva tendencia hacia la homogeneización y la falta de compromiso de los jóvenes.
Fuentes: Europa Sur Digital, El Comercio Digital
Hace poco más de una década, tener más de 25 años, estar soltero y vivir aún en el hogar de los padres era considerado un fracaso. Hoy ésta es la situación en la que se encuentran prácticamente tres de cada cuatro jóvenes de esa edad en España, el país del mundo donde más se retrasa la emancipación, según el reciente estudio del Instituto de Política Familiar.
Actualmente, el 53 por ciento de los españoles de 28 años sigue en casa de sus padres, un porcentaje que se ha duplicado desde 1990. A los 30 años, uno de cada tres sigue sin emanciparse. De hecho, uno de cada dos menores de 30 años no ha pensado en dar ese paso y sólo el 23 por ciento de los que lo han hecho está motivado por un deseo de independencia y autonomía. «Viven en sus casas como en un hotel; gozan de la libertad del adulto pero sin la responsabilidad de los mayores, les lavan la ropa y preparan la comida», comenta Felicidad Loscertales, psicóloga social de la Universidad de Sevilla.
De hecho, seis de cada diez jóvenes, según una encuesta del Instituto de la Juventud (Injuve), califican a su padre como poco o nada estricto, opinión que aumenta hasta el 68 por ciento cuando se trata de la madre. Más de la mitad de los encuestados goza de libertad para levantarse cuando quiere, pasar la noche fuera o tomar copas en casa.
El Injuve ha optado por preguntar a los protagonistas para averiguar por qué sólo el 43 por ciento de los jóvenes que viven de forma independiente abandonaron el domicilio familiar para formar su propio hogar. ¿Y el resto?
Según el último sondeo de opinión del dicho organismo, la juventud española cifra en mil euros al mes los ingresos necesarios para poder emanciparse, pero sólo uno de cada diez jóvenes tiene ese dinero. De hecho, menos del 20 por ciento de los jóvenes menores de 30 años vive a diario con recursos económicos propios exclusivamente, porcentaje que en el caso de las mujeres baja al 10 por ciento. Entre los 25 y 29 años, los jóvenes que se mantienen con ingresos ajenos suponen casi el 40 por ciento y casi el 17 por ciento sólo puede pagar gastos de bolsillo. Los que no recurren a ninguna ayuda ingresan al mes 800 euros de media.
En este sentido, el catedrático de la Universidad de Sevilla Manuel Marín atribuye el retraso en la salida del núcleo familiar a tres aspectos: la prolongación del periodo de formación -que a su vez retrasa la incorporación del joven al mercado laboral-, la situación de desempleo y de la inestabilidad en el trabajo -que impide tener proyectos de futuro- y las dificultades para acceder a la vivienda.
Según un informe elaborado por el Consejo Económico y Social de España (CES), si a finales de los años 70 sólo el 6 por ciento de los jóvenes de 20 a 34 años tenía estudios superiores, dos décadas después la proporción llega casi a 3 de cada 10. «Los jóvenes se incorporan más tarde al trabajo y, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, no compaginan por lo general formación», concluye el estudio, que se recoge una ligerísima recuperación en los últimos años por el descenso del paro y de la temporalidad en los contratos. «La inserción de la juventud en la sociedad y su emancipación de la familia depende de las políticas económicas y educativas de los gobiernos», asegura Marín.
Además, este psicólogo social encuentra una explicación al récord que ostenta España en cuanto a la edad de emancipación de los jóvenes en las diferencias que existen con otros países. «Mientras que en países como Holanda las viviendas en alquiler representan el 35 por ciento, en España este porcentaje se sitúa en el 2 por ciento».
Esta situación de desventaja explicaría, para algunos expertos, por qué el 60 por ciento de los jóvenes de entre 25 y 30 años con trabajo sigue en el hogar paterno en España, según el Centro Superior de Investigaciones Científicas, una tasa tres veces superior a la del Reino Unido, Francia o Alemania.
El informe del CES destaca que los menores de 29 años necesitarían hoy destinar once veces su salario bruto anual a la compra de una vivienda y culpa directamente al Gobierno de retrasar la edad de emancipación y, por tanto, agravar la baja natalidad española.
DUEÑOS DE LA NOCHE
Un millón de jóvenes de entre 15 y 24 años están cada domingo en la calle pasadas las seis de la mañana
Son los dueños de la noche. Cada mañana de domingo, al amanecer, un millón de jóvenes españoles de entre 15 y 24 años apuran copas, cigarrillos, bailes y conversaciones, antes de regresar a sus casas, donde pasarán la mayor parte del día en la cama. Salir de noche se ha convertido los fines de semana en la actividad por excelencia de los jóvenes, en el rasgo esencial de un estilo de vida propio y diferente del que mantienen de lunes a jueves, días en los que su actividad se concentra en el estudio o el trabajo. Un informe dirigido por Domingo Comas y editado por el Instituto de la Juventud (´Jóvenes y estilos de vida´) revela que la diversión nocturna hasta bien entrada la mañana del día siguiente es un fenómeno que crece imparable. En sólo seis años, dicen los autores, el número de adolescentes y jóvenes que apuran la noche prácticamente se ha doblado.
El estudio se centra en los jóvenes de 15 a 24 años que viven en municipios de más de 20.000 habitantes, aunque los autores entienden que no hay muchas diferencias en el estilo de vida respecto de quienes residen en el ámbito rural. La muestra se distribuyó en 72 municipios, divididos en grupos según su dimensión, y en cinco franjas de edad. En total, se hicieron 1.700 encuestas.
Esos 1.700 muchachos, entre los que hay estudiantes, trabajadores y parados y representantes de un abanico ideológico muy amplio muestran una aceleración de la tendencia a la vida nocturna que ya se había detectado en los noventa. Un dato lo demuestra con enorme claridad: el porcentaje de los que a las 6.30 de la mañana del domingo aún no se ha acostado ha pasado en seis años del 8% al 34% del total. Es decir, que un comportamiento claramente minoritario se ha transformado en común en un plazo de tiempo muy corto.
Si se ha atrasado la hora de acostarse, también lo ha hecho la de levantarse de la cama. En el grupo más noctámbulo, los de entre 19 y 22 años, puede hablarse ya directamente de cambiar el día por la noche, dado que se sitúan casi en el 37% los que a las dos de la tarde del domingo siguen en la cama. Un porcentaje no desdeñable del total, superior al 5%, duerme aún a las seis de la tarde. En términos de media, la hora de iniciar la jornada para los jóvenes de entre 15 y 24 años, que en 1996 era las 10.10 los sábados, y las 11 horas los domingos, ha pasado a ser las 11.30 los sábados y las 12.30 los domingos.
Un número de jóvenes creciente, pero aún no comparable al del fin de semana, sale también los jueves: se trata de trabajadores con horarios atípicos, universitarios que no tienen clase los viernes -o, simplemente, no van- y parados, que prefieren salir una noche con menos masificación en los bares. El día más ´democrático´, en el sentido de que son más similares los porcentajes de jóvenes, considerados por sexo, edad y ocupación, es el sábado. Esa noche, el número de quienes están en bares y discotecas dobla al de los viernes.
Aumenta el consumo de Alcohol
Hablar de bares y discotecas es lo más adecuado, porque el ´botellón´ pierde importancia desde finales de los noventa. Eso no significa que descienda el consumo de alcohol. Al contrario, se dispara en fin de semana: el número de chicos jóvenes que beben en exceso es en la noche del sábado diez veces superior al que se da el jueves, y veinte veces en el caso de las chicas. En el grupo de 19-20 años, el que se distingue de forma muy clara por la intensidad en su forma de vivir la noche, nada menos que un 34,4% bebe alcohol de forma abusiva. En cambio, el tabaco registra escasas variaciones de unos días a otros. El estudio no distingue por días en cuanto al consumo de drogas ilegales.
Y, tras la noche, el regreso a casa, algo que preocupa a los padres y a sus hijos, tanto por la inseguridad en muchas zonas de las ciudades como por el riesgo de la carretera para quienes han de desplazarse. En general, los jóvenes son conscientes del riesgo de sufrir un robo o una agresión, pero les parece un problema menor: sólo el 2% de los chicos y el 8,3% de las chicas aseguran sentir ´mucha inseguridad´ cuando regresan solos por la noche a casa.
Una percepción que tiene una curiosa distribución por edades: sufren más la inseguridad quienes tienen 19 ó 20 años, y en cambio la notan muy poco los más jóvenes y los mayores del tramo de edad objeto del estudio. Algo que también sorprende si se tiene en cuenta que uno de cada diez muchachos reconoce haber sido víctima de un robo con violencia y, uno de cada tres, de uno sin violencia. La noche es, más que nunca, de los más jóvenes. Y en el otro lado de la cuestión, el de los padres, lo que hace sólo unos años era la preocupación de unos pocos ha pasado a ser problema de todos.
LA JUVENTUD ESPAÑOLA ES POCO TOLERANTE
Un estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción señala la falta de compromiso de la juventud.
Los mitos sobre la tolerancia y rebeldía social de los jóvenes españoles no tienen base real. Después de años de estudios y análisis específicos sobre comportamiento y actitudes de la juventud, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y el Instituto de la Juventud (INJUVE) trazan un primer perfil nada complaciente con los adolescentes de este país.
La diferencia no es bien aceptada por los jóvenes, que se rigen por un parámetro donde ser ´normal´ es muy importante.
La rebeldía se expresa primordialmente en la práctica de un ocio arriesgado para la propia salud, con altos consumos de alcohol y drogas.
Ni la tolerancia que se les supone es tal, ni son activos, ni tampoco rebeldes ´con causa´. Reaccionan mal a la diferencia, ante los comportamientos distintos o que se salen de las pautas que ellos consideran normales. Un ejemplo, entre los jóvenes que practican botellón, aquéllos que rehuyen tal práctica son tenidos por ´raros´, inmaduros o inadaptados, y rechazados del grupo, y así casi con cualquier otra situación, positiva o negativa, que se plantee.
«Sorprende la importancia que tiene en el mundo juvenil el concepto de ser ´normal´, entendiendo por normal lo esperable», comentó Eusebio Mejías, sociólogo de la FAD y autor de varios de los estudios sobre la juventud realizados hasta ahora.
Los expertos recalcan que se trata de una primera aproximación y faltan datos, pero varias cosas están claras. Los jóvenes asumen sin rechistar los estereotipos que a menudo forjamos de ellos los adultos y los medios de comunicación. Si en el imaginario común ´ser joven´ implica ser rebelde contra la autoridad, idealista o practicar un ocio arriesgado (alcohol, drogas…), los adolescentes lo asimilan como algo propio.
Pasotas
La paradoja es, según este primer diagnóstico, se trata de una rebeldía superficial, más provocada por sus hormonas en conflicto o la búsqueda de la propia identidad que contra las pautas sociales establecidas, o contra un mundo injusto. Son, de hecho acomodaticios, pragmáticos y partidarios de vivir el día a día.
Su «relativismo moral» tiene más que ver con la indiferencia y el pasotismo que con la tolerancia, explica la FAD. Si se aceptan con normalidad fenómenos como el aborto, la eutanasia o los nuevos avances en reproducción asistida, entre otras situaciones de dilema ético, es más por un planteamiento de «no me importa, que cada uno haga lo que quiera», que por razones ideológicas o de implicación y reflexión moral. Miran a los adultos con indiferencia, resignados a ser en el futuro como ellos, y han convertido el tiempo de ocio en el epicentro de su vida, por encima del estudio y del trabajo.