Eutanasia y el nuevo totalitarismo biopolítico

5098

«El Gobierno canadiense legalizó la eutanasia, como el suicidio asistido. La nueva normativa que el Gobierno de Trudeau aprobada no contempla, en principio, la muerte asistida para los niños, aunque tampoco la excluye completamente al admitir que los casos de enfermos mentales y “menores maduros” deberán ser analizados de forma individual por equipos independientes

En defensa de la legalización de la muerte asistida para menores ha salido UNICEF Canadá. La organización dependiente de la ONU asegura que su misión es la protección los niños y la defensa de sus derechos, por lo que UNICEF en Canadá aboga por la muerte de los niños enfermos de gravedad. El director de políticas de UNICEF Canadá, Marvin Bernstein, defendió en una intervención en el Senado canadiense que si se ha previsto la muerte asistida para los adultos surge una pregunta: “¿Por qué no (suicidio asistido de niños) para otros grupos de personas, como los menores maduros?”. La ley de eutanasia en cuestión fue aprobada por el Parlamento canadiense en junio de 2016.»

«Bélgica, único país del mundo donde se puede aplicar la eutanasia sin límite mínimo de edad, ha practicado por primera vez la muerte asistida el pasado septiembre a una menor de 17 años. En 2014 Bélgica amplió la ley sobre la eutanasia vigente desde 2002 y se convirtió en el segundo país, después de Holanda, en despenalizar esa controvertida práctica médica para menores, y en el primero en hacerlo sin límite de edad»

Nos estamos acostumbrando a recibir noticias sobre eutanasia y suicidio asistido como bastante asiduidad y casi todas provenientes de países con muy alto nivel de vida. Este es un tema complejo que presenta muchas caras desde las que enfocar el análisis pero ello no puede ser obstáculo para afrontarlo porque lo que está en juego es la concepción de la vida humana y su dignidad. No pretendemos un análisis exhaustivo sino que es una reflexión desde la prioridad de un enfoque biopolítico sin obviar cuando sea necesario otras perspectivas que también nos parecen importantes.

La biopolítica es un concepto relativamente moderno -aunque su contenido no- que tiene diversas acepciones. Nosotros vamos a optar por aquella que la define como la acción política institucional -no solo del estado o del gobierno- cuyo objetivo es la gestión de la vida, especial y fundamentalmente la vida humana, para que sirva eficazmente a los objetivos del poder.

El poder actualmente es una fusión entre el poder político y el económico con predominio de este último que genera un autentico sistema cultural de valores y principios autolegitimadores. Vivimos en un sistema global planetario donde las élites económicas han conseguido generar una estructura que bajo el concepto de gobernanza han legalizado una política de ámbito mundial bajo la directriz de las grandes empresas transnacionales. La gobernanza es una forma de acción política, no sometida a ningún control democrático, basada en la fusión de tres elementos: el poder económico de las grandes corporaciones trasnacionales industriales y financieras, el poder político de gobiernos y organismos internacionales y la llamada sociedad civil que no es otra cosa que la dimensión social de la hegemonía del poder económico. Desde esta estructura se diseñan y se imponen directrices políticas a nivel planetario que luego son materializadas por los distintos gobiernos nacionales.

El paradigma de este nuevo imperialismo es The Global Compact, un subsistema de Naciones Unidas concebido hace 17 años en el Foro Económico mundial de Davos en el que se da cobertura política al gobierno mundial de las empresas y corporaciones multinacionales. La imagen pública más conocida y visible de esta estructura son los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible cuyo antecedente inmediato son los Objetivos del Milenio que bajo la apariencia de metas y planes para mejorar la situación del mundo actual sirven para introducir proyectos sanitarios, educativos, legislativos etc que “sostienen” y apuntalan este neocapitalismo trasnacional. Lo más lamentable de este nuevo paradigma es la colaboración de la sociedad civil. Miles de personas de buena voluntad integradas en diferentes organizaciones privadas como ONGs, muchas católicas, que colaboran activamente en la propagación de una ideología que legitima el poder de unas elites sobre la mayoría de la población del planeta.

Esta ideología no es una ideología cualquiera es una auténtica cultura de muerte caracterizada por : 1) En el orden ontológico, por el materialismo, negación de toda dimensión trascendente y espiritual. 2) En el orden antropológico por el individualismo. El ser humano se concibe como individuo de una especie y no como persona.3) Su naturaleza no implica una normatividad moral inalienable intrínseca sino que su valor viene determinado por su función. Por ello el orden ético está regido por el utilitarismo disfrazado de nihilismo. 4) en el orden epistemológico o del conocimiento predomina el relativismo y el escepticismo, ambos filosofías de salón, que aunque existencialmente no se sostienen sirven para negar la verdad sobre el bien del hombre. 5) Al final todo ello se traduce en un orden político donde impera la voluntad de poder, la ley del más fuerte. Se constituye así un sistema con evidentes tendencias totalitarias regido por el afán de ganancia exclusiva y de poder y ello a cualquier precio.

Es en este sentido y en este contexto cuando hablamos de biopolítica. La biopolítica moderna y posmoderna ejercida desde el poder ha ido evolucionando y actualmente abarca tres ámbitos distintos pero íntimamente coimplicados:

1) La gestión de la población o de poblaciones

La población hay que gestionarla para que sea más productiva y eficiente, y por tanto más sumisa según el papel que el sistema le haya asignado. De este modo se regula la producción de seres humanos, la cantidad de nacimientos y muertes, así como los procesos biológicos intermedios. Todos los sistemas sanitarios y sus legislaciones correspondientes son de doble uso. De tal forma que se permite la vida de unos y se facilita la muerte de otros. En el mismo hospital se puede estar abortando a un niño síndrome Down en un quirófano y en el de al lado se puede estar haciendo una fecundación in vitro de un niño genéticamente seleccionado.

En este mismo ámbito podemos situar como sectores enteros de población están sometidos a biopolíticas diferentes, selectivas que determinan el desarrollo bio-psíquico de sus vidas. Es el caso de poblaciones de inmigrantes empobrecidos en países enriquecidos que tienen legislaciones sanitarias especiales. También podemos situar en este primer ámbito la regulación de los flujos migratorios que nunca están tan descontrolados como parecen. La inmigración forzada es una genocida selección política de los más aptos. No olvidemos el 50/50/50. La Unión Europea, para el año 2050 tendrá una mediana de edad de 50 años y necesitará 50 millones de inmigrantes empobrecidos para sostener su actual nivel de vida.

Por otro lado, hay que destacar que la información genética y biomédica de millones de seres humanos es una fuente de poder político de potencia incalculable. Datos que son manejados por gobiernos, empresas para ejercer el biopoder sobre poblaciones enteras seleccionando, discriminando según los criterios que pueda interesar en cada momento.

Finalmente no podemos dejar de lado en este primer campo de actuación biopolítico el llamado «descarte» de poblaciones enteras que literalmente sobran al sistema. Pueblos de países empobrecidos, ancianos abandonados, parados de larga duración, sectores marginales sometidos deliberadamente a los estragos de la violencia o las drogas, cuyas vidas se acortan deliberadamente mediante la generación de una falsa escasez de recursos materiales y humanos.

2) Control de cuerpos y mentes

Un segundo ámbito de actuación biopolítico va dirigido al diseño y a la fabricación de los cuerpos y de las mentes de los individuos que forman esas poblaciones para que sirvan más eficientemente al propósito para al que han sido designados: sean productores y/o consumidores. La biopolítica y psicopolítica en este ámbito son dos caras del mismo proyecto antropológico. Los medios de comunicación, las redes digitales, los avances en neurociencia y los interfaces bio-tecnológicos pretenden penetrar en lo más profundo del ser humano condicionando sus formas de vida y sus conciencias. El biopoder trata de fabricar el modelo de ser humano adecuado a este sistema neocapitalista; un individuo que con su cuerpo y con su mente justifique, legitime y sostenga al propio sistema que lo fabrica. Desde la concepción hasta la muerte, cada ser humano, cada centímetro de cada ser humano debe ser conquistado. Esta es la intención del nuevo totalitarismo bio-tecnológico. Y para ello no es suficiente con el poder disciplinario exterior, es necesario el poder disciplinario interior donde sea el propio sujeto quien protagonice su propio sometimiento entregando su propia vida al sistema. Actualmente miles de millones de seres humanos conectados digitalmente proporcionan voluntariamente millones de datos personales a los centros de poder a cambio de nada. ¿Quién publica más fotos de niños en internet? Pues lamentablemente sus propios padres. ¿Se puede pedir más?.

En este segundo ámbito biopolitico es donde actúan fundamentalmente las bioideologias. Hay varias bioideologías importantes: El ecologismo antihumanista que ve a la humanidad como una plaga y al ser humano como un depredador promocionando el control de población mediante el aborto y las esterilizaciones masivas especialmente de los más empobrecidos y ocultando la verdadera causa de la degradación medioambiental que no es otra que el hiperconsumo de una minoría enriquecida de la población del planeta. Una segunda bioideología es la ideología de género con todas sus variantes cuyo objetivo fundamental es desacreditar el concepto de una naturaleza humana esencial con normatividad ética intrínseca siendo el ariete más utilizado del ataque contra la sexualidad humana y contra el matrimonio y a la familia, ámbitos de promoción integral de la persona donde esta es amada por sí misma. Finalmente destacamos la ideología de la salud que sacrifica vidas nacientes y terminales en aras de una llamada «calidad de vida» -concepto masónico-, calidad de vida del fuerte que sacrifica al débil. El culto al cuerpo (fitness), la alimentación biológica, la autoayuda, el mindfullness, etc son la liturgia de una nueva religión de la «calidad de vida». En este último terreno tenemos que situar el conflicto biopolítico de la eutanasia al que más delante aludiremos. Sin embargo, aquí tenemos necesariamente que nombrar la última tendencia antihumanista que es el posthumanismo-transhumanismo. Es el proyecto de construir un ser , que partiendo de su humanidad, y modificando sus características naturales mediante la biotecnología (cyborg) llegue a convertirse en un ser esencialmente distinto, en otra especie biológica con facultades superiores. Ni que decir tiene que la construcción del postserhumano no va a salir gratis y necesariamente exige sacrificios humanos. Los deficientes, minusvalidos, defectuosos, tarados, etc deben ser descartados de la nueva posthumanidad.

3) El control de la vida en sí misma. Tecnocracia

El tercer ámbito de la biopolítica es la tecnocracia. Los avances científicos y tecnológicos y sus sinergias en los campos de la biología molecular, la genética, la electrónica, la cibernética, la inteligencia artificial, la neurociencia y su estructuración en forma de redes de información están llegando a tal nivel que se piensa que es posible la gestión de cualquier proceso biológico y psicológico, incluida la generación de vida artificial. Esto está ya suponiendo que la cantidad de recursos disponibles por el actual sistema se multiplique exponencialmente. Desde esta perspectiva científico-tecnológica nos atrevemos a pronosticar que el biopoder señalado en los ámbitos 1 y 2 será mucho más penetrante, intensivo y eficaz que hasta ahora lo ha sido y el grado de éste augura un nuevo totalitalismo biopolítico. Tal vez esta dimensión tecnocrática del biopoder sea una de las características esenciales de una nueva época.

Es en este marco, descrito de manera genérica, donde tenemos que situar el conflicto de la eutanasia. Desde el punto de vista filosófico y jurídico el tema no tiene mucho recorrido. Invocar el derecho a una muerte digna implica necesariamente invocar el deber de matar para proteger ese derecho. Todo derecho exige de un deber que lo proteja y esto parece que nunca se tiene en cuenta cuando se habla de la vida humana. No es lo mismo proteger el «derecho a la vida» que proteger el «derecho a la muerte». No hay simetría. Por ello la eutanasia sobre uno mismo es injustificable y no digamos cuando se propone para otros incluidos los niños como ha hecho UNICEF. Sobra decir que con esto no estamos justificando el sufrimiento para nadie simplemente estamos intentando decir que en un contexto de derechos humanos, la eutanasia, el aborto, el suicidio no pueden ser un derecho y por tanto su protección legal como tal no están nunca justificadas.

La cuestión es mucho más llana si se quiere ser honesto. Si no se acepta una concepción personalista del ser humano, de su vida y su dignidad como algo intrínsecamente inviolable -incluso para uno mismo-; como un bien absoluto; sin excepción en ninguna etapa, fase o circunstancia de su vida independientemente de su funcionalidad utilitarista entonces la eutanasia o el suicidio asistido así como la selección de seres humanos por ejemplo podrían perfectamente estar justificados. Y esto es así porque se habrá borrado la delgada línea roja que separa la vida y su dignidad de la muerte impuesta por el poderoso de turno. Una vez borrada esa línea todo está permitido y nadie está a salvo. Lo que es incoherente es apelar al «derecho a una muerte digna» o «el derecho al aborto» o «el derecho a decidir sobre la vida humana» en virtud de una libertad absoluta y no asumir con igual naturalidad los campos de concentración nazis, comunistas o neocapitalistas donde la libertad de los poderosos se impuso y se impone sobre la libertad de los débiles.

Podemos avanzar más aún y preguntarnos en el contexto de la realbiopolitik, por qué se está imponiendo una tanatoideología que pretender convertir la muerte en un derecho bajo el paraguas de la «calidad de vida». Apostamos por lo que aludíamos anteriormente, el sistema neocapitalista actual ha fabricado un ser humano a su medida: materialista, individualista, relativista o escéptico, hedonista programado para quitarse del medio así mismo cuando percibe su fracaso, su impotencia o su debilidad. Es la obsolescencia programada del ser humano. La eutanasia es la imagen viva, valga la contradicción, del triunfo del totalitarismo biopolítico..

Y sin embargo no todo está perdido ni mucho menos. El ser humano lleva inscrito en su ADN la vocación al amor, a la solidaridad, a la vida. Ya nos lo decía Hanna Arendt cuando afirmaba que cada ser que nace a la vida es un nuevo territorio que tiene que conquistar el totalitarismo y es verdad. Cada vida humana es terreno de resistencia, de lucha, es fuente de solidaridad. Defender la vida humana, cada vida humana, en cada una de sus fases, en todas las circunstancias sin excepciones es luchar contra el totalitarismo, contra el neocapitalismo. Cada vida humana es en sí misma una fuente de esperanza.

También nos lo recordaba el Papa Francisco:

«Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad. No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle

Autor: Carlos Llarandi