Espiritualidad de encarnación y Fratelli Tutti

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Somos hermanos porque somos de la misma carne, convivimos en la misma tierra y peregrinamos, como pueblo, en la misma historia. Este triple dato de la experiencia humana, le sirve al Papa para responder a una pregunta implícita – ¿por qué somos hermanos?– en el diálogo con los lectores de la encíclica Fratelli Tutti. Además los creyentes añadimos: “Dios ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos”, como dice el Documento sobre la fraternidad  firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019 por el papa Francisco y el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, citado en el nº 5 de Fratelli Tutti

El papa Francisco ofrece una antropología relacional e histórica: somos personas con vínculos de pertenencia, no solo individuos independientes y autónomos; convivimos y caminamos como pueblo que tiene raíces y proyectos de futuro, en un pueblo que peregrina en la historia

El papa Francisco ofrece una antropología relacional e histórica: somos personas con vínculos de pertenencia, no solo individuos independientes y autónomos; convivimos y caminamos como pueblo que tiene raíces y proyectos de futuro, en un pueblo que peregrina en la historia. “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (FT 8).  El dato, que es un don, se transforma en un sueño, en proyecto con la fuerza para transformar un mundo cerrado en un mundo abierto. Un ideal que precisa hacerse carne y habitar en ambientes e instituciones.

El prólogo del Evangelio de San Juan en su capítulo 1, versículo 14, es un texto fundante de la espiritualidad de encarnación: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria como unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.  Se hizo carne y habitó, se hizo carne y puso su morada, entró en la historia en un pueblo, en una cultura, en una forma de entender las relaciones con Dios mismo. Se hizo carne y habitó, se hizo carne en el tiempo, en la historia, en un cuerpo concreto, con una lengua, con una manera de hablar, de cantar, de sentir, de relacionarse con los otros. Se hizo carne y habitó. Además, el prólogo del Evangelio según San Juan es un pregón de la gran Pascua de Jesús. Su paso primero de lo eterno al tiempo, a la carne; la pascua que Jesús vive cuando entra en la muerte, se entrega por nosotros y, resucitado de entre los muertos, llevando en su cuerpo resucitado las marcas de la Cruz, asciende al Padre.

“Se hizo carne y habitó”, entró en ambientes e instituciones, diríamos con palabras de hoy. Se hizo carne y habitó,  con lengua, con relaciones, con trabajo, con la situación social y política de aquel tiempo, de aquella provincia del Imperio romano donde Jesús aprendió, viviendo en Nazaret y  en Cafarnaúm, un idioma para poder comunicarse y contar lo que llevaba en el corazón: ¡que Dios es Padre, que sois hermanos, que la Tierra es un hogar! Se hizo carne y así sus entrañas se estremecieron al ver que tantos están despojados y abatidos como ovejas sin pastor. Se hizo carne y experimentó hambre y sed, alegría y llanto, se hizo carne y en su carne se entregó para siempre. Esa carne sigue marcando la travesía en el tiempo como pan, como cuerpo, como llagas en los pobres. El prólogo es un texto que atraviesa el tiempo y nos es propuesto hoy para ser acogido en nuestro contexto.

Fratelli tutti insiste en la importancia de la carne, la compartida por toda persona, “cuando el corazón asume esa actitud, es capaz de identificarse con el otro sin importarle dónde ha nacido o de dónde viene. Al entrar en esta dinámica, en definitiva experimenta que los demás son «su propia carne» (Is 58,7)” (FT 84); la carne del otro a quien estamos llamados servir: “El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos «la padece» y busca la promoción del hermano”(FT 115); la carne que nos une a toda la humanidad: “Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad” (FT 227); la carne en la que reconocemos al mismo Cristo que juzga la historia: “Para los cristianos, las palabras de Jesús tienen también otra dimensión trascendente; implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido (cf. Mt 25,40.45)” (FT 85).

También la encíclica resalta la otra dimensión de la encarnación, la que reconoce la carne humana en su dimensión relacional e institucional, pues forma parte de un pueblo que camina en la historia, habita en la casa común y tiene el desafío de organizar la convivencia con instituciones sociales, económicas y políticas. “Una tierra será fecunda, un pueblo dará fruto y podrá engendrar el día de mañana solo en la medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas comunidades que la conforman” (FT 53).

La encíclica nos ofrece unas cuantas pistas para hacer de la espiritualidad de encarnación un ejercicio de caridad política:

Conversión:La tendencia constante al egoísmo humano que forma parte de aquello que la tradición cristiana llama “concupiscencia”: la inclinación del ser humano a encerrarse en la inmanencia de su propio yo, de su grupo, de sus intereses mezquinos. Esa concupiscencia no es un defecto de esta época. Existió desde que el hombre es hombre y simplemente se transforma, adquiere diversas modalidades en cada siglo, y finalmente utiliza los instrumentos que el momento histórico pone a su disposición. Pero es posible dominarla con la ayuda de Dios” (FT 166).

La solidaridad: Quiero destacar la solidaridad, que «como virtud moral y actitud social, fruto de la conversión personal, exige el compromiso de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas” (FT 114). “Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero. […] La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares” (FT 116).

Asociación: “Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política». Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común»” (FT 180).

Promoción por el trabajo frente a subvención:  “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (FT 162).

“Hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra” (FT 38).

Caridad política, dimensión institucional: “La verdadera caridad es capaz de incorporar todo esto en su entrega, y si debe expresarse en el encuentro persona a persona, también es capaz de llegar a una hermana o a un hermano lejano e incluso ignorado, a través de los diversos recursos que las instituciones de una sociedad organizada, libre y creativa son capaces de generar. Si vamos al caso, aun el buen samaritano necesitó de la existencia de una posada que le permitiera resolver lo que él solo en ese momento no estaba en condiciones de asegurar” (FT 165).

“Hay además un amor “imperado”: aquellos actos de la caridad que impulsan a crear instituciones más sanas, regulaciones más justas, estructuras más solidarias. De ahí que sea «un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria” (FT 186).

    El ideal o sueño de fraternidad que el Papa presenta ha de realizarse en medio de un mundo sombrío y cerrado. El papa quiere poner en relación el ideal evangélico y humano con la realidad. Así la amistad social y la fraternidad universal han de renovar:

  • “El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás” (FT 12).
  • “La pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero” (FT 13).
  • “Las nuevas formas de colonización cultural. No nos olvidemos que «los pueblos que enajenan su tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia ideológica, económica y política” (FT 14).
  • “La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar” (FT 15).
  • “El descarte mundial: Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites” (FT 18). “La falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales” (FT 20).
  • “En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre” (FT 22).
  • “Situaciones de violencia van «multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una “tercera guerra mundial en etapas” (FT 25).
  • “Reaparece «la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas” (FT 27).
  • “En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas” (FT 30).
  • “En algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma” (FT 39).
  • Como clave el Papa señala: “se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana” (FT 31).

El papa Francisco pone en relación, en los dos primeros capítulos de la encíclica, este mundo cerrado, así como la inextirpable sed de plenitud enraizada en lo profundo del ser humano, con la iluminación que el Evangelio realiza de este anhelo de vida lograda. Es posible caminar en esperanza. La arquitectura de Fratelli Tutti tiene como cimiento la pertenencia compartida de todos y cada uno a la carne, la tierra y la historia y, como vértice, el bien común de la familia humana que surge de la propia fraternidad, como verdad afirmada e ideal que moviliza para pensar y gestar un mundo abierto. El fuego de hogar de este edificio es la lógica del Buen Samaritano que sale de sí y se hace prójimo. De esta manera se construye un “nosotros”, que en sucesivos círculos va más allá, desde lo local a lo universal.

Para organizar la casa común, el Papa afirma el destino universal de los bienes y el derecho de personas, familias y empresas a tierra, techo y trabajo, con una propiedad privada legítima y abierta a su función social. Instrumentos para encarnar este sueño de un mundo abierto y fraterno son el corazón abierto que acoge a los que llegan y se preocupa de hacerse prójimo con la virtud de la solidaridad; el diálogo fundado en la verdad que propicia encuentro y amistad social, y la caridad política para realizar la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. Es una tarea histórica en la que se producen conflictos y heridas que precisan caminos de reencuentro que comiencen, en memoria penitencial, del reconocimiento de los hechos, las propias responsabilidades y se abran  a la justicia y al perdón que haga posible la reconciliación sobre todo con los últimos.

La espiritualidad de encarnación trata de hacer verdad algo que está propuesto ya desde el comienzo mismo de la vida de la Iglesia, vivir según el Espíritu, en la carne

La espiritualidad de encarnación trata de hacer verdad algo que está propuesto ya desde el comienzo mismo de la vida de la Iglesia, vivir según el Espíritu, en la carne. Dejar que esta  propuesta que está en el corazón de la pretensión cristiana sea posible. Cristo, que es el Dios vivo hecho carne, sigue siendo una realidad en la Historia, en el tiempo a través del propio Cuerpo vivo de Jesús resucitado, en cada uno de nosotros desde el Bautismo. La espiritualidad de encarnación es la posibilidad real de vivir según el Espíritu en la carne de nuestro ser personal y eclesial, en la carne de la Historia del mundo, especialmente donde se muestran las llagas del cuerpo, en la carne de los empobrecidos.

Hay otros textos de la Escritura y del Magisterio de la Iglesia que nos ayudan   a comprender lo que queremos decir con espiritualidad de encarnación. Por citar del Nuevo Testamento sólo dos textos que añadir al Prólogo de San Juan ya citado:

  • El gran protocolo del Evangelio según san Mateo, cap. 25, versículos 31 al 46. “Porque tuve hambre y me disteis de comer, porque tuve hambre y no me disteis de comer”; Señor, cuando te vimos hambriento, o desnudo, o en la cárcel, y no te socorrimos, o sí te socorrimos, cuando me visteis en alguno de aquellos mis pequeños hermanos y lo hicisteis o no lo hicisteis”. Dice el Papa Francisco en Gaudete et exultate que este gran protocolo es una página de cristología que ilumina el misterio de Cristo en el tiempo, para acoger su presencia real entre nosotros también hoy. Mt. 25, 31-46, el gran protocolo para reconocer la presencia de Jesucristo hoy, de reconocer su carne, de reconocer su cuerpo, de reconocer sus llagas: los hambrientos, los sedientos, los migrantes, los desnudos, los sin techo, los encarcelados… como una referencia inexcusable para quien quiere vivir la senda de los discípulos misioneros, la pertenencia bautismal a la Iglesia, la comunión de su cuerpo en la Eucaristía. El reconocimiento de su presencia en el tiempo, en la calle… juzgando la historia, diciéndonos que “algo no va bien de nuestro plan”, cuando tantos pasan hambre, cuando tantos carecen de lo imprescindible para reconocer la dignidad de los hijos de Dios.
  • Filipenses 2, 6-8: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos, y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse a la muerte, y una muerte de cruz”. El santo concilio Vaticano II en Lumen Gentium, Constitución sobre la Iglesia, en el nº 8, comenta este cántico que la Iglesia proclama todos los domingos en las Primeras Vísperas: “Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino, a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús, existiendo en la forma de Dios…, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de esclavo, y por nosotros se hizo pobre siendo rico; así también la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena sino para proclamar la humildad y la abnegación también con su propio ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, para buscar y salvar lo que estaba perdido; así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procurar servir en ellos a Cristo. Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado, no conoció el pecado, sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación”.

La Iglesia, por tanto, está llamada a entrar en el mismo camino de su Señor y pasar por el pesebre y por la cruz para evangelizar a los pobres y acogerlos en su propio seno; ha de disponer la casa en un camino de bajada por la pobreza y la persecución, por la humildad y el sacrificio, para que así verdaderamente sea morada dispuesta para acoger a los humillados, a los empobrecidos y a las víctimas.

Es un coloquio al que es invitada la Iglesia porque es el coloquio del Hijo: para acogernos a nosotros, pecadores, se hizo pecado. Para acoger a los humillados, empobrecidos y sacrificados, en su misma carne realiza y encarna la humildad, la pobreza y el sacrificio.

La espiritualidad de encarnación, haciendo este camino de bajada con Jesús, supone encarnar las virtudes de Cristo: humildad, pobreza y sacrificio, en coloquio de conversión con las tendencias reconocidas de nuestro corazón. En la carne, la vida del Espíritu nos acompaña para que podamos ser humildes y  pobres, para que podamos amar entregando la vida en sacrificio. La espiritualidad de encarnación quiere ayudarnos a desapegarnos del amor propio, a vencer a los atractivos del dinero, a no tener miedo a la muerte, por eso, el bautismo nos da la posibilidad de vivir las mismas virtudes de Cristo.

El Bautismo nos da la oportunidad de encarnar las virtudes de Cristo, como también  de ser cuerpo de Cristo y alimentar este ser en la Eucaristía, para hacer de este “nosotros” un ejercicio carnal de comunión de vida,  de comunión de bienes y de comunión de acción.

Esta es nuestra vocación para ser heraldos de la fraternidad, ser cuerpo de Cristo:   comunión de vida en el corazón de Cristo; comunión de bienes en el Reino de Dios; comunión de acción en la vida apostólica; la vida de liberación para la comunión; el combate espiritual; la militancia cristiana que ayude a romper los muros y las cadenas que impiden la comunión de la familia humana y que, por tanto, impiden que la humanidad pueda reconocerse como familia de hijos e hijas de Dios, mientras peregrinamos hasta que Él vuelva.

Parece triunfar un capitalismo del descarte, la vigilancia, el trabajo precario y la subvención. Peligran la libertad y la igualdad. No esperemos todo de los que nos gobiernan, comencemos “de abajo y de a uno”, hasta el último rincón de la patria y el mundo. Soñemos como una única humanidad, cada uno con su propia voz, todos hermanos. Muchos que nos reconocemos hijos en el Hijo y llamamos a Dios Padre, queremos ser signo e instrumento de este proyecto entusiasmante.

D. Luis Argüello, Obispo Auxiliar de la archidiócesis de Valladolid, Secretario de la Conferencia Episcopal Española.

Nota (Este artículo se publicará en la revista Id y Evangelizad)