Dentro de un mes, el 1º de noviembre, entra en funciones la nueva Comisión Europea que preside el portugués José Manuel Durão Barroso. Este ex-maoísta convertido en atlantista pro-Bush (era el cuarto hombre en la reunión de las Azores que anunció la invasión de Irak) y neoliberal de choque ha escogido para los principales puestos de la Comisión a personalidades conocidas por su intransigente apego a las políticas más ultraliberales
Ignacio Ramonet
La Voz de Galicia
Dentro de un mes, el 1º de noviembre, entra en funciones la nueva Comisión Europea que preside el portugués José Manuel Durão Barroso. Este ex-maoísta convertido en atlantista pro-Bush (era el cuarto hombre en la reunión de las Azores que anunció la invasión de Irak) y neoliberal de choque ha escogido para los principales puestos de la Comisión a personalidades conocidas por su intransigente apego a las políticas más ultraliberales.
En un momento delicado de la construcción europea, cuando se trata de digerir la ampliación a 25 Estados y está a punto de arrancar el gran debate público para el referendo sobre el tratado constitucional, esta nueva Comisión aparece como una especie de provocación antipopular.
El presidente Barroso tiene una obsesión: transformar la economía europea en la mís competitiva del planeta en el 2010, como se habían comprometido a hacerlo los países miembros en la cumbre de Lisboa del 2000. Y para conseguir ese objetivo se apoya sobre todo en los nuevos pequeños Estados de Europa del Este que son mucho más liberales y aliados fieles de Washington. Barroso quiere ponerle fin a la supremacía del tándem Alemania-Francia que hasta ahora constituía el motor de la Unión Europea y que siempre ha defendido, de una manera u otra, políticas de carácter social y keynesianas.
Quien dude de este viraje ultraliberal de Europa y de sus consecuencias para los pobres ciudadanos, que lea los periódicos de los medios de negocios: The Economist y The Wall Street Journal . Hablan con júbilo de la nueva Comisión y la califican de «amiga de los empresarios». |
Desde que, en mayo pasado, ingresaron en la Unión diez nuevos Estados, los cinco grandes países (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España) renunciaron a tener un segundo comisario. Ahora sólo disponen de 5 representantes sobre 25. Su pérdida de influencia es, pues, considerable. Pero además, Barroso ha atribuido las dos principales carteras de su Gobierno -Competencia y Mercado Interior- a representantes de dos pequeños países: Neelie Kroes, de Holanda, y Charly McCreevy, de Irlanda, dos ultraliberales histéricos.
A Neelie Kroes, en los Países Bajos la llaman Nickel Neelie , en alusión a Iron Lady , la dama de hierro, apodo de Margaret Thatcher, que impuso con mano de acero una violenta purga neoliberal en la Inglaterra de los años 80. Neelie Kroes llevó a cabo en su país, sin que le temblase el pulso, la privatización de Correos que se tradujo en miles de despidos; ha presidido durante más de diez años la principal facultad privada de Ciencias Empresariales; es miembro del consejo de administración de varias multinacionales, y defiende la concepción estadounidense de las fusiones y concentraciones de empresas.
El irlandés Charly McCreevy es un apóstol del libre mercado a ultranza; cuando era ministro de Economía no dudaba en utilizar la disminución de impuestos a las empresas para provocar deslocalizaciones en favor de Irlanda; es un partidario firme de la flexibilidad del trabajo que, como sabemos, significa la posibilidad para los empresarios de reducir los salarios y de modificar a gusto los horarios. No hay que esperar de él la minima defensa de los derechos sociales de los trabajadores ni tampoco una eventual armonía fiscal europea.
A esta pareja ultraliberal de choque hay que añadirle el británico Peter Mandelson, nombrado por Barroso comisario de Comercio. Mandelson es el coinventor de la tercera vía (el socialismo ultraliberal) que defiende Tony Blair, y es un partidario absoluto de la desregulación. Defenderá la vieja concepción británica de una Europa reducida a un gran espacio de librecambio que él quisiera ampliar a América del Norte.
Quien dude de este viraje ultraliberal de Europa y de sus consecuencias para los pobres ciudadanos, que lea los periódicos de los medios de negocios: The Economist y The Wall Street Journal . Hablan con júbilo de la nueva Comisión y la califican de «amiga de los empresarios». Los trabajadores sufrirán.