500.000 ilegales llegan cada año a la U.E. Si no hubiera inmigración, los estados europeos tendrían que elevar la edad de jubilación hasta los 75 años para mantener los actuales sistemas de Seguridad Social. Europa no puede permitirse el lujo de ser racista. Por lo menos si quiere mantener su actual modelo económico que incluye la protección social universal y gratuita y asegura la financiación de las pensiones durante los próximos 50 años. Además, ya hay sectores económicos cuyo negocio no podría mantenerse sin la participación de los trabajadores extranjeros. Esta evidencia, admitida por muchos expertos, choca con los intereses electorales de los políticos que no se atreven a abrir fronteras.
Europa no puede ser racista. No se trata de una declaración de carácter humanitario, es que el Viejo Continente no está en condiciones de aportar tal cantidad de obreros . Un 10% de ese total tendrá que venir del extranjero.
La carencia de mano de obra residente ya se ha comenzado a observar en algunos sectores productivos debido a que la población europea se ha orientado hacia determinadados trabajos, la mayoría relacionados con el sector de servicios, en detrimento de otros. De forma que hay industrias, la dedicada al cultivo de flores, por ejemplo, que en la actualidad no sobrevivirán sin los inmigrantes; e incluso poblaciones, como algunas de Andalucía en España, en las que se ha reproducido el milagro económico de Silicon Valley en EEUU, que desaparecerían si la fuerza laboral extranjera se va.
Pero el fenómeno no es nuevo. Países como el Reino Unido en la década de los cincuenta o Alemania en los setenta recurrieron a una política de apertura de fronteras para impulsar el crecimiento económico. Claro, que una vez que el problema de mano de obra se solucionó echaron el cerrojo. Ahora, tal vez, tengan que volver a abrir la puerta.
RESISTENCIAS.
La evolución económica puede convertirse, una vez más, en el elemento dinamizador de una tendencia que ya se ha extendido a la cultura, el ocio y los espectáculos: el mestizaje. Sin embargo, las resistencias políticas persisten. La población parece no ser consciente de esta dinámica y, mayoritariamente sigue manteniendo actitudes racistas que se reflejan a la hora de votar.
Desgraciadamente, en opinión de algunos defensores de la irreversabilidad de los hechos, gran parte de la población de los países desarrollados sigue dando la espalda a la realidad.
No ven la inmigración como una de las pocas salidas factibles para mantener un cierto estado de bienestar que tendría que desmontar en caso contrario ante la evolución de las pirámides demográficas europeas. Al contrario. Muchos parecen convencidos de que estos colectivos de extranjeros aprovechan las ventajas que ofrece Europa y utilizan sur servicios sociales sin ofrecer nada a cambio. No es cierto. Si no hubiera inmigración, los estados europeos tendrían que elevar la edad de jubilación hasta los 75 años para mantener los actuales sistemas de Seguridad Social. Y, sólo por el hecho de que exista mayor competencia en el mercado laboral los precios de los productos suelen bajar, de lo que se benefician también todos los ciudadanos. Pero esta reducción, según algunos estudios, no es el resultado de una caída de los salarios si no de un incremento de la productividad.
BARRICADAS.
Un informe elaborado por el Centro de Estudios sobre la inmigración revela que la correlación entre salario e inmigración es débil y concluye que si en una ciudad (A) hay un 10 más de fuerza laboral extranjera que en otra (B), en la que hay mayor número de inmigrantes los salarios serían inferiores en menos de un 0,2% a los que existen en B. una cantidad que no es como para salir a la calle a montar barricadas.
En España muchos han sido los servicios de estudios que tras un análisis de la situación económica han sacado la conclusión de que el país necesita inmigrantes.
La proliferación de datos e informes ha derribado mitos instalados en el subconsciente de la población. Por ejemplo, que una elevada tasa de paro hace en teoría menos necesario la fuerza laboral foránea. Según el centro de estadística germano, país que luce una tasa de paro del 9,6% , Alemania necesitará 500.000 inmigrantes anuales hasta 2025; es decir el 24% del total que necesita Europa debido al desproporcionado envejecimiento de la población.
O, que los extranjeros que llegan a Europa estén peor capacitados que los naturales para realizar un determinado trabajo. Esto es falso al menos desde la caída del muro de Berlín. La renta per cápita de los países de la UE es seis veces superior a los de Europa del Este y Central, una diferencia que ha posibilitado que la emigración hacia el Viejo Continente desarrollado se haya generalizado entre prácticamente todos los profesionales, y no sólo los de menos preparación.
El aumento del flujo de personas procedente de estos países ha despertado los recelos hacia la ampliación de la UE. El desasosiego se ha incrementado tras la publicación de algunos estudios en los que se asegura que cuando los cinco países que se van a integrar en una primera fase en el grupo de los quince tengan plena movilidad podrían trasladarse cerca de 200.000 personas al año hacia la UE, lo que supone que en 10 años el 3% de la población de estos países vivirá fuera de su estado natural en alguna otra zona de la UE.
Pero quizá, y a pesar de la cercanía, la avalancha de inmigrantes se espera que provenga desde otros continentes donde el incremento de la población, al contrario de lo que sucede en Europa, es un problema .
Aunque es verdad que, en general, la llegada de extranjeros irrita a la población, también lo es que cierto tipo de inmigración es aceptada. Caundo los grandes bancos alemanes se modernizan, muchos ejecutivos establecieron su residencia en Londres; y más recientemente la irrupción de la nueva economía ha generado un trasiego de técnicos y especialistas que parece que no despierta los sentimientos racistas de los nativos.
INSTINTOS
Pero en general la llegada de inmigrantes despierta los peores instintos del ser humano. Y, a pesar de todo, el flujo de extranjeros crece y crece. El número de personas que se ha trasladado de un país a otro es hoy superior a los 125 millones frente a los 75 de 1965. Este colectivo, tiene además, cada vez mayor peso en el porcentaje de población ocupada del país de destino.
Circunstancia que revienta aún más si cabe a los detractores de utilizar la fuerza inmigrante para solventar los problemas estructurales generados por el envejecimiento de la población y la rigidez de los sistemas laborales. Los que piensan de esta forma creen que la necesidad de mano de obra se podría solventar , en parte, si en el seno de la UE existiera movilidad geográfica.
Pero de momento, esto es sólo un sueño. Según el último informe del Banco Central Europeo (BCE) la menor tasa de actividad que existe en la zona euro y el incremento de la tasa de temporalidad en el empleo y del paro de larga duración se debe, entre otros motivos, a las boyantes prestaciones de desempleo, la baja cualificación de los trabajadores, las jubilaciones anticipadas y los obstáculos a la movilidad geográfica.
Además, según algunos observadores, si se produjera esa desregulación y se incrementaran las facilidades para desplazarse por el interior de Europa, probablemente serían los estados en los que la población ya tiende a trasladarse los que lo aprovecharían y no el resto. Es decir, la situación cambiaría poco.
En cualquier caso lo que sí parece claro es que es necesario flexibilizar los mercados laborales en el seno de la UE. La existencia de sistemas rígidos es uno de los factores que está perjudicando al euro. Pero no parece que los gobiernos europeos estén por la labor.
Cada vez que se introduce una medida liberalizadora surgen resistencias. El último caso que se ha planteado es el de la desregularización de los servicios postales; pero incluso en asuntos que ya tenían que estar superados porque existen directivas comunitarias aprobadas y asimiladas por los ejecutivos, surgen problemas. El recurso al nacionalismo para proteger los intereses domésticos está bombardeando el proyecto de una Europa unida.
ILEGALES.
Pero ni la actitud de los gobiernos, ni los recelos ciudadanos o las leyes de extranjería, pueden impedir que por sus mimadas fronteras se cuelen inmigrantes ilegales. Según datos del Centro para el desarrollo de Políticas Migratorias de Viena, al año entran en Europa 500.000 personas sin papeles. En EEUU, esta cifra se reduce a 300.000.
Ilegales o no, el caso es que son necesarios. Quizá lo que no se ha conseguido en 2000 años apelando a los sentimientos humanitarios se consiga ahora si se propaga lo suficiente que lo que está en peligro son los viajes a Benidorm de los jubilados europeos.
Hay que abrir las fronteras para mantener el estado de bienestar.