Fondo ético de inversiones “Santander Responsabilidad conservador”. ¿Invertir en cristiano?

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“No se puede servir a dos señores”

Uno de los problemas más serios de la vida cristiana es el enriquecimiento personal o colectivo. Sin duda uno de los pasajes evangélicos donde mejor se percibe esta incompatibilidad entre la riqueza y el cristianismo es en el encuentro entre el joven rico y Jesús. El joven desea sinceramente ser un buen creyente y de hecho cumple todos los mandamientos pero sabe que Jesús le pide y le ofrece algo más. Finalmente Jesús le dice que venda todo lo que tiene, se lo dé a los pobres y le siga. Y el joven, triste, renuncia a la felicidad del seguimiento porque era rico.

El pasado 20 de julio de 2017 en el semanario católico Alfa y Omega se hablaba literalmente de “cómo invertir en cristiano” y se hacía referencia a un fondo ético gestionado por el Banco de Santander denominado “Santander Responsabilidad Conservador” diseñado para captar el “dinero católico” y preservarlo de las “malas”, por indecentes, inversiones. La filosofía del asunto es que no tiene porque ser incompatible las buenas prácticas morales y la eficiencia financiera, entendiendo por esta obtener importantes rentabilidades en el mercado.

Para conseguir este loable propósito de servir a dos señores, a Dios y al dinero, el ideario del fondo ha sido redactado por la Fundación Pablo VI perteneciente a la Universidad Pontificia de Salamanca que además participa de un comité de vigilancia y asesoramiento para discriminar las propuestas inversoras del gestor y ver cuáles son admisibles y cuáles no. Con ello pretenden además hacer una gran contribución teórica y práctica a la Doctrina Social de la Iglesia. Sin duda el reto de hacer compatible la DSI y el capitalismo financiero tiene mérito.

Este fondo ético comenzó su andadura en 2003 con 300.000 euros y en estos momentos cuenta con más de 1000 millones de euros siendo uno de los fondos más importantes de Europa. En este sentido no nos extraña que el Banco Santander quiera hacer negocio con “todo lo que se mueve”. Lo que nos causa perplejidad es que haya reconocidos “cerebros económicos” católicos encantados de haber hecho posible lo que el evangelio no consiguió. Ante ello habría que hacer varias consideraciones.

  1. El sistema financiero y bancario en su conjunto es una de las piezas fundamentales del neocapitalismo mundial que provoca millones de muertos por hambre, miseria, guerras, esclavitud en todo el planeta tal y como ha condenado la Doctrina Social de la Iglesia. Es una auténtica estructura de pecado cuyos principios fundamentales son el afán de ganancia exclusiva y la sed de poder. (San Juan Pablo II. SRS) Poner a disposición de este sistema más de 1000 millones de euros es colaborar activamente con la iniquidad.
  2. El Banco de Santander en concreto es una de las instituciones principales de esta estructura de pecado siendo el responsable directo de miles de desahucios en España, más de 400.000 durante la crisis. También es uno de los principales bancos (2º) financiadores de la industria de armamentos (más de 1500 millones de euros en 2017). Además, junto con otros 18 bancos europeos obtuvo más de 25.000 millones de euros de beneficios estructurales (26% del total) en paraísos fiscales donde tienen abiertas cientos de sociedades (más de 500 solo en las Bahamas). “Paraísos” donde se oculta y se lava el dinero del crimen organizado.
  3. Además, cuando organizaciones católicas como Cáritas, por ejemplo, acepta millones de euros de donación de este fondo contribuyen con su imagen al lavado de cara de una estructura de pecado como es el Banco de Santander. Por tanto, el dinero católico no solo está alimentando a la estructura inicua aportando fondos sino que también la alimenta cuando recibe las donaciones. El círculo perverso se cierra perfectamente. El diablo no podría hacerlo mejor.
  4. Finalmente creemos que habría que rescatar la condena de la usura que tradicionalmente la Iglesia católica había promovido. La usura, el préstamo con interés, estuvo prohibida por la Iglesia católica hasta el siglo XVIII y se coló por la rendija de que todo préstamo supone un riesgo que hay que cubrir. Sin embargo, no se nos oculta que fomentar la usura no es muy católico y menos desde un sistema financiero que socializa las pérdidas y privatiza los beneficios generando desigualdades y privilegios a una escala como nunca antes se ha conocido.

Lamentamos profundamente que el dinero de la Iglesia, fruto del trabajo solidario de miles de cristianos sirva para engordar al sistema financiero y bancario. Los economistas cristianos deberían esforzarse en diseñar una estructura y un dinamismo financiero que realmente esté al servicio del Bien Común y no al servicio de los poderosos de la Tierra.

Autor: Alke