FELIPE LÓPEZ, SACERDOTE al SERVICIO de la PROMOCIÓN de MILITANTES CRISTIANOS

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En estas Jornadas se recuerda al sacerdote burgalés D. Felipe López López, el cual es considerado, por los propios historiadores, como el principal promotor de una conciencia solidaria y una auténtica promoción de los débiles en nuestra Provincia de Burgos, en los duros años del franquismo. D. Felipe fue un sacerdote entusiasta, que dedicó toda su enorme capacidad intelectual y humana al servicio de los últimos, colaborando a la formación de militantes cristianos que supieron responder a los tremendos retos que se planteaban en aquella época de los años 50 a los 70 y luego en la Transición. Hoy son imprescindibles, otra vez, grupos de militantes y sacerdotes que se consagren a la tarea de transformar nuestra sociedad salvaje…


FELIPE LÓPEZ, SACERDOTE AL SERVICIO DE LA PROMOCIÓN DE MILITANTES CRISTIANOS

Carlos Ruiz
Sacerdote Diocesano de Burgos
Miembro del Movimiento Cultural Cristiano

Celebramos la IX Jornadas de Teología Pastoral y Militancia Cristiana en homenaje a D. Felipe López, sacerdote que ha dejado profunda huella en nuestra diócesis y en cientos de personas de toda la geografía española. Cuando se hace memoria de gente así tenemos la mala costumbre de fijarnos en las obras materiales que fundaron o en los libros que escribieron. D. Felipe no fundó nada ni escribió ningún libro (sí que existen recopilaciones de sus escritos y conferencias). D. Felipe formó personas; formó militantes cristianos, fundamentalmente.

«No hacer obras, sino personas que hagan obras» repetía Guillermo Rovirosa y D. Felipe vivió esto como la misión principal que puede desarrollar un sacerdote. Hoy los sacerdotes estamos volcados en hacer cosas: reuniones, comisiones, arreglos de templos y casas, organigramas… sólo una cosa se nos pide como esencial: que ayuden por nuestro ministerio a la conversión de nuestros hermanos; lo cual supone dedicar lo mejor de nuestro tiempo y de nuestros conocimientos a esta tarea, no los restos. Claro está, habrá que asumir que esta tarea no conlleva parabienes, sino muchas incomprensiones y hasta rechazo, ya que formar cristianos radicales es ir contracorriente de una cultura de muerte como la que vivimos. D. Felipe también probó este cáliz; pero, ya decía él que «la fe cristiana no es cuestión de facilidades, sino de fidelidades».

La fidelidad evangélica de D. Felipe se muestra igualmente interpelante en otro tema de mucha actualidad. Él nunca hizo ‘opción por los pobres’. Esto no es opcional ni cuestión de carismas. Nace del bautismo y a todos nos obliga como obliga el Amor. Pero, frente a las modas pasajeras de los voluntariados y ONG´S, D. Felipe tenía claro que «el mejor servicio a los pobres es la formación de militantes cristianos» (según sus propias palabras), porque es la única manera de no humillar a los que son víctimas de nuestra injusticia. A ello dedicó su rigurosa formación intelectual (era doctor en Filosofía y licenciado en Teología), desechando otras posibilidades a su alcance.

Como el Amor busca los cauces y los medios para manifestarse, D. Felipe procuró servir a aquellas organizaciones apostólicas y militantes que mejor sirvieran a los pobres según los signos de los tiempos: la HOAC, el MOA, ZYX y, en sus últimos años, el Movimiento Cultural Cristiano. Y siempre sirvió a cualquier otro grupo, que quisiese avanzar en su formación: el grupo de ‘rurales’; las hermanas clarisas de Castil de Lences; la Adoración Nocturna; el grupo de maestras; los maristas…

Si preguntamos a todos los que le trataron detenidamente, veremos una significativa coincidencia: «sabía escuchar», subrayan, «sólo intervenía al final para ir a la raíz de la cuestión». Y tenía tal finura en su caridad pastoral que se anticipaba a responder a las dificultades de los otros, antes de que éstos se las contasen. «La verdadera caridad está, sobre todo, en percibir los problemas de los hermanos sin necesidad de que te lo digan; aunque estén a decenas de kilómetros», como comentaba un militante que lo experimentó en carne propia.
Un llamamiento: ¿por qué los curas burgaleses no dialogamos sobre el testimonio de este sacerdote, en vez de preocuparnos tanto por nuestras propias tareas?

D. FELIPE LÓPEZ: EL MAYOR PROMOTOR DE LA CONCIENCIA OBRERA Y SOLIDARIA EN BURGOS DURANTE LOS ÚLTIMOS 50 AÑOS.

D. Felipe López López nació en Miraveche (Burgos) el día 10 de octubre de 1925. Fue ordenado sacerdote en Salamanca el 9 de julio de 1950, después de licenciarse en Teología. Ejerció el ministerio sacerdotal, primeramente en Barruelo de Santullán (Palencia) como Vicario Parroquial. En 1953 pasa a Roma donde se doctora en Filosofía por la U.P. Gregoriana. En 1956 obtiene la Cátedra de Filosofía en el Seminario de S. Jerónimo y posteriormente la de la Facultad de Teología y es nombrado Capellán de los HH. Maristas, donde también imparte clases. En 1958 es nombrado Canónigo de la S. I. Catedral de Burgos (esto lo obtiene por oposición, tal como se hacía en aquella época). Falleció el día 3 de enero de 1989 en accidente de coche a los 63 años de edad y 38 de Sacerdocio. A su entierro, en la Catedral de Burgos acudió tanta gente, sobre todo militantes obreros y gente sencilla, que superó todas las previsiones. Una de las gitanas que suele pedir en la puerta de la Catedral, se lamentaba amargamente porque D. Felipe López siempre tenía unas palabras para ella, hasta el punto que aquella mujer lo consideraba «uno de los nuestros».

Pero a lo que más se dedicó D. Felipe fue a la promoción de militantes cristianos para la lucha por la Justicia. No fue un benefactor. No creyó ni practicó el asistencialismo. No fundó obras sociales, ni comedores, ni voluntariados. Don Felipe dedicó sus saberes y su tiempo «no a hacer obras, sino a formar personas que hiciesen obras». Creemos que, por ello, debe ser considerado como el gran promotor de la conciencia obrera y solidaria de nuestra Provincia en los últimos 50 años. Para probar esta tesis, ofrecemos los datos más importantes de su vida apostólica, que se puede dividir en tres etapas:

1ª.- Comienzos del apostolado obrero en España después de la Guerra Civil. Años 50.

Hoy está muy difundida la tesis de que la Iglesia española comienza su tarea al lado de los obreros bien entrados los 60 y de la mano de otras ideologías. Esto, históricamente, es falso. En 1942 Guillermo Rovirosa y otro grupo de cristianos (entre los que destaca el santanderino Julián Gómez del Castillo, del que luego recogeremos algún testimonio) comienzan una extenuante labor de formación de los obreros españoles. Recorren todas las provincias impartiendo miles de cursos, encaminados a un solo objetivo: demostrar vitalmente que el Ideal de Solidaridad y Justicia, tradicional del Movimiento Obrero, no sólo no es ajeno al cristianismo, sino que es la vía más directa para vivir el Evangelio, por lo cual hay que potenciar dicho Ideal. Para probar esto basta con leer dichos cursillos escritos, los Boletines de la HOAC y, sobre todo, el periódico ‘¡Tú!’ que llegó a ser semanal y a ocupar uno de los primeros puestos en la difusión de publicaciones. Por supuesto, tuvieron que sufrir persecuciones sin número, hasta el punto de tener que reunirse clandestinamente y de tener que cerrar el ‘¡Tú!’ por la censura del régimen franquista. Esto fue el principal instrumento de conciencia obrera y solidaria en la España franquista. Ya desde los años 40. Aunque luego algunos lo hayan querido manipular para apuntarse el tanto, cuando la realidad es que estuvieron escondidos hasta que al dictador le temblaba el pulso. Más ejemplos de esto fueron: el encarcelamiento de muchos de sus miembros (Rovirosa, Julián…); el crear el primer bufete laboralista de España (en la década de los 40, 20 años antes que el de Felipe González); la ley de las Sociedades Anónima Laborales, que es iniciativa de militantes obreros cristianos; el infiltrase en el Sindicalismo Vertical del régimen, para potenciar otro tipo de sindicalismo, etc, etc.
¿Por qué no se estudia esto en nuestras Facultades de Historia, manipulando así nuestra conciencia?, ¿por qué se hace el juego a los que luego se repartieron los puestos del poder? Esta introducción es necesaria para comprender la labor de D. Felipe López López en nuestra provincia:
D. Felipe se suma al apostolado obrero desde comienzos de los años 50, cuando la clase obrera era pobre. Pero entenderá este apostolado desde la promoción y no desde la minoría selecta. Esto, en la vida de los años cincuenta suponía grandes y graves quebraderos de cabeza. En la Iglesia se entendía lo de las minorías, no se entendía lo de las promociones. Va a ser en los años sesenta, ya con la «Mater et Magistra», cuando no va a haber más remedio que aceptar el Magisterio de la Iglesia en este punto, por boca del Papa Juan XXIII; pero hasta entonces lo que primaba en la Iglesia era la minoría selecta. Ponerse a hacer promoción de militantes cristianos pobres era ponerse contracorriente.

«D. Felipe no dudó en sumarse a esto. Ahora que él ha muerto, puedo certificar que D. Felipe sería canónigo de la Catedral de Burgos exclusiva o fundamentalísimamente para poder realizar apostolado de promoción en la clase obrera burgalesa (ya que esto le posibilitaba libertad de movimientos); y esa fue la razón de su oposición a canónigo. Tenía claro, tanto su sentido de misión como su sentido de servicio a la Humanidad y a la Iglesia pero desde los últimos, muy claro. Y esto no quiere decir nada en contra de aquel tiempo en que él prestaría su esfuerzo sacerdotal a la humanización de empresarios cristianos. Allá donde la Iglesia le necesitaba, D. Felipe siempre estuvo disponible; no hay otra manera de ser pobre en la Iglesia. Es la disponibilidad la que marca la pobreza de espíritu, sin duda ninguna, en la vida cristiana. Y D. Felipe lo vivió seriamente. Perdonadme, mis queridos amigos burgaleses, a más de un grupo de Burgos le dije, en vida de él –y por eso creo que tengo derecho a repetirlo hoy-: «a D. Felipe le empezaréis a echar en falta cuando ya no tenga remedio». Y creo honradamente que es así.» (Tomado de una Conferencia de Julián Gómez del Castillo, militante obrero cristiano y cofundador de la HOAC, de ZYX y del MCC, en la Facultad de Teología de Burgos).

2ª Etapa: A partir de la primera crisis del apostolado laico y obrero. Años 60-70.

Después de aquellos años sesenta, la crisis del apostolado laico pondría a prueba sus valores cristianos, sin duda ninguna, como pasó con muchos otros sacerdotes, centenares de sacerdotes en España. Eran tiempos en los que por nuestra propia historia se estaban juntando en la vida española excesiva cantidad de crisis al mismo tiempo. Así, recordemos que es a finales de los sesenta cuando se desarrolla la primera crisis del apostolado laico, y a primeros de los setenta la segunda, tremendamente juntas. Pero al mismo tiempo pasaba España la crisis política: el general Franco era viejo y ya a primeros de los setenta va a tener los primeros síntomas de que la hermana muerte se acerca. Además España tenía encima la crisis de la salida de una sociedad rural a una sociedad postindustrial neocapitalista como la nuestra. Pensemos que en 1972 es cuando en España hay por primera vez más obreros técnicos que peonaje, por primera vez en su historia.

Crisis política, crisis económica, el reajuste post-conciliar en la Iglesia (éste todavía dentro de la dictadura del general Franco)… y don Felipe sigue optando por lo mismo: hay que servir a los pobres. En aquella crisis fueron muchos los hermanos sacerdotes y los hermanos militantes del apostolado laico español que abandonaron las tareas apostólicas de promoción de laicos pobres. D. Felipe fue de esos hombres que en aquella crisis vio claro, como todo cristiano que intenta buscar el camino de Jesús, que hay que ir siempre hacia abajo y nunca hacia arriba. Esta es una de las grandes lecciones de él. Y, mientras, otros hermanos, tan capaces intelectualmente como él, abandonan la vida militante cristiana y se retiran a sus casas: «No merece la pena, todo esto se derechiza, etc…»
D. Felipe no duda en unirse con un grupo de laicos y lanzar con ellos y con un grupo de sacerdotes por España la Editorial ZYX, precursora del apostolado privado en la vida española. El Derecho Canónico de hoy acoge esto, pero en los años sesenta no lo acogía todavía. Como consecuencia del Concilio Vaticano II, S.S. Juan Pablo II va a incluir en el Derecho Canónico el apostolado privado (el que es responsabilidad directa de los propios seglares y no de la Jerarquía). Entonces no lo estaba. Y él no duda en estar alentando todo aquello, incluyendo la asistencia a tantas reuniones clandestinas y peligrosas, pues la Editorial ZYX se convirtió en la principal fuente de formación de conciencia obrera y solidaria y –por tanto- en oposición a la Dictadura.

Recojamos otros párrafos de la mencionada Conferencia de Julián Gómez del Castillo, testigo privilegiado del mundo obrero:

«Nunca le veríamos a D. Felipe ni mínimamente preocupado más que de servirnos a nosotros, nunca. No cabe duda que en esos momentos en que hay que poner tan a prueba las convicciones de uno, es cuando realmente se demuestra la madurez cristiana de la gente. Y D. Felipe sufrió esa prueba.
Hoy, a título confidencial, de familia, en esta reflexión sobre él, yo puedo decir que en su servicio a la militancia obrera cristiana como encarnación en la sociedad de la vida de los pobres, D. Felipe le prestaba todo su esfuerzo intelectual, sin duda ninguna; pero le prestaba también su consuelo y su animación sacerdotal por encima de todo. Y ello le dio aquella categoría de la delicadeza de espíritu. Fueron tiempos, como decía antes, no muy claros, en los que hasta en las mismas organizaciones en que nos movíamos, debajo de la mesa, también el pecado original entraba. Y cuando alguna vez tuvo que demostrar la finura de la caridad no manifestada por el que la necesitaba, sino averiguada por él, yo os aseguro que no se equivocó nunca. Y a 200 km. de distancia, o a 500 sabía ver el apuro del otro sin que el otro se lo dijera, y sabía estar en el apuro del otro. Esa finura sacerdotal que tuvo D. Felipe yo creo que, y he conocido muchos sacerdotes y no quiero de ninguna manera menospreciar a ninguno, no he visto esta finura de caridad con los kilates de él en nadie.

Ese averiguar la necesidad del militante en apuros, del militante preocupado, del hombre perseguido, del hombre que no podía hacer nada y sus hijos y su mujer se iban a ir fuera de casa si alguien no echaba una mano. Y sin que se enterara nadie, la echaba D. Felipe desde muchos kilómetros de distancia sin que nadie le hubiera dicho nada. Es esa finura que tiene el alma caritativa, seria, cristiana cuando dialoga con los demás en el silencio. ¡Qué bien lo hacía él esto! Nunca recuerdo que me hubiera preguntado por ninguna necesidad mía, ni a ningún militante, nunca. Las averiguaba siempre. «Es que no me has dicho…», «es que no lo sabía…» yo creo que cuando hay que decirnos las cosas, la finura de la caridad no está con nosotros porque nosotros no queremos. D. Felipe lo vivió excepcionalmente.